Fútbol

La vuelta al mundo del primer 'Niño' del Atleti antes de Torres … – Relevo



Los atletistas más jóvenes seguramente tendrán a Koke, Saúl y Fernando Torres entre sus ídolos, pero hubo un período oscuro, justo antes del ecuador de los años 90, en el que las rayas rojiblancas sobrevivieron como pudieron, huérfanas y con el miedo de no volver a ver brotar de su semillero a una gran estrella. Hasta que apareció Pepe de la Sagra. Y lo hizo por todo lo alto en el Vicente Calderón, el 15 de octubre de 1994, ante el gran Deportivo de La Coruña de Arsenio Iglesias y, por encima de todo, ¡de titular!

Tenía 18 años y, desde ese día, nada sería igual. Todas las esperanzas de futuro de la afición del Manzanares se agarraron a sus botas. El proyecto no salió como prometía, y no sería por condiciones. Para comprender el porqué, hay una historia que debe ser contada y es el propio futbolista el que abre las puertas a Relevo, no de su casa, sino las del pub de un amigo de toda la vida, el Crícket, en el Parque Cataluña, su barrio de Torrejón de Ardoz, para hacer un repaso a su explosión como futbolista, además de a alguna que otra linde de actualidad reciente en el Atleti. Eso sí, no logramos sacarle del agua con gas.

¿A los aficionados más jóvenes que no pudieron verle jugar, ¿quién le diría que es Pepe de la Sagra?

Pepe de la Sagra es un chico de barrio, de Torrejón de toda la vida, que salió de un equipo local humilde, el Rayito, y que, a partir de los 14 años, empezó su andadura en el Atlético de Madrid hasta sus 19. Entonces, comenzó otra vida fuera del mismo, pero también una vida profesional muy atractiva que le gustaría volver a repetir.

¿Y qué hace hoy en día?

Como lo definiría… Soy entrenador porque tengo el nivel 3, pero dentro de un cuerpo técnico puedo hacer de todo: analista, asistente, segundo entrenador… El último curso estuve en el Lleida Esportiu con mi amigo Pere Martí. En diciembre nos cesaron y me fui de segundo entrenador a La Nucía B. Anteriormente, había sido primer entrenador ocho años, desde categoría cadete a primeros equipos de Tercera División, paso previo a llegar al Hércules como coordinador de fútbol base y segundo técnico del primer equipo.

En una charla con el periodista Raúl Jiménez, más conocido como Menottinto, le definía en clave atlética como “el canterano que todos fuimos”…

Lo entiendo, pero yo no lo viví así. Era un chico que iba a entrenar y jugar. Sin embargo, me hizo mucha ilusión que toda una generación que acudía al Calderón en ese tiempo (1994) pensaran eso de mí. Llegué al Atleti con 14 años, en cadetes. Pasé por juveniles, Atlético B y primer equipo. Más allá de ello, ahora hay un montón de canteranos que van saliendo en todos los equipos y va dándose todo un poco más rápido. Antes costaba más llegar desde la cantera al primer equipo y, por eso, quizás, tenían esa visión de mí tras debutar en la Liga Forta y, posteriormente, con Pacho Maturana, en Liga ante el Dépor en casa.

Durante tal periplo, hizo un saque de honor en un derbi, ¿le podría haber tocado a cualquiera o le llamaron específicamente a usted?

A veces, veía en este tipo de detalles del club ese cariño especial que sentían por mi persona. La verdad que la foto del momento está muy chula porque salen Futre y Chendo… ¡y luego estoy yo! Por mucho que la busco no la encuentro, pero la tengo.

También estuvo presente en la remontada épica al Barcelona de Romario (4-3, en 1993) en el Calderón.

Estuve en la grada y fue brutal. Para mí, remontó el Calderón. Esa sensación la tengo presente todavía porque fue de esas veces que dices: ‘Joder, la afición juega’.

¿Cree que esa magia que tenía el Calderón le falta al Metropolitano?

Estoy seguro. He ido poco al Metropolitano, pero lo que se vivía en el Calderón era especial. Tantos años, tantos recuerdos vividos allí… No es que el nuevo estadio, que es una pasada, no lo vaya a tener, pero todavía no llega a eso. Te lo podría comentar el propio míster (Simeone) que, aunque hubiera menos gente, la cosa sonaba de otra manera.

En alguna ocasión comentó que pisar por primera vez el vestuario del Atlético B supuso un punto de inflexión, aunque lo suyo representó prácticamente un salto del juvenil al primer equipo. El entrenador que confió plenamente en usted fue Maturana.

Es un hombre que, cuando llegó, confió mucho en la gente joven, quería darle ese cambio generacional al Atleti. Pero los resultados no se dieron, las dinámicas fueron negativas y duró relativamente poco.

Su debut se dio contra el ‘Superdépor’ de Arsenio Iglesias, de titular…

Lo que recuerdo es que salía del entrenamiento el viernes y, de repente, me avasallaron todos los periodistas, empezaron a preguntarme… No sabía que iba convocado y, por lo visto, el míster no sólo lo había confirmado, sino también que seguramente iba a jugar. Desde que salí del entreno hasta que llegué a mi casa, y una vez allí, las radios… No es como ahora, que necesitas al jefe de prensa. Antes, te llamaban a casa cinco periodistas y te hacían preguntas sin ningún filtro, así que me sorprendió mucho. Luego, por supuesto, recuerdo el calentamiento y el ambiente cuando entras a jugar, con el Calderón llenó, ¡56.000 personas! Fue muy bonito.

En su mapa de calor entraba Mauro Silva…

Sí. Era mediocentro y me tocaba contra Mauro Silva, Donato… futbolistas de primer nivel mundial por aquel entonces.

Fueron épocas duras para el Atleti, al borde del descenso, hasta que aterrizó Radomir Antic y se consiguió el Doblete. Justamente, su llegada significó un frenazo en su progresión.

Eso es muy difícil de gestionar. Es fastidiado porque, en mi caso, podría haber tenido un poco más de ayuda externa, del club, para poder gestionar todas esas emociones, mantener los pies un poquito más en el suelo y haber tenido una carrera mucho más productiva en el Atlético de Madrid. Digámoslo así.

Complicado en lo personal, pero ese año también hubo alegrías, ¿no?

Tengo muy buen recuerdo del vestuario porque se creó ese año. No sé si el vestuario creó las victorias o las victorias crearon el vestuario. Todo el mundo siempre tenía algo positivo. Había muy buenas personas, pero cuando estaba Santi Denia, tanto dentro como fuera del campo la cosa funcionaba diferente. Pero es verdad que luego los mediocentros, tanto Simeone como Vizcaíno, las personalidades que tenían…

Santi y Simeone, como entrenadores, se puede afirmar que juegan a cosas diferentes. Igual constituían la mezcla perfecta.

No pueden ser todos iguales. Puede ser que, como jugadores, esa mezcla de mentalidades diferentes confluyera en éxito el año del Doblete.

Hablando de opuestos, en la situación que vivía (y vive) Joao Félix en el Atlético de Madrid de Simeone, ¿qué parte de culpa tiene el jugador?

No le conozco personalmente. Sí que es verdad que toda la inversión que han hecho, entiendo que se esperaba mucho más de él. La adaptación a un entorno, a otro país, a un entrenador, a un equipo… son muy importantes, pero no ha llegado a explotar en el Atleti. Estuvo en el Chelsea y tampoco. Es muy joven y si es reflexivo y consigue mejorar las cosas que le están pidiendo, entiendo que debe ser un jugador de nivel mundial. Te pongo un ejemplo que se me viene a la cabeza: David Villa. Estaba en el Barcelona, y cuando ficha por el Atleti el Cholo le hace jugar a algo totalmente distinto. Villa se pone el mono de trabajo, sabe donde está y es capaz de adaptarse a ese contexto y seguir siendo David Villa. A Joao Félix le falta ese punto de madurez que el asturiano sí tenía para llegar a comprender lo que le piden los entrenadores en cada momento de la temporada. ¿Que a lo mejor no es en el Atlético de Madrid? A lo mejor tiene que dar con otro entrenador que le encuentre ese punto…

La fidelidad de la afición a una idea, esos silencios en el estadio cuando hay un error que preceden al enfado… ¿Usted, siendo una gran promesa, cómo los sentía?

Pocos pitos hay en el Atleti cuando un jugador falla. A lo mejor hay un silencio y si es repetitivo, puede ser que el jugador lo note, pero lo normal es que la gente apoye. Recuerdo que en el filial, jugando los domingos por la mañana, con muy poca gente, esos pitos o ese murmullo se notaban más. Cuando hay mucha gente, el ruido que se escucha es global.

¿Hay algo especial que le provocase la salida del Atleti? Después de una generación en la que faltaba un gran proyecto de canterano, el siguiente, Fernando Torres, tardó años. Después, salió Koke. Pero no ha habido tantos en los que la afición creyese. Por eso verle marchar fue un shock.

Fue solamente un tema deportivo. El Atleti iba a jugar Champions, iban a hacer una inversión más grande. En el Atlético B ya se había pasado mi época. Estuvimos buscando una cesión, no salía nada y apareció la opción de ir al Barcelona B. Son caminos que tomas en la vida pensando que va a ser lo mejor para ti. Tomé ese camino, pero muchas veces miro atrás y yo tenía tres años más de contrato firmados en el Atlético de Madrid… Me hubiera quedado allí, que me hubieran ido cediendo para alcanzar ese poso y haber vuelto al primer equipo para ser parte importante del club. Ese pensamiento lo tengo en la cabeza, pero son decisiones que tomamos en ese momento pensando en lo mejor para mi carrera deportiva.

Se arrepiente.

No. Pero sí que me hubiera gustado tener una vida paralela para ver qué hubiera pasado. Estoy contento con lo que he vivido. Son decisiones muy sopesadas, venía con mucho detrás.

La fortuna no le acompañó en su paso del Atleti al Barça. Justo ese año se apuesta por Bobby Robson en el primer equipo, dejando el cruyffismo a un lado, e incluso en el filial se apuesta por Juande Ramos, un entrenador sin ese ‘ADN Barça’, y eso que su salto a de una entidad a otra respondió a una cuestión de estilo.

El fútbol que se practicaba en Barcelona con Cruyff, Quique Costas y la gente que había era atractivo para mi fútbol y la idea que me hubiera gustado desarrollar dentro del campo. Por mala suerte o por destino, llámalo como quieras, llega Robson con una idea opuesta y Juande al filial, también. ¿También sabes lo que coincidió ese año? Se aprobó la Ley Bosmann y se empezaron a abrir las fronteras en Europa. Fíjate si tuve suerte que en ese Barça B entrenábamos 33 jugadores. Eso hizo que el día a día no fuera lo ideal para un cuerpo técnico. Tenías que dejar fuera de la convocatoria a 15 personas cada fin de semana, era una locura.

¿Por eso decide cambiar de aires y salir a Portugal? Allí, sin embargo, se encontró con un fútbol de una agresividad que no esperaba.

Fue llegar allí y un martes ver a la gente vendándose y poniéndose espinilleras. No entendía a nadie, no hablaban español y da igual que no hubiera partido… todos los días se las ponían. En el Barça recuerdo que se entrenaba con calcetines cortitos y las espinilleras pequeñas. Y cuando llego allí, veo que la gente se pone espinilleras grandes, de esas que se hacían a medida. Ese fue mi primer contacto con el fútbol portugués y me impactó mucho. Cada vez que había algún juego de fútbol, aquello era una locura, el entrenamiento era muy duro. También tuve la mala suerte de llegar a un vestuario de 29-30 personas y era selección natural: el que llegaba sano al domingo, iba convocado.

Cruzar el charco fue el siguiente paso.

A veces, eso ya lo veo como a la desesperada: un ‘vámonos a México porque en España va a costar, he estado en Portugal y tampoco he llegado a ser importante como para llamar la atención y poder quedarme…’. Me salió la oportunidad de irme a Segunda división mexicana en Irapuato, un filial del Atlante, muy importante, que en aquel momento lo dirigía la empresa televisiva que había, y coincidí con Maqueda. Antes de ir, hablé con él, me dijo que allí se estaba bien y cogí la mochila y me fui.

¿Qué México se encontró?

Bueno, ya en el aeropuerto, si lo llego a saber… ¡no voy! Te van condicionando cuando vas a llegar: no cojas un taxi que no sea del hotel, no salgas de la acera, a las 22:00 en casa… Eso, ya en el avión y yo decía: ¡uf, dónde me estoy metiendo! Ya te van provocando ese miedo. Luego, cuando llegas allí, te pasan cosas como en la película de Traffic, esa es la realidad. Te choca porque aquí no habías visto nunca un arma, la policía va con escopetas en la mano, las seguridades en las zapaterías son chalecos y armas… Son cosas que te llaman la atención con 20 años.

En una de sus entrevistas cuenta que eran sus propios compañeros los que le ofrecían armas en el vestuario.

Es que era muy curioso porque, claro, al ver eso que pasaba en las calles, pues te decían: “¿Quieres una pistola calentita?”. Y yo preguntaba: “¿Qué es calentita?”. Pues que estaba recién usada, que las robaban… Te llama la atención que dentro de esa normalidad que se vivía en el vestuario, compañeros habían estado en balaceras, como lo llamaban ellos. En la calle habían vivido ese tipo de situaciones que aquí son impensables. Cuando sale en las noticias “ha habido un tiroteo, un ajuste de cuentas…”. ¡Allí sí que son tiroteos! De ver los coches con agujeritos, como queso gruyer.

¿En algún momento se planteó ir armado por su propia seguridad?

En la ciudad donde estaba, no. Pero cuando ibas a México D.F. a tramitar los papeles de la residencia y demás, sí que, joder, te habían hablado tanto… Y llegas a los sitios, al hotel, y hay tanta seguridad por dentro para que no entre nadie que no se pasa bien del todo. Dicho esto, yo en México no he pasado apuros. Tengo buenos amigos, sigo hablando con ellos por redes.

¿Volvería?

En un momento dado, dije que no volvería a cruzar el charco de Centroamérica para abajo. Ahora, las cosas se van normalizando, los técnicos se van a China, Japón, Brasil, México… y, ¿por qué no? También es verdad que tengo eso en la mochila que me hace ser algo reticente.

Volvió a España, al Cacereño, tras romperse la rodilla y ser intervenido en México, y gozó de un paso muy breve para dar rápidamente un salto de Segunda B a Ligue 2, al Niza.

Llegué medio engañado, supuestamente con el contrato hecho, pero empecé a entrenar sin haberlo firmado. El entrenador me vio la primera semana y me hizo firmar enseguida porque el Niza me iba a mandar al Lugano, a jugar a Suiza. Fue curiosísimo. Iba a coger el coche, en el parking, y el hombre iba a salir con el suyo y me preguntó: “Y tú, ¿por qué te quieres ir a Lugano?”. Y yo le dije: “No, no me quiero ir. Si tú me dices que me quieres, me quedo aquí, que estoy a gusto aquí”. Al día siguiente, me hicieron un contrato de cuatro años.

En aquella época no era tan normal encontrarse a compañeros españoles en el extranjero y allí eran tres: Carcedo, Cobos y usted. Se puede decir que el Niza estaba españolizado. ¿Qué tal allí?

También tuve dos compañeros argentinos: Pablo Rodríguez y Emiliano Román. En Niza pasé dos años fantásticos, me sucedió un poco como en el Atleti con Maturana. Di con un entrenador que me vio la primera semana y dijo: ‘este chico, es él y 10 más, voy a hacer el equipo para que disfrute’. Como siempre tengo suerte, a este entrenador en las primeras jornadas, lo cesaron y llegó otro y dejé de tener protagonismo. Como me pasó con Maturana en el Atleti, que salió, llegó Jorge D’Alessandro y dio un vuelco a la plantilla.

Entrando en un lado más personal, de su infancia, este medio encontró en la Peña Barcelonista de Torrejón una foto que sorprende, de un equipazo, con Guti y usted entre sus componentes. Serían invencibles, ¿no?

Con Guti había jugado en el Rayito mucho tiempo y nos esparcimos. Aun así, cuando llegaban las fiestas y los maratones, aunque no deberíamos jugarlos (sonrisa), eso de volver a juntarnos con los amigos de toda la vida siempre nos tiraba. A los 16 ó 17 años, estás entrenando todo el año y cuando llega el verano te apetece estar con los tuyos para seguir jugando al fútbol. Además, nosotros antes es lo que hacíamos, no había Play Station ni móviles. Era estar en la calle jugando al fútbol y era muy bonito. Peligroso, porque a nivel de cabeza no se debía hacer, pero bonito porque lo hacías con amigos de toda la vida.

En eso, el fútbol también ha cambiado. Se está perdiendo esa esencia que sale de la calle. Ahora, juegas desde pequeño en césped cuando antes tenías que controlar un Mikasa FT-5 en campos terribles, lo que ayudaba a pulir la técnica individual. Como entrenador, ¿busca jugadores con este perfil?

Cuando ves talento diferente es muy difícil no ponerlo, aunque normalmente los tienen los más poderosos. Eso sí, en cada categoría siempre están los desequilibrantes en sus posiciones. Cada vez que subes una categoría, se incrementa la velocidad del juego. Todo eso se tiene, pero la esencia del fútbol necesita ‘Abdes’. Abde era un jugador de la calle que en dos años estaba en el Hércules y, de repente, da el salto al Barça, a Osasuna y es internacional. Eso todavía se busca y se paga porque no lo hay.

¿Coincidió con él?

Yo estaba en el cuerpo técnico del primer equipo del Hércules, hice pretemporada con él, pero esa misma pretemporada se marcha al Barça. Lo que hacía en esa categoría lo lleva a cabo y lo hace en Primera División. Es un jugador de ese talento. No le impone ningún escenario. Hace lo mismo en el Rico Pérez que en el Camp Nou. Sale a jugar como en la calle con sus amigos.

Es curioso, con el trabajo que hay de scouting hoy en día, que no estuviese antes en una cantera de un gran equipo.

Es extraño porque, además, llegó al Hércules ya mayor, no con 14 años, sino con 18. Pasó por el filial, el primer equipo y solo estuvo un año. Es curioso. Son casos que te hacen todavía tener esperanza en esa gente de la calle. A los chicos también les llena de esperanza que alguien que no estaba en canteras importantes llegue al Barcelona así de un chispazo.

Mil gracias por atendernos. Una última pregunta, ¿entrenaría a la U.D. Torrejón C.F.?

Por supuesto, claro que sí (sonrisa). Pero también está el lado personal, mi familia está en Alicante…

Bor González

Bor
González
ejerce
como
médico
de
cabeceras.
Se
encarga
de
sacar
jugo
a
la
portada
de
Relevo
y
de
levantar
piedras
para
ver
qué
historias
esconden.
Conoció
la
estabilidad
en



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Marc Valldeperez

Soy el administrador de marcahora.xyz y también un redactor deportivo. Apasionado por el deporte y su historia. Fanático de todas las disciplinas, especialmente el fútbol, el boxeo y las MMA. Encargado de escribir previas de muchos deportes, como boxeo, fútbol, NBA, deportes de motor y otros.

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