Rugby

Sudáfrica: entre el triunfo de los Springboks, la corrupción y el no alineamiento alineado – El Economista


Los fenmenos deportivos suelen galvanizar una sociedad y postergar sus divisiones y quejas. Es cuanto ocurri con el triunfo de la seleccin sudafricana –los Springboks– en el Mundial de Rugby celebrado en Francia durante setiembre-octubre de 2023. Sin embargo, como en tantos otros casos, las consecuencias favorables suelen ser efmeras.

Es que la realidad se impone, ms all del momento de euforia colectiva. Hoy, buena parte de los sudafricanos de cualquier etnia o religin son fervientes admiradores de los jugadores Springbok, una especie de gacela autctona del pas que da el nombre al conjunto nacional del juego con pelota ovalada.

No siempre fue as. Por el contrario, hasta la cada del rgimen de segregacin racial, conocido como “apartheid”, en 1990, el rugby fue un deporte casi prohibido para los autctonos del pas. Fuesen xhosa o zules. El fin del odioso rgimen permiti, tmidamente, que algunos de los otrora denominados “hombres de color” se acercasen al “exclusivo” deporte.

Pero fue el presidente Nelson Mandela quin dio el salto que permiti que los Springbok y el rugby fuesen patrimonio de toda la nacin. Resistido o ignorado al principio por la mayora africana, Mandela logr un respaldo casi unnime para los “rugbiers” que capitaneaba por aquel entonces Franois Pienaard quin comprendi y respald la idea de unir la nacin.

Esa seleccin -que slo contaba con un autctono- conquist la copa mundial de 1995 que se celebr en el pas, con un Mandela eufrico que visti, en la final frente a los All Blacks -la seleccin neozelandesa- la camiseta sudafricana. Y el milagro se produjo, la nacin entera vibr y adopt a los Springbok como un smbolo nacional.

Desde entonces, con el actual, Sudfrica gan otros tres mundiales, un torneo que se lleva a cabo en distintas sedes cada cuatro aos. Y, desde entonces, la presencia autctona en la seleccin avanza a travs de su participacin creciente en el nmero de jugadores.

Es ms, el flamante campen mundial es ahora capitaneado por Siyamthanda -Siya- Kolisi, un hombre proveniente de los “townships” -barrios precarios y emergentes- de la ciudad de Port Elizabeth, hijo de padres adolescentes, con una niez y una adolescencia de marginalidad. Hoy, adems de su capitana, Kolisi preside una fundacin contra la desigualdad en el pas.

En Pars, a la final, asisti el presidente Cyril Ramaphosa y, como Mandela, entreg la copa al conjunto ganador. Para muchos sudafricanos, Ramaphosa debera tomar ejemplo de los Springbok. Sobre todo, a la hora de elegir sus colaboradores. “Las personas correctas en las posiciones correctas”, es el reclamo que se le formula.

La Copa del Mundo ya pas. Y con ella, pas la euforia del triunfo. La realidad retoma su lugar. La alegra cede lugar a la impotencia frente a la degradacin de las infraestructuras, a la generalizacin de la corrupcin, a la inseguridad o a la crisis de la electricidad. Una realidad aplastante que solo el rugby y los Springbok hicieron olvidar… por un instante.

Y la cosa se ampla. Para algunos, el triunfo sudafricano representa una reivindicacin del Sur frente al Norte. Consideran, al respecto, que solo Inglaterra accedi a las semifinales del Mundial. Los otros tres finalistas fueron los sudafricanos, claro, los neozelandeses y los argentinos.

La Copa del Mundo ya pas. Y con ella, pas la euforia del triunfo. La realidad retoma su lugar. La alegra cede lugar a la impotencia frente a la degradacin de las infraestructuras, a la generalizacin de la corrupcin, a la inseguridad o a la crisis de la electricidad. Una realidad aplastante que solo el rugby y los Springbok hicieron olvidar… por un instante.

Como siempre, la poltica pretende tirar agua para su molino tras los xitos deportivos, culturales o cientficos. Tan absurdo como pretender que Nueva Zelanda forma parte del “subdesarrollo anti imperialista” por aquello del sur…

BRICS y algo ms…

Junto con el Brasil del exmetalrgico Luiz Inacio da Silva, la Sudfrica del presidente Cyril Ramaphosa pretende construir un liderazgo a imagen y semejanza del otrora tercermundismo y su no alineamiento.

Al respecto, previo a la reciente reunin de los cinco miembros del BRICS, el 22 de agosto de 2023, Ramaphosa intent poner las cosas en su lugar. Repito: en “su” lugar, al afirmar que “Sudfrica no se dejar empujar en una competencia entre potencias mundiales”.

Pol

A los odos del nacionalismo y su retrica chauvinista suena bien, pero es el colmo de la falta de seriedad porque. Qu es el BRICS? Es la reunin de Brasil, India y Sudfrica con… Rusia y China. Es decir, de Sudfrica con dos de las tres potencias mundiales vigentes.

Vamos ms all. Hasta el momento, Sudfrica rechaza condenar la invasin rusa a Ucrania y tampoco hace lo propio con el salvajismo de Hamas, su toma de rehenes y sus asesinatos de civiles en Israel. Sin ruborizarse, Ramaphosa asegur que su pas est comprometido con “una poltica de no alineamiento”.

Cyril Ramaphosa y su par de Brasil, Lula da Silva
Cyril Ramaphosa y su par de Brasil, Lula da Silva

Muy difcil de creer. En particular, frente al “buscado” presidente ruso Vladimir Putin cuya detencin reclama la Corte Penal Internacional (CPI) por crmenes de guerra cometidos en Ucrania. Es ms, Putin no asisti a la cumbre del BRICS ante el temor de ser arrestado.

Qu pas? Una de dos, o Ramaphosa le solicit que permanezca en Rusia para no quebrar la adhesin del pas al tratado creador del CPI, o Ramaphosa desconfa de sus propias fuerzas de seguridad dispuestas a cumplir el mandato internacional.

En su diletante y tardo tercermundismo, el presidente sudafricano considera que el BRICS debe ampliarse. Alrededor de cuarenta pases pidieron su adhesin al grupo. Entre ellos, por ejemplo, la Argentina e Irn o Arabia Saudita, junto con Egipto, Etiopa y los Emiratos rabes.

Al menos, nadie puede negar que las nuevas inclusiones son por dems variadas. Los otrora aliados occidentales como Arabia Saudita, Emiratos Arabes y Egipto, en convivencia con rusos y chinos y, en particular, con los ayatolas de Irn. Es decir. con los sostenes de Hamas, Hezbollah, los Huts yemenitas y la dictadura siria de Bashar El-Assad.

O la mezcla de Argentina con Irn. Un tema que sobrevuela por sobre los pedidos de captura para seis dignatarios iranes por la voladura de la mutual juda AMIA en Buenos Aires, en 1994.

Pero Ramaphosa pasa todo por alto y mezcla el agua con el aceite, aunque resulten imposibles de mezclar. En rigor fue un instrumento til, tambin lo fueron el presidente Lula y el primer ministro Modi -aunque en mucho menor medida-, para los propsitos rusos y las ambiciones chinas.

Para China, se trata de acrecentar su influencia en el Sur global, en su enfrentamiento con los Estados Unidos. Para Rusia, se trata de quebrar su aislamiento internacional tras la artera invasin a Ucrania.

Con todo, Ramaphosa obtuvo una victoria. Logr desarmar la resistencia de la India -rival regional de la China- que desconfa de los avances hacia el sur de la dictadura del Partido Comunista chino, y la de Brasil, cuyo presidente suea con una cuota de liderazgo mundial que d sentido a la poltica internacional de su tercer gobierno.

De su lado, los Estados Unidos siguen muy de cerca los acontecimientos sudafricanos. En particular, la relacin cada vez ms estrecha con Rusia y su autcrata gobernante, Vladimir Putin.

A disgusto, debieron callar cuando el partido oficialista sudafricano se pronunci a favor de abandonar el tratado de adhesin a la Corte Penal Internacional, dado que los propios Estados Unidos jams lo firmaron. Ramaphosa se hizo eco durante un da y al siguiente explic que se haba tratado del consabido “error de comunicacin”, para cubrir la marcha atrs.

Pero alzaron la voz respecto de la colaboracin militar de Sudfrica con Rusia. El embajador norteamericano en la capital Pretoria denunci que un carguero ruso anclado en un puerto militar cerca de Ciudad del Cabo fue cargado con armas y municiones. Otra vez, Ramaphosa “surfe” la denuncia y habl de una investigacin…

Impunidad que no es ficcin

No, no se trata de un film basado en un “best seller”, aunque merece serlo. Es una historia real sobre proteccin e impunidad que supera los lmites de la ficcin.

Si alguien caracteriza la corrupcin en los ms altos estamentos estatales, ese alguien es el expresidente Jacob Zuma. En junio del 2021, Zuma fue condenado a quince meses de prisin efectiva por ultraje a la justicia, debido a que se neg a declarar ante una comisin investigadora sobre la corrupcin masiva que caracteriz a su mandato.

Un mes despus, el 18 de julio, Zuma entr a prisin. Automticamente, se produjeron disturbios en las grandes ciudades sudafricanas con un saldo de ms de trescientos muertos. El propio presidente Ramaphosa, ex vicepresidente de Zuma, debi reconocer, por aquel entonces, que la democracia sudafricana corra peligro.

En cuanto a Zuma, inmediatamente fue trasladado a la enfermera de la prisin donde, presuroso, un mdico emiti un apuradsimo informe que explicitaba que Zuma padeca una “enfermedad terminal avanzada” sin catalogarla, pero suficiente para reclamar la “inmediata libertad”.

Junto con el Brasil del exmetalrgico Luiz Inacio da Silva, la Sudfrica del presidente Cyril Ramaphosa pretende construir un liderazgo a imagen y semejanza del otrora tercermundismo y su no alineamiento.

La cuestin pas a manos de un consejo mdico que rechaz el informe anterior, pero el amigo de Zuma y director de prisiones, un tal Arthur Fraser, orden su puesta en libertad. No es cualquiera este Arthur Fraser. Fue jefe del servicio de inteligencia sudafricano. Fue quin hizo desaparecer las pruebas sobre la corrupcin de Zuma.

Hubo que esperar hasta noviembre del 2022 para que la Corte Suprema de Apelaciones de Sudfrica revise las decisiones del tal Fraser y las considere “ilegales e inconstitucionales”. Entonces, Zuma deba cumplir la condena, aunque eran los servicios penitenciarios los encargados de definir cunto resta de pena por cumplir.

Tantas idas y vueltas parecen terminar cuando la Corte Constitucional decide que debe cumplir la casi totalidad de la condena.

Dur poco el imperio del Estado de Derecho. S, es cierto, Zuma retorn a prisin y estuvo encarcelado durante… una hora. Ocurre que, segn el gobierno Ramaphosa, el ex presidente no “goz” de ningn tratamiento especial, sino que corri la suerte de todos quienes por una causa u otra fueron condenados a la privacin de libertad.

Sin un atisbo de rubor, el gobierno explic que Zuma se benefici de una reduccin de penas general, firmada por Ramaphosa, debido a los problemas de superpoblacin carcelaria. Fue el azar que determin que la firma del respectivo decreto por el presidente Ramaphosa ocurriese y fuese puesta inmediatamente en vigor solo minutos despus del ingreso de Zuma a prisin…

Entonces, as, sin contemplacin especial -segn el ministro de Justicia- Zuma recuper su libertad. Ya no temporal, sino definitivamente. Pasaron tres aos desde el dictamen mdico que “detect” la “enfermedad terminal avanzada” del ex presidente. A juzgar por las imgenes eufricas de Zuma, tras finalizar su hora en prisin, parece que el avance… dej de avanzar.

Colapso energtico

Como siempre ocurre, la corrupcin desemboca en crisis que afectan a la mayora de las personas. En gran medida, el problema va ms all de las propias crisis. Y es as, porque buena parte de la poblacin no vincula ambos fenmenos. Por el contrario, a cambio de asistencialismo, acepta versiones estrambticas sobre las causas de dichas crisis.

Claro que no en todas partes es igual. Pero es una constante entre los gobiernos populistas del otrora denominado “tercer mundo”. Y el caso sudafricano no es la excepcin.

El pas padece una crisis energtica de proporciones que se extiende, de manera creciente, desde hace ms de un ao, producto de diversas causas. El resultado consiste en que los sesenta millones de sudafricanos solo reciben electricidad durante no ms de algunas horas diarias.

El pas padece una crisis energtica de proporciones que se extiende, de manera creciente, desde hace ms de un ao, producto de diversas causas. El resultado consiste en que los sesenta millones de sudafricanos solo reciben electricidad durante no ms de algunas horas diarias.

La respuesta oficial a la crisis fue la declaracin del estado de catstrofe por parte del presidente Ramaphosa durante su mensaje anual sobre el estado de la Nacin pronunciado desde la municipalidad de Ciudad del Cabo.

El estado de catstrofe permite desbloquear fondos destinados a otros usos y volcarlos a la bsqueda de soluciones -en realidad, de paliativos- frente a la crisis elctrica.

A la fecha, la empresa que produce el 90% de la electricidad sudafricana carga con una deuda que, a febrero de 2023, totalizaba US$ 23.000 millones. Adems, la mayor parte de su produccin surge de centrales trmicas, en gran medida alimentadas con carbn mineral, que presentan un estado de vetustez superior a los cuarenta aos.

Sud
Sudfrica enfrenta un colapso energtico feroz

Polucin y vetustez, aunque graves, originan solo una pequea parte del faltante. El grueso proviene de la corrupcin. No se trata solo de tolerados -y en algunos casos, inducidos- robos de cables para la reventa de los hilos de cobre. Se trata de desvos de fondos. De la recaudacin por los servicios y de los aportes extranjeros para la transicin energtica.

No se trat de denuncias annimas. Quin las formul fue el director de la empresa estatal Eskom, Andr de Ruyter, quien explic el funcionamiento corrupto que atribuy a polticos, inclusive un ministro, del oficialista Congreso Nacional Africano, el partido del legendario Nelson Mandela.

De Ruyter denunci que los robos de materiales y piezas de recambio se llevan a cabo de manera organizada para obligar a llamar a licitaciones para su reemplazo, pero… a precios exorbitantes. Cuando no son robados, son destruidos. Obviamente, el sabotaje cumple el mismo rol: la recompra con valores recargados.

La direccin de Eskom enfrent graves problemas cuando decidi atacar la corrupcin. El propio de Ruyter sufri un intento de asesinato a travs de un envenenamiento. Los gerentes de algunas plantas caminan con chaleco anti balas, rodeados de guardaespaldas que tambin deben proteger a sus familias.

Por supuesto, el Congreso Nacional Africano niega toda responsabilidad sobre la corrupcin. Como si semejante desfalco -calculado en US$ 50 millones mensuales- fuese posible sin la participacin gubernamental.

Es ms, todo indica que Cyril Ramaphosa ser nuevamente candidato oficialista para las prximas elecciones presidenciales. La impunidad a la orden del da.





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Julieta Elena

Tiene más de 5 años de experiencia en la redacción de noticias deportivas en línea, incluyendo más de cuatro años como periodista digital especializado en fútbol. Proporciona contenido principalmente relacionado con el fútbol, como avances de partidos y noticias diarias. Forma parte de marcahora.xyz desde abril de 2023.

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