En cada edición de la Copa Mundial de Rugby se repite el engaño. Como el rugby se inventó en Inglaterra, es la favorita. O Irlanda, que en esta edición partía como número uno del ranking. O Francia, que es la organizadora este año y eterna candidata. Pero hay un pequeño inconveniente, como en la falacia de autoridad: el rugby es del sur. El rugby pone el mapa del revés. El hemisferio sur está encima del hemisferio norte.
El sábado 28 se jugará en el Stade de France, St. Denis, París, la final del décimo Mundial de Rugby. Da igual dónde se celebre (ha habido cinco ediciones en Europa, una en Japón y cuatro en el hemisferio sur), cuándo se juegue (empezando en mayo o en octubre), cuántos países participen (16 selecciones en el primer mundial o 20 en las últimas ediciones). El resultado se vuelve testarudo a favor de los equipos de sur.
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Mundial de Rugby: de los ‘nativos’ a los ‘wallabies’
Hubo varios intentos de organizar el torneo hasta que finalmente en 1987 se puso en escena la pelea por el trono mundial del rugby. En realidad ya había torneos internacionales de máximo nivel con frecuencia, como el antiguo 3 Naciones (entre los mejores del sur) o el 5 Naciones (para los europeos). El deporte que había nacido en Inglaterra, al menos como lo conocemos ahora, enseñó al mundo en aquella primera ocasión una práctica dura y exigente que, por otro lado, era estrictamente respetuosa con las reglas, los árbitros y los rivales. “Enseñó al mundo” es una exageración intencionada, porque lo vieron por televisión solo en 17 países, frente a la cobertura global que se alcanzó 20 años después.
Y esta explosión popularizó otra parte maravillosa de las selecciones nacionales de este deporte: cada país tiene un apelativo que las define. Los neozelandeses eran conocidos originalmente como ‘los nativos’. Un cronista del Daily Mail definió su ya excepcional juego “como si todos fueran zagueros”, que en inglés es ‘all backs’. Pero la deficiente transmisión telefónica de 1903 los convirtió en All Blacks, y desde entonces es una apelación a su estilo brillante de juego junto al color de su camiseta, el helecho que los simboliza y la haka, una danza tradicional guerrera maorí con la que abren el telón en los partidos. Los australianos adoptaron en 1908 el sobrenombre de los wallabies por el marsupial, más pequeño que un canguro, ágil y veloz como marca la tradición de su juego. Sus rivales europeos eran conocidos como Los del gallo para Francia y el 15 de la rosa para Inglaterra.
El exotismo que acompaña a los All Blacks no distrajo su instinto ganador ni su capacidad para alcanzar el primer título mundial, en una final ante una Francia heredera de un juego vistoso y virtuoso, el rugby champagne. Y desde entonces los neozelandeses simplemente han demostrado hasta tres veces que son los mejores en casi todo. Desde su primer partido en 1884 exhiben su velocidad, rapidez, juego vistoso y precisión. También han sido los únicos en coronarse dos veces consecutivas, aunque su mística no fue suficiente para que fuera en las dos primeras ediciones de la copa del mundo. Australia tomó su relevo en 1991 con su capacidad para competir, suficiente para batir a Inglaterra.
El hemisferio sur que brilló tras el 92 con Sudáfrica
Así, el hemisferio sur ya se había adelantado 2-0 al norte. La muestra era escasa, es verdad. Es algo que podía ocurrir. Y la esperanza de los combinados europeos se mantuvo en los siguientes torneos.
Pero aún faltaba por incorporarse la mejor selección, los Springboks: Sudáfrica. Desde 1977 empezaron a limitarse los encuentros con el equipo representante de un país señalado por su discriminación racial. Entre 1985 y 1991 no jugó un solo test match (partido de prueba en español), que denomina los encuentros internacionales jugados entre selecciones absolutas, siempre que sea reconocidos por las federaciones de rugby, y que aunque no sean dentro de una competición, influyen en el ranking mundial.
Con el fin del apartheid, fueron readmitidos en torneos internacionales en 1992. Ya se habían perdido dos torneos mundiales y Sudáfrica organizó la Copa del Mundo de 1995. De hecho era la primera competición deportiva internacional que albergaba tras el fin del ignominioso sistema de segregación. Habían competido tan poco que no había referencias reales de cómo se comportarían los boks (como también se les conoce, en diminutivo, o los bokke, o incluso los AmaBokoBoko). Eran los novenos favoritos.
El nuevo gobierno presidido por Nelson Mandela pensó que sería una buena forma de presentar al país del arcoíris y congregó el apoyo popular más allá de las razas bajo el eslogan: “Un equipo, un país”. Y el equipo, con un país detrás, constató de forma épica que eran capaces de superar situaciones muy adversas en lo deportivo, reflejo de lo que como sociedad eran capaces de hacer. En la final, los All Blacks, además de favoritos, tenían al mejor jugador del mundo, Jonah Lomu. No fue suficiente y el capitán sudafricano, Francois Pienaar, levantó la copa Webb Ellis.
El Mundial de 2023 no es «solo rugby»
En la semifinal contra Inglaterra de esta edición de 2023, el sábado 21 de octubre, se habían rebasado las diez y media de la noche y estaban a punto de quedarse fuera. Pero eso lo hemos visto cientos de veces. Sudáfrica “solo” tiene que sabe de rugby y una fe que mueve las delanteras rivales. Van todo el partido por detrás, a veces dramáticamente. Y poco a poco se endurecen, se juntan, empujan un poco más, cambian matices y arrastran en una melé. Y en ese instante, aún lejos en el marcador, saben que van a ganar. Su lema este año es “Stronger Together”, que puede traducirse como “Juntos somos más fuertes”. Y no han dejado ninguna duda. Estos días algunas crónicas en el país austral hablan de cómo se ha convertido en una constante que un grupo de héroes termine salvando a Sudáfrica del desastre.
La descripción parece que es “solo rugby”, pero no lo es. En el anterior Mundial de Rugby de 2019 celebrado en Japón, debieron superar desavenencias que se deslizaban hacia la vuelta de episodios racistas, incluso dentro del equipo. Si en su primer Mundial tan solo había un jugador de raza negra, Chester Williams, que fue uno de los protagonistas, en ese momento destacaba el primer capitán negro en la historia bokke, Siya Kolisi. Y poco antes de la competición, Eben Etzeberth, blanco de origen afrikáner e icono nacional, había sido acusado de agresiones y de insultos racistas a un mendigo.
Kolisi rehusó posicionarse en la polémica en un ambiente claramente enrarecido. En Sudáfrica se cuestionaba si existía unidad entre los convocados mientras se deslizaba una separación de facto entre los jugadores blancos con los negros. Y vencieron, de nuevo, para coronarse esta vez ante Inglaterra en la final más cómoda que han disputado hasta la fecha.
Este año llegamos a la décima edición. Salvo en la quinta disputada en Australia en 2003, que ganó espectacular y milagrosamente Inglaterra contra los anfitriones, el Mundial de Rugby lo ganan naciones del hemisferio sur. Ya sabemos que será así también esta vez porque All Blacks y Springboks, Nueva Zelanda y Sudáfrica, decidirán quién llega antes a ser tetracampeona. Ambas volviendo a sus esencias, recordando al mundo que da igual cómo creemos que están o cuál es su posición en el ranking. Cada uno por su lado domina todos los lances del juego y antes de empezar octubre sabían que muy probablemente llegarían a la final. Y es la mejor final posible.
P.D. Esto es Newtral y siempre miramos al deporte femenino. Y sí, en la Copa Mundial Femenina de Rugby también va por delante el hemisferio sur: Nueva Zelanda lleva seis títulos de los nueve disputados. En 2025 contaremos el desenlace de la décima edición que se celebrará en Inglaterra.
