Rugby

Una historia de racismo en el rugby – Newtral


Hubo un tiempo en el que si los All Blacks querían jugar en Sudáfrica, gran parte de la expedición necesitaba un visado especial: el gobierno del apartheid concedía ser “blancos honorarios” a los maoríes y nativos de las islas del Pacífico incluidos en el equipo. Esto llegó a ocurrir en las giras que hicieron en los 70. Era un término que el estado racista había adaptado del “ario honorario” de los nazis.

Para aquellos jugadores de rugby era imprescindible porque entonces en Sudáfrica todo estaba dividido en “para blancos” y “para no-blancos”. No había manera de cruzar esa línea, por ejemplo, para competir en deportes, pero en realidad afectaba en el día a día al 90% de la población que era “no-blanca”, que no podía viajar en los mismos autobuses, disfrutar de las mismas playas o acceder a los restaurantes u hoteles. Y el sistema de segregación aplicaba la Population Registration Act (Ley de Registro de la Población)  vigente desde 1950 de igual manera a extranjeros que a locales. Hasta que por temas económicos decidieron inventar esta excepción con población asiática y visitantes de otros países.

La gira de los All Blacks por Sudáfrica en 1970 se saldó con tres victorias de los Springboks y una de los neozelandeses. Y en la de 1976 también consiguieron vencer en tres de los cuatro enfrentamientos. Aquellos partidos eran la válvula de escape de un país tratado como un apestado que no podía competir a nivel internacional en ningún deporte y estaba expulsado de la competición olímpica. 

Las victorias eran vistas como reivindicación de los afrikaners que se habían apropiado de un deporte introducido por los ingleses, aunque por supuesto estos seguían practicándolo, igual que lo hacían los negros. La diferencia era que los negros no podían llegar a formar parte del combinado nacional ni a compartir equipo ni vestuario, ni siquiera ser rivales de los blancos, estar en la misma competición. 

Las giras que se saltaban el boicot desataron protestas en Nueva Zelanda y en gran parte de la Commonwealth, en la misma línea que se había producido la expulsión de Sudáfrica de la comunidad internacional y muy especialmente en el deporte. Sin embargo, eso no impidió que los British & Irish Lions, un magnífico combinado de jugadores británicos e irlandeses, participara en una gira en 1974. Se trató de un momento clave. Algunos de los jugadores renunciaron a participar por la política de segregación racial del país que acogía los partidos, aunque ninguno de sus componentes, en su caso, debía obtener un pase especial o una calificación racial. 

Los Lions se exhibieron ante más de 20 equipos locales y regionales contando sus partidos por victorias. Y reservaron cuatro fechas para enfrentarse a unos Springboks que necesitaban medir su potencial ante rivales de su nivel, aunque solo fuera por motivo propagandístico para el régimen de Pretoria. Y los Lions se impusieron en tres partidos, empatando otro, el último que disputaron en territorio austral.

La batalla del Boet Erasmus

Pero si por algo pasaron a la historia aquellos encuentros fue porque la presión del Gobierno sudafricano impregnó a los boks de un espíritu especialmente combativo que llevaron al extremo. Tras una primera derrota en Ciudad del Cabo, la segunda, precisamente en Pretoria, se consideró una humillación. El asunto llegó al Parlamento y se preparó un ambiente de encerrona en Port Elizabeth para el tercero. Del lado visitante había una queja recurrente sobre la violencia de los Springboks, que no hacía honor al animal que les da nombre, ni al del juego denominado de caballeros que se supone el rugby

Realizaban placajes duros y eso era previsible porque además destacaban físicamente frente a los rivales. Aún hoy siguen teniendo delanteras grandes y pesadas. Pero la acusación iba más allá, era sobre las acciones “off-ball” o en el “blind side”, cuando golpeaban a los rivales que estaban ya lejos del oval en juego, lo cual era además difícil de ver por parte de los árbitros. Esas acciones antideportivas se daban también en los partidos contra combinados locales, y los Lions creían que les querían lesionar y debilitar para los partidos grandes contra la selección.

Ante más de 150.000 aficionados enfervorizados y la presencia del ministro de Deportes, los boks saltaron especialmente activos y elevaron el nivel físico con los cambios en la alineación respecto del anterior. Los Lions decidieron pasar a la acción y McBride, su capitán en la gira, dio instrucciones precisas: a su grito “¡NOVENTA Y NUEVE!”, cada jugador del combinado golpearía a un rival. Preveían que el árbitro no podría expulsar a todos o a unos sí y a otros no. Y acertaron.

La táctica calentó el partido en pleno invierno austral y los sudafricanos, obviamente sorprendidos, respondieron en cada jugada. Para Clem Thomas en el libro 125 Years of the British and Irish Lions: The Official History, se convirtió en el partido más violento de la historia del rugby. Y eclipsó los hitos de la victoria en una gira en Sudáfrica, que no se producía desde 1896, y de la primera vez en vencer en el Estadio Boet Erasmus desde 1910. La victoria de los Lions en realidad sí fue celebrada por una parte de la grada, la que acogió a los espectadores sudafricanos de raza negra, claramente separados del resto y que vitorearon el ensayo anotado por la estrella “rival” JPR Williams. 

Estas historias acumuladas en la memoria Springboks empujaron a la victoria en la final del Mundial de 1995 ante los All Blacks en el Estadio Ellis Park de Johannesburgo. No solo por la imagen de Mandela entregando el trofeo, sino por la unión en la grada y por todo el país, y la emoción de ver cantar el para entonces nuevo himno de Sudáfrica, el Nkosi Sikelel’ iAfrika (Dios bendiga África), a la plantilla mayoritariamente de origen boer, cuya comunidad lo consideraba maldito, que solo representaba a los negros. Quizás hasta aquel día. Y también fue un partido de rugby muy emocionante.

La rivalidad desde 1921

Desde el fin del apartheid este partido se ha repetido casi 70 veces y un total de 105 veces desde el primero en 1921. Y cada vez es especial.

Por eso, siguiendo la tradición del rugby, tres días antes de la final de la Copa del Mundo  los seleccionadores ya han dado sus alineaciones. Poca sorpresa cabe esperar en cualquiera de los dos equipos que se conocen profundamente y varios de sus jugadores son compañeros en sus equipos. 

A estas alturas y con su historia de enfrentamientos, ni las estadísticas, ni siquiera los resultados de las semifinales disputadas en el Stade de France, indican cómo se resolverá el partido más importante en cuatro años, desde la última final del Mundial. En el dominio del hemisferio sur, la primera semifinal mostró una avasalladora Nueva Zelanda (44-6) que no dio opciones a Argentina, que ya ocupa puestos de semifinales con más asiduidad que muchos europeos, de inicio con vitola de favoritos. En la otra, las opciones del hemisferio norte de optar a un puesto en la final estuvieron en las manos de Inglaterra. Sudáfrica, estaba nueve puntos por debajo a 11 minutos del final. Hasta seis defensas ingleses trataron de evitar el avance de Snyman, un gigante de 2,06 metros y 117 kilos de peso. No lo lograron y el ensayo del jugador nacido en Pretoria colocaba a los Springboks a dos puntos de los ingleses. Y una vez más, a solo dos minutos de la conclusión, el mítico Handre Pollard anotó un penalti para colocar el 15-16 final. 

La diferencia en cómo han accedido a la final no condicionará la forma en que cada jugador la afronte. Los All Blacks no pueden estar tranquilos porque hayan tenido dos buenas eliminatorias. Pero tampoco los boks que les arrasaron 35-7 en agosto en Londres, en su último enfrentamiento inmediatamente antes del mundial.

Una final a la altura del mejor partido que se puede ver

Cuando no estás muy familiarizado con el rugby, con sus reglas y los protagonistas, suele funcionar seguir la retransmisión en televisión. Y probar si engancha. El rugby tiene generalmente una excelente realización y esta edición se celebra en Francia, un país con gran tradición, del que hemos adoptado en España parte del vocabulario del juego. En estos eventos el contexto ayuda a entender. Lo que celebra la grada, lo que canta. Las ceremonias de cada lado: ¿Qué versión de la haka plantearán los neozelandeses? ¿Cómo reaccionarán los sudafricanos? ¿Acercándose a la cara de los rivales cruzando el mediocampo como en la final del 95? ¿Qué canta el capitán bokke Siya Kolisi en la salida del túnel de vestuarios? ¿Cuánto pesan las melés y cómo influye en el resultado?

Y las reglas del rugby permiten que se explique aunque no sean sencillas. El árbitro conversa con los jugadores, revisa las jugadas en las pantallas del estadio, consulta a sus compañeros, decide y explica la decisión. Y la audiencia, que se espera supere la de la anterior final (45 millones de espectadores), escucha nítidamente el momento. 

Un espectáculo a la altura del mejor partido que se puede ver, la final que guarda pasados gloriosos y vergonzosos. Hazañas deportivas y luchas políticas y sociales. Y esta vez se celebra el mismo día del Clásico del fútbol, pero esa es otra historia.

Fuentes

Web oficial de la Copa Mundial de Rugby



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Julieta Elena

Tiene más de 5 años de experiencia en la redacción de noticias deportivas en línea, incluyendo más de cuatro años como periodista digital especializado en fútbol. Proporciona contenido principalmente relacionado con el fútbol, como avances de partidos y noticias diarias. Forma parte de marcahora.xyz desde abril de 2023.

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