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Perdió a sus padres a los 6 años y le diagnosticaron una extraña condición, pero se convirtió en un ejemplo de superación y jugó 12 años en la NBA – infobae


Randy Foye, ex jugador de la NBA
Randy Foye, ex jugador de la NBA

A veces, la vida te pone a prueba. Demasiado pronto y con golpes demasiados fuertes -y seguidos- que pueden dejarte nocaut, tendido en el piso, sin ganas de levantarte. O, simplemente, te pueden generar una bronca interior tan grande que te saque la alegría, las ganas de seguir luchando, de continuar por el buen camino… Randy Foye había cumplido recién dos años cuando su padre tuvo un accidente en moto y falleció. Y apenas seis cuando su madre Regina, de apenas 19 años, desapareció luego de su graduación del jardín para nunca más volver, dejando un vacío tan grande como la incertidumbre que generaba su desconocido paradero… Su abuela Betty y la tía Ruth se hicieron cargo de la crianza, pero poco tiempo después, cuando recién había cumplido nueve años y todavía cada día costaba emocionalmente el doble, Randy recibiría otra mala noticia: le descubrieron una alternación física amenazante llamada “situs inversus”. En la jerga médica se la denomina así a una extraña alteración física que hace que sus órganos internos estén invertidos de lugar. Un combo que hubiese devastado a cualquier ser humano, más si le sumamos el vivir en constante peligro en un barrio complejo en Newark, New Jersey.

Pero nada de lo que le pasó lo detuvo en su camino. Tal vez haya colaborado su esencia, ser un luchador, lo bien que estuvo rodeado y protegido, tener autoestima y también el haber podido encontrar el talento en su vida, en este caso jugar al básquet. El de Randy Foye es otro caso más en la historia de cómo el deporte salva vidas. Y cambia destinos. En su caso, desde chico jugó muy bien en los playgrounds (los potreros en USA), brilló en el secundario, se destacó a nivel universitario y cumplió el sueño de tantos: llegar a la NBA. Jugó 12 temporadas, pudieron ser más según su visión, pero se retiró con promedios de 10.3 puntos y casi 26 minutos, siendo valorado en cada una de las siete franquicias por las que pasó. “Todo lo que tuve que soportar y pasar me convirtió en lo que soy hoy. No cambiaría nada de lo que me ha sucedido en la vida”, es la frase que más impacta del jugador. En esta nota el detalle de un camino que no es para cualquiera… Aunque le puede servir a cualquiera en su vida.

Nacido el 24 de septiembre de 1983, en Nueva Jersey, Randy asegura no recordar nada cuando la familia recibió la noticia que su padre, tras un accidente en su moto, había fallecido. Algo más se le viene a la mente de cuando Regina desapareció, en 1989. “La última imagen que tengo de ella es parada, sonriente, con un vestido de flores, en mi graduación del jardín de infantes”, rememoró Randy para una nota con ESPN en 2017. Pero nadie supo nada más. Nada. Hasta casi tres décadas después, cuando regresó a la zona de Nueva York, contó su historia en una entrevista y una autoridad médica logró desenmarañar el caso, buscando entre muertes sin identidad ocurridas en fechas cercanas a la que había mencionado el jugador. Por décadas, Foye convivió con distintos estados de ánimos (tristeza, bronca) y dudas. ¿Está viva o muerta? ¿Se fue o se la llevaron? ¿Por qué no volvió? ¿No pudo o no quiso? Y esas incógnitas fueron peor que la verdad, cuando la verdad salió a la luz en 2016. Allí fue cuando encontró la paz…

“No supe bien qué estaba pasando hasta que tuve 9 o 10 años. Primero me dijeron que ella estaba en el trabajo, luego de vacaciones. Y luego mi abuela me dijo que había sido raptada y asesina, que la última vez que la habían visto había sido subiendo a una camioneta en Newark… Nada fue fácil de aceptar”, admitió. Randy siguió con sus averiguaciones hasta que supo que ella traficaba drogas, pero nunca pudo definir cuál era su parado. Y si realmente estaba muerta…

Beth y Ruth se hicieron cargo de Randy, lo mismo que algunos vecinos del barrio, quienes colaboraron al darse cuenta lo que había pasado. Era eso o dejarlo librado a un barrio complejo como North Newark. “En el vecindario siempre pasaba algo confuso o peligroso. Yo, recuerdo, que estaba siempre concentrado, atento, sabiendo para dónde tenía que correr si algo pasaba… Son cosas a las que me acostumbré, por eso luego, en la cancha de básquet, encontraba paz. Porque todo era más fácil, más tranquilo. Era sólo un juego…”, explicó dejando claro que lo verdaderamente pesado le pasaba afuera.

No fueron años sencillos. Para él ni para quienes lo tuvieron a cargo.

“Yo sabía que había presión sobre mis abuelas, o mi tía con quien me quedaba, para que pusieran comida en la mesa. Y en esos momentos yo siempre estaba tranquilo. Siempre solía decirles: ‘Lo tenemos esta noche, estamos bien’. O, ‘no te esfuerces, comeré en la escuela’. O algo así: ‘No te preocupes, abuela’”, comentó. Era la forma de sacarles presión. Lo mismo que cuando le preguntaban sobre la ausencia de su madre. “Hay chicos que la pasan peor que yo porque su madre muere o desaparece cuando son adolescentes. Y eso es peor, porque tenés más recuerdos. Sólo decir eso para enmascarar mi tristeza”, admitió quien durante su estadía en la Universidad de Villanova decidió hacerse un tatuaje de su madre en el costado derecho de su pecho.

Randy Foye y su madre en 1986
Randy Foye y su madre en 1986

Igual, lo más difícil para él, y la familia, era esta situación de que cuando una tormenta parecía estar pasando, llegaba la otra. Y, a los nueve años, cuando de a poco se adaptaba a la vida sin su madre, llegó la noticia de su problema médico. Una gripe se transformó en una neumonía y el pequeño Foye tuvo que ser hospitalizado. Allí descubrieron esta anomalía que aqueja a sólo una de cada 10.000 personas en el mundo. En los números no luce como algo tan extraño, pero como tiene poca difusión y, de por sí, es un tema que impresiona, no fue nada sencillo hasta que pudieron conocer de qué se trataba.

Por lo pronto, su corazón está más inclinado hacia la derecha, su hígado se encuentra a la izquierda; y el estómago, al revés. “Todo como en espejo. Es bueno, porque sos único”, contó él, entre risas. “Siempre supimos que Randy era único, desde niño, por cómo soportó todo. Esto definitivamente confirmó lo que pensábamos”, admitió su abuela. La tranquilidad llegó cuando le explicaron que esta anomalía no le supondría ningún riesgo para su salud. Los médicos sólo le avisaron que tiene una mayor probabilidad de sufrir bronquitis e infecciones respiratorias, algo que realmente ha sucedido pocas veces, según el jugador, quien cuando llegó a la NBA, se convirtió en el único atleta de los cuatro principales deportes estadounidenses que tenía esta condición. La diferencia con el resto sólo ha sido una anécdota.

Fueron años en los que Randy se aferró al básquet, aunque con algunos desbordes emociones y comportamientos que lo describen “como un dolor en el culo”, según Bryant Garvin, un entrenador y maestro que conoció a Foye cuando era un talentoso estudiantes de primer año en la secundaria East Side en Newark. Se trataba de un adolescente desafiante que encontró Garvin una figura paterna, “pero también un tío o un hermano. Cumplió todas las funciones en aquella época”, precisa. Cuando asumió como coach de aquel secundario, Garvin encontró en Foye a alguien con sus mismos problemas, cuando creció en Chicago, con una madre con trastornos mentales y un padre alcohólico. Lo comprendió pero, a la vez, le puso los límites. “Acá se hacen las cosas como yo digo, porque este es mi programa. Y las cosas son así en la vida, ninguna es fácil”, le solía repetir. Una relación de aprendizajes que terminó con el título estatal en el último año de Foye. Aunque, en realidad, no terminó. Siguió cuando Foye eligió la Universidad de Villanova, en las afueras de Filadelfia. Cada fin de semana, Gavin manejaba hasta allí para buscarlo, verlo jugar y compartir momentos.

A todos ellos se aferró Randy en los momentos más duros. “Gavin me dijo que voy a ser un jugador de la NBA, así que quería ser un jugador de la NBA; para mí eso habría sido un fracaso si no lo hubiera hecho. Mi abuela y mi tía me decían: ‘Te vas a graduar de la universidad’. Bueno, en mi tercer año podría haberme ido porque tuve una gran segunda mitad del año, pero decidí quedarme después de tener esa conversación con mi abuela acerca de obtener mi título universitario. Así que ahí es donde tenía miedo de fallar. No tengo miedo de fallar en la cancha. Tengo miedo de fallar con las personas que realmente están ahí cuando estás deprimido, que están ahí para hablar contigo”, contó Foye, quien tuvo una estupenda carrera universidad en Villanova. En su cuarto y último año promedió 20.5 puntos, 5.8 rebotes y 3 asistencias, siendo elegido el mejor jugador de su división.

Foye fue elegido N° 7 en el draft por los Celtics, pero inmediatamente sus derechos pasaron a Portland. No había llegado a ponerse contento -o a pensar cómo se insertaría en los Blazers- cuando lo mandaron a Minnesota por Brandon Roy. Su carrera universitaria y aquella alta selección le generaron una alta expectativa pero aquellos cambios y el comienzo en los Wolves lo sacudieron. “Quería ser una estrella”, dice, y todavía cree que podría haberlo sido si no hubiese sido por las lesiones y los movimientos que estuvieron fuera de su control. En su tercera temporada, la mejor, promedió 16.3 puntos, pero a las pocas semanas de haberla terminado, fue canjeado a Washington. Otro golpe inesperado. En los Wizards sólo se quedó una temporada. Cuando terminó el contrato, en 2010, firmó con los Clippers. Estuvo dos temporadas y en 2012 firmó con Utah, donde estuvo una sola temporada porque el Jazz lo mandó a Denver. Tres campañas estuvo con los Nuggets hasta que, en febrero de 2016, pasó a Oklahoma, donde completó la temporada. La última la jugó en Brooklyn, como líder veterano del vestuario, conjuntamente con nuestro Luis Scola, el otro referente que buscó Sean Marks, el general manager, para instaurar una cultura de trabajo en los Nets.

Randy Foye en Brooklyn, equipo donde cerró su carrera de basquetbolista profesional
Randy Foye en Brooklyn, equipo donde cerró su carrera de basquetbolista profesional

Su carrera no fue la esperada, con frustraciones y decepciones, pero Foye siempre demostró una llamativa integridad. “Es un conductor de carácter, siempre queriendo lo mejor para el resto”, aseguró Kenny Atkinson, coach de los Nets. “Cuando Randy entra a la cancha y le dice a Isaiah (Whitehead, el base armador novato), ‘Isaiah, lo hiciste mal’, o lo que sea, es por amor y respeto. Porque, mira, ‘nos sentamos y comimos juntos. Te estoy guiando de la manera correcta”. E Isaiah lo sabe, o Caris (LeVert) lo sabe, que él legítimamente tiene los mejores intereses en el corazón. Los empuja de la mejor forma”, completa Marks.

Foye, además, aprovechó la oportunidad de regresar a casa, o cerca de ella, al firmar con Brooklyn. Fue como cerrar el círculo, un momento que pareció que el destino pareció tenerle preparado… Era septiembre de 2016 cuando su teléfono sonó. Una y otra vez. Era un número del gobierno. Randy asumió que eran malas noticias sobre su reciente examen físico antes de la nueva temporada. “El tipo que me hizo la prueba de esfuerzo me avisó que si alguien del estado de Nueva York me llamaba era porque no había pasado el test. Pensé que era por eso”, admitió. Pero cuando escuchó el mensaje que le habían dejado, en el contestador, hablaba de noticias sobre su madre.

Era la llamada que había esperado por años. Jason Graham, médico del Departamento de Salud Mental de Nueva York, le comunicaba que, luego de leer su historia en un medio neoyorquino, se había enterado del caso de su padre, había realizado averiguaciones y creía que podían haber dado con el paradero de Regina. Para eso debía hacer un estudio de ADN, que algunas semanas después se realizó. Pocos días pasaron y el 19 de septiembre Randy se despertó extrañamente muy temprano, cerca de las 4.30 de la madrugada, sin saber por qué. Llamó a los Nets diciendo que se sentía mal, que no se entrenaría. “Estaba cansado, sin energía. Y salí con Christine, mi esposa, a comprar una botella de vino para su cumpleaños del día siguiente. Cuando mi teléfono sonó… Era Graham diciéndome que estaban los resultados, que era mi madre…”, recordó.

Sin dar todos los detalles, el médico le explicó que la muerte databa de enero de 1990, que su cuerpo había sido encontrado sin vida en un departamento que usualmente se usaba para vender drogas, y que la causa de la muerte había sido una sobredosis. Que el cuerpo, sin ser reconocido, había sido enterrado en un cementerio de Brooklyn, justamente donde Randy había vuelto a jugar, 26 años después…

Fue una mezcla de sensaciones para Randy. Por un lado, había pasado demasiado tiempo con la esperanza de que estuviera viva, pero en realidad sólo quería saber qué había pasado, dónde había estado, por qué se había ido… Conocer, al menos, que los restos encontrados eran suyos parece poco, o no lo ideal, pero a Foye le permitieron cerrar un círculo, una historia. “Para mí, definitivamente, es un final feliz. Entiendo que no es uno de Disney, digno de una película de Hollywood, pero todo ese tiempo de debatir y cuestionarme a mí, o la moral de tu madre, el pensar por qué se fue y no volvió… Ahora sé que ella estuvo allí todo el tiempo, que sólo se encontró con un pequeño problema que le costó la vida. Yo sabía que ella no se iría y desaparecería así como así, por las charlas que teníamos. Ahora todo me cierra mucho más”, reflexionó.

Ahora, una foto de su madre adorna el living de su casa familiar que comparte con su esposa y tres hijas (de 14, 11 y 8 años) y al lado está ella. O sus cenizas, en una urna de oro. “Estuvo bajo tierra durante 27 años, no quería que siguiera ahí. Quería tenerla conmigo. Ahora ella estará conmigo hasta que me entierren”. Todavía, asegura, hay días difíciles pero se consuela cuando llega a la casa y siente su presencia. “Voy donde está ella y le digo que estoy feliz que ahora esté conmigo, después de todo lo que hemos pasado”, reconoce sin vergüenza. Y fue justamente el deporte, puntualmente el básquet, el que saltó su vida y la trajo de vuelta a su lado. “Si no fuera quien soy, si no hubiese jugado en la NBA, si no hubiese jugado con los Nets, nunca la habría encontrado”, concluye. Una historia que nos recuerda que, aunque la vida nos abrume por momentos, nos llene el camino de obstáculos, hay que seguir luchando. Porque vale la pena estar vivo.





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Rohit Palit

Periodista deportivo y graduado en Ciencias de la Comunicación de Madrid. Cinco años de experiencia cubriendo fútbol tanto a nivel internacional como local. Más de tres años escribiendo sobre la NFL. Escritor en marcahora.xyz desde 2023.

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