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Elecciones 2023: los cuatro vientos de frente que enfrenta la … – La Voz del Interior


En el frente económico, hay una sola variable que se mantiene en pie: el empleo. Todas las objeciones son ciertas: es de mala calidad, cada vez más precario, no alcanza para nada y hay que agregar un segundo y hasta tercer laburo. El bueno está estancado hace 15 años, se ha ido “monotributizando” cada vez más y un largo etcétera. Pero hay trabajo: la gente sale todos los días a remarla. Esta probablemente la gran explicación (más una red de gasto social que en el 2001 no estaba) de porqué no hay convulsión social.

Todo lo demás conforma un marco extremadamente delicado y complejo para la elección presidencial más incierta quizá desde el regreso de la democracia: no hay dólares en el Central y ya se apelaron a todos los auxilios posibles; la deuda comercial con los importadores supera los 43 mil millones de dólares; la inflación hilvanó dos meses por encima del 12% mensual y el ritmo de aceleración es inmanejable; salen depósitos en pesos por temor a lo que venga; el saldo comercial es negativo y no llegan las lluvias; el desbarajuste de precios relativos es inédito y en estos últimos tres meses del año hay que emitir el equivalente al 40% de la base monetaria, entre déficit fiscal original más el generado por el candidato-ministro Sergio Massa.

Hasta la actividad económica, que hasta mitad de año salvaba la ropa (con excepción del agro) ya acusa enfriamiento de la falta de importaciones, tasas inviables y un consumo privado deteriorado por la caída de ingresos.

Cuatro frentes

Hay cinco frentes macro que deberá resolver el candidato que emerja hoy o, si hay balotaje, el 19 de noviembre. Es la “herencia”, con una particularidad: se agravó aún más desde el 13 de agosto y es probable que siga haciéndolo.

Falta de dólares. “El frente más deteriorado es el externo, que está visto por la brecha del 200% del blue, un cepo que tiene cariz soviético porque no se puede hacer nada, es muy difícil pagar importaciones y hay 3.500 regulaciones”, apunta Andrés Borenstein, de Econviews.

El Banco Central tiene hoy reservas negativas en torno de los U$S 6.000 millones, que en algún momento se deberán reponer. Está usando el swap chino sin dar demasiadas precisiones y pateó compromisos comerciales para el 2024 por U$S43 mil millones, el equivalente al 52% de las importaciones anuales.

En el 2023 el déficit de enero a agosto es de U$S 6.205 millones. En el mismo período del 2022 había superávit por 2.193 millones. Y hubo buenos números en el 2021, 2020 y 2019, aunque más impulsado por precio que por cantidad.

El problema de fondo es que la Argentina no incentiva las exportaciones –aunque discursivamente se diga lo contrario- y no las incentiva porque cobra retenciones y atrasa el tipo de cambio. El 2023 tiene un caída de 25% de exportaciones, pero no caen sólo los productos primarios: caen los combustibles y los productos industriales, y no hay sequía que explique eso.

El dólar blue. (La Voz)

La “fábrica de dólares” funciona a media máquina, con anuncios espasmódicos de mejoras parciales y temporarias del tipo de cambio, pero sin solución de fondo: no hay incentivos a exportar pero sí los hay para importar.

Eso derivó en una brecha insoportable: $ 350 fijos desde el 14 de agosto del tipo de cambio mayorista oficial y un blue que, pese a los intentos oficiales de contenerlo, en los hechos cerró arriba de los $ 1.000 el viernes.

El dólar CCL, que se usa para llevar pesos al exterior de manera legal, cerró en $ 1.110,59, el precio más alto en 30 años, con una brecha del 217%.

Sólo si se quisiera ajustar por inflación los $ 350 a los que Massa llevó el oficial el lunes después de las Paso debería saltar a 459, según calcula el economista Salvador Vitelli. Eso es 31% más. El salto post-Paso fue del 22%.

“Un tipo de cambio congelado con una inflación de dos dígitos mensuales es populismo cambiario”, acusa el economista Eduardo Levy Yeyati, quien cuestiona el empecinamiento del gobierno en mantener el tipo de cambio atrasado.

Así, en este frente hay dos problemas: uno inmediato y urgente, que se visibiliza en la brecha y otro más de fondo, que es la extrema dependencia de los dólares del campo, al punto que una mala campaña puede poner contra las cuerdas a un gobierno entero.

Para lo segundo hay que esperar. En cuanto a lo primero: ¿corregirá Massa mañana algo de la brecha? Para muchos no, con independencia de si entra o no entra al balotaje. Para otros no dependía de él, sino de la fuerza de los hechos; aunque la ampliación del swap chino le podría dar aire hasta el 10 de diciembre.

“Con algo más de aire por el segundo tramo del swap con China, creo que el gobierno buscará evitar cualquier ajuste cambiario del oficial. En el dólar libre, ofrecerá dólares que no tiene pero la demanda se acentuará mucho en caso de una victoria electoral de La Libertad Avanza, buscando cobertura por la expectativa de un ajuste cambiario mayor”, sostiene el economista Hernán del Villar, titular del estudio Alpha.

Frente fiscal. Es el talón de Aquiles no sólo de esta gestión, sino de quienes dirigieron el Estado en los últimos 53 años. Desde 1970 a esta parte siempre hubo déficit fiscal, con excepción de tres años durante los ‘90 (los tres siguientes después de haber domado la híper) y los seis años de Duhalde-Néstor Kirchner, luego de la salida de la convertibilidad y la reaparición de las retenciones al campo.

Al Estado nacional le falta alrededor del 20% de lo que gasta: ¿cuántos meses aguanta una familia con semejante agujero? Y no es que no tenga ingresos, dado que la presión impositiva se duplicó desde los ‘80 a esta parte, sino que el gasto creció desmedidamente.

“No hay financiamiento. Déficit sin crédito es una bomba de tiempo porque o achicás el déficit o seguís emitiendo”, sostiene Borenstein.

Sólo en septiembre, el déficit primario fue de $ 380.473,4 millones y en los nueve meses acumula un rojo de 2,63 billones, el triple de lo que acusaba en el 2022. Y falta el último trimestre, donde deben aplicarse los anuncios varios del “plan platita” de Massa.

El problema del rojo fiscal es que se financia con emisión y eso aviva la hoguera de la inflación. “Dos meses consecutivos al 12% de inflación es grave, porque no fue un pico agosto que se podía pensar pos devaluación; y hay que ver el impacto de este dólar que vemos sobre los precios”, señala el economista Christian Buteler.

El problema es que el Central emite sin parar.

Banco Central
Banco Central

Por un lado, está la emisión directa al fisco; y por otro, la emisión indirecta (y escondida) que según estimó el economista Miguel Ángel Broda ronda los $ 5 billones.

Acá hay que contar las intervenciones en el mercado de títulos públicos (le da pesos a las empresas públicas para que compren títulos), emite para comprarle dólares al sector privado que liquida exportaciones, emite para pagar intereses (dos billones al mes) de los pasivos remunerados que emite para absorber los pesos que emite.

Y acá sí juegan las expectativas que resulten después de las elecciones de hoy. Ya hubo un ajuste en agosto pos devaluación oficial, en septiembre no aminoró y en la última semana hubo una nueva suba de precios por la suba del blue.

Los precios tienen incorporado el riesgo dentro: la incertidumbre está adentro de los precios y los rubros que directamente no pueden “cuantificar” eso, directamente no vendieron o lo hicieron a factura abierta.

Precios relativos. El empeño puesto por Massa y su equipo en “anclar” la inflación tiene dos ejes: el dólar oficial pisado y la regulación de algunos precios de la economía. Está visto que así y todo no alcanza, porque el IPC se escapa igual al 138% interanual, pero sería peor si se actualizara todo lo que se metió debajo de la alfombra.

Las tarifas de servicios públicos globalmente se ajustaron casi 50% debajo de los precios generales, al igual que salud y educación que están por debajo del promedio general. Eso implica que en algún momento se tienen que ajustar, al menos a la par que la inflación.

En tarifas, hay un descalabro macro generalizado por los subsidios estatales pero hay un descalabro adicional porque desde el 2019 que ni siquiera siguen el ritmo de los precios. Por el contrario, alimentos, bebidas, ropa y calzado ajustaron mucho más que el promedio general.

Así, un combo en una cadena de comida rápida cuesta más que una factura de gas residencial promedio de invierno (R2-3 nivel 3) que está en $ 3.995; un pasaje en tren Córdoba-Retiro está a $ 500 y un kilo de yerba, $ 2.200 y un pollo con papas sale $ 5.600 frente a la luz de un mes de una familia tipo que consume 200 KWh, que con impuestos está en $ 5.500.

Hay consenso entre los economistas que habrá que tocar lo que está atrasado, lo que derivará inevitablemente en más inflación, al menos en el corto plazo. Lo que sí está claro es que no se puede ajustar una sola variable.

Frente social. Todo está bajo tensión. A un dólar de $ 1.000, el argentino promedio hoy gana U$S320.

La cifra es aún más baja que el último piso que había tocado en la crisis del 2001, cuando descendió a U$S 419 y peor que los 411 del Rodrigazo de 1.975, aunque todavía está arriba que en la hiperinflación de Raúl Alfonsín, cuando se derrumbó a 134.

Y no es que somos pobres para viajar o para un consumo ABC1: todo lo que consumimos tiene dólares “adentro”, no hay precio de la economía que pueda decir que es totalmente inmune al tipo de cambio.

La pobreza está en el nivel más alto desde el 2006, con 39% de los argentinos en esta situación según la medición que realiza la Universidad Católica Argentina. La “rueda gira” porque hay changas y porque hay una red de gasto social que no estaba en el 2001 y que alcanza, al menos, para cubrir la indigencia, esto es, alimentos.

“El hecho de que haya trabajo, -informal, precario o changas- y que al mismo tiempo la actividad económica no esté cortando su cadena de pagos hace que la crisis no sea catastrófica”, dice Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica.

 Comedor popular en asentamiento en Villa Urquiza. (Javier Ferreyra)
Comedor popular en asentamiento en Villa Urquiza. (Javier Ferreyra)

Recuerda el corte de la cadena de pagos en el 2022, que derivó en cierre de empresas y expulsión de trabajadores. “Eso generó un proceso de empobrecimiento por pérdida de la fuente de trabajo, acá el empobrecimiento es por la alta inflación”, remarca.

A su entender, la forma de protestar en este 2023 no fueron los cacerolazos, ni los cortes, ni los saqueos ni el grito ensordecedor de “que se vayan todos”: fueron las elecciones primarias. “Actuaron como catalizador”, dice.

Si bien eso es saludable desde el punto de vista institucional, le carga con una mochila de expectativas altísimas al que resulte victorioso en esta contienda porque deberá resolver lo que antes nadie pudo. O al menos, explicar cómo buscará resolverlo.



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Marc Valldeperez

Soy el administrador de marcahora.xyz y también un redactor deportivo. Apasionado por el deporte y su historia. Fanático de todas las disciplinas, especialmente el fútbol, el boxeo y las MMA. Encargado de escribir previas de muchos deportes, como boxeo, fútbol, NBA, deportes de motor y otros.

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