Entretenimiento

Historia(s) de la institución-cine digital en Bolivia (2…


La cinematografía boliviana, como la de todos los países, también ha sido tocada por esta gran revolución digital, lo que se hace patente en el abrupto aumento de películas producidas en el comienzo del siglo XXI. Por supuesto, la respuesta más simple y sencilla para explicar este fenómeno tiene que ver con el abaratamiento de los costos de producción que implica el digital. 

Pero esta respuesta parece ser insuficiente, puesto que solo considera un factor para explicar la aparición de una gran cantidad de cineastas que empiezan a producir. El abaratamiento de los costos es evidentemente un factor importante, pero no el único. Por tanto, es necesario echar mano de otros elementos para tratar de entender lo que sucede en el cine boliviano con la aparición del digital. Esto requiere un acercamiento transdisciplinar y la propuesta de un entramado complejo. 

De ahí que lo que se propone en estas páginas es un acercamiento al fenómeno del cine digital, pero también la construcción de un modelo histórico que dé cuenta de los varios factores que posiblemente estén presentes en esta explosión de creatividad relacionada con el cine. Así como en la teoría del cine mundial lo digital implica retos conceptuales, el análisis de lo que sucede en Bolivia debería permitir repensar las categorías propuestas hasta el momento para otra comprensión del fenómeno que interesa aquí.

El cine boliviano en el digital

¿Qué es lo que sucede en el periodo histórico comprendido entre el 2003 y el 2019 que permite, por lo menos de manera cuantitativa, romper con la constante inestabilidad del cine boliviano? Es difícil sostener una absoluta continuidad entre el cine realizado en celuloide durante el siglo pasado y el que se hace ahora en digital. De hecho, en algunas críticas de películas bolivianas, aunque con cierta timidez, se habla de un “nuevo cine boliviano” (Gumucio Dagron, 2017). Sin embargo, no es primordialmente en los discursos o las estéticas donde se van a encontrar estos elementos de ruptura, sino más bien en un contexto más grande, en la institución-cine. 

La institución-cine no es meramente la totalidad de las películas, sino un sistema complejo de elementos muy heterogéneos. El cine es una tecnología, un determinado modo de producción, distribución, exhibición, legitimación, representación y formación, y una serie de estructuras institucionales/legales. Todos estos elementos, como se tratará de mostrar en las páginas siguientes, son solidarios entre sí. Es decir, una modificación sobre uno puede llegar a afectar a los demás.

 En ese sentido, la tecnología digital ha cambiado las maneras de representar, producir, distribuir y exhibir el cine, además de haber permitido ampliar las posibilidades de formación y de plantear nuevos retos en la legitimación de los filmes. Así pues, el digital, como pocas tecnologías en la historia del cine, ha cambiado radicalmente todas las instancias que tienen que ver con dicho arte. Tanto así que se ha vuelto un tópico común, tanto en la crítica como en la investigación, hablar de la muerte del cine. 

Resulta insuficiente decir que el digital ha traído una democratización en el cine sólo porque los costos de producción se han reducido enormemente (Lacunza, 2011). En efecto, según Banegas y Quiroga (2014), una película en celuloide costaría en promedio 600.000 dólares, mientras que es posible encontrar filmes bolivianos realizados en digital por menos de 20.000 dólares. En consecuencia, debido a la reducción de costos de producción, ahora es más fácil hacer filmes y, por tanto, ha habido un aumento significativo en este rubro. 

Pero, además de una consecuencia económica/tecnológica, el digital permite pensar en otros modos de producción. Según Espinoza y Laguna (2018), los cineastas han dejado de esperar a un mecenas milagroso (incluyendo al Estado) y han entendido que, si quieren expresar algo, solo es necesario una computadora, una cámara y una idea. Esta formulación se acerca mucho al romántico dicho de Rocha: “una cámara en la mano y una idea en la cabeza”, por lo que no es una idea completamente nueva. En esta veta o tendencia, ya no se trata de pensar en el cine-maquinaria del celuloide, sino más bien, el cine-lápiz del digital. Por el otro lado, de forma paralela a esta realización artesanal, aparecen otras que podrían ser llamadas, con ciertos reparos, “industriales”, en tanto elaboran una estrategia de producción basándose en financiamientos de fondos internacionales o a partir del apoyo (reducido) de la empresa privada. 

Ahora bien, estos procesos no empiezan con la llegada de la primera cámara digital a Bolivia ni aparecen con el primer filme realizado en dicho formato. Hay una historia detrás que da cuenta de las dificultades que implicaba hacer cine en celuloide, las opciones que jóvenes cineastas han encontrado como soluciones y la manera en la que el digital se ha ido estableciendo de a poco como formato por antonomasia para la realización cinematográfica. Un proceso que no ha estado exento de tensiones entre la generación que empieza a hacer películas durante el siglo pasado y los que inician su obra después de los años 2000. En esta historia hay un intento de parte de los realizadores de pensar en la especificidad del cine. Es decir, aunque de manera incipiente, también aparecen discursos sobre la legitimación de un modo de representación y producción. Este pensar el cine se enmarca en un proceso histórico. 



Source link

Antea Morbioli

Hola soy Antea Morbioli Periodista con 2 años de experiencia en diferentes medios. Ha cubierto noticias de entretenimiento, películas, programas de televisión, celebridades, deportes, así como todo tipo de eventos culturales para MarcaHora.xyz desde 2023.

Related Articles

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Back to top button