Música

Las golondrinas: altos vuelos líricos – Mundo Clásico



Las Golondrinas © 2023 by Teatro de la Zarzuela

Madrid, sábado, 18 de noviembre de 2023.

Teatro de la Zarzuela. Las golondrinas. Drama lírico en tres actos. Música: José María Usandizaga. Libreto: Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga, basado en la obra Saltimbanquis (Teatro de ensueño) de ambos autores. Arreglos de texto y partitura: Ramón Usandizaga. Producción del Teatro de la Zarzuela de 2016. Dirección de escena: Giancarlo del Monaco. Escenografía: William Orlandi. Vestuario: Jesús Ruiz. Iluminación: Vinicio Cheli. Movimiento coreográfico: Barbara Staffolani. Reparto: César San Martín (Puck), Sofía Esparza (Lina), María Antúnez (Cecilia), Jorge Rodríguez-Norton (Juanito), Javier Castañeda (Roberto), Mario Villoria (Un caballero). Coro del Teatro de la Zarzuela. Director: Antonio Fauró. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: Juanjo Mena.

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El mundo del circo itinerante ha vuelto al escenario del Teatro de la Zarzuela, pues en todo su esplendor e idéntica a la que pudimos ver en 2016 se nos ha ofrecido esta reposición de la producción de Las golondrinas debida a Giancarlo del Monaco, la más feliz creación lírica del malogrado compositor José María Usandizaga, cuyo libreto Gregorio Martínez Sierra y su esposa María Lejárraga –la que realmente redactaba las obras literarias firmadas por su marido- concibieron a partir de una obra propia reelaborada, la temprana Saltimbanquis, compendiada en su Teatro de ensueño de 1905, una historia de largo recorrido, ya que a su vez había inspirado al matrimonio el más desarrollado drama teatral en catalán Ocells de pas (Aves de paso), que fue escrita conjuntamente con Santiago Rusiñol.



Un drama circense con una ineludible evocación a la ópera verista I pagliacci de Leoncavallo, en origen estrenado como zarzuela en el Teatro Circo Price en febrero de 1914 por el afamado barítono Emilio Sagi Barba, a la sazón empresario junto a su esposa, la tiple Luisa Vela, de una de las más insignes compañías de zarzuela, y que tras la temprana muerte del compositor donostiarra a los 28 años fue reconvertida en ópera gracias a la minuciosa labor de su hermano, Ramón Usandizaga, apoyo moral y colaborador habitual del joven Joshe Mari durante toda su carrera teatral, quien musicalizó los diálogos hablados reestrenándose la obra como drama lírico en tres actos en el Liceo barcelonés en diciembre de 1929, y de esa misma forma ha vuelto a levantar el telón en esta segunda oportunidad en el coliseo de la Plazuela de Teresa Berganza de la recién inaugurada temporada con la que se estrena la gestora gaditana Isamay Benavente.



Y una vez más escuchando la excelsa música de Las golondrinas hemos vuelto a maravillarnos, a fascinarnos ante las sendas que pudo emprender la escena lírica española de principios de siglo XX si la guadaña no se hubiera llevado tan temprano a ese músico educado en Francia, que volcó todo lo aprendido en la Schola Cantorum de Vincent d’Indy en una partitura personalísima, de sello propio, genuino e inequívoco, que no debe a nadie, aunque contenga influencias veristas y del sinfonismo galo de herencia germánica de Camille Saint-Saëns o Cesar Franck: esas Sinfonía nº 3 “con órgano” del primero o la Sinfonía en re del segundo aleteando en la magistral Pantomima del segundo acto, con su fuga canónica y su bien trabado e imaginativo contrapunto.

«Las Golondrinas», régie de Giancarlo del Monaco. © 2023 by Javier del Real.«Las Golondrinas», régie de Giancarlo del Monaco. © 2023 by Javier del Real.

Pentagramas armónicamente audaces, refinados y acordes a cada situación dramática, un fluir musical caudaloso, de melodías ondulantes y llameantes, -a pesar de esta frase que dirige Cecilia a Puck: “Fuego de paja en el viento… pronto se apaga la llama”-, siempre apasionadas, de sabia y enjundiosa ciencia construcción contrapuntística que podría haber llevado a caminos gloriosos para la lírica. 

Un camino singular, alternativo, al margen del cultivado por el coetáneo y muy vanidoso Amadeo Vives –que alabó a regañadientes la valentía de Las golondrinas, como María Lejárraga cuenta en sus recuerdos sobre el infortunado joven vasco- en sus zarzuelas de indisimulada vocación operística, y que hubiera continuado con ardor compositivo y denudado interés creativo los deseos originales de Ruperto Chapí y Tomás Bretón, a lo que se añadió la sustanciosa aportación de Isaac Albéniz y Enrique Granados, en ese infructuoso empeño por consolidar la ópera española. Una empresa que Usandizaga podría haber avivado y acrecentado con su talento y genialidad, como el éxito incontestable no sólo de Las golondrinas, sino de sus otras dos obras líricas que nos legó así lo atestigua: Mendi-Mendiyan y la inconclusa La llama donde el autor vasco elabora con fantasía el folclore de su tierra y que animamos desde aquí a que adquieran la condición de títulos representados.*

«Las Golondrinas», régie de Giancarlo del Monaco. © 2023 by Javier del Real.«Las Golondrinas», régie de Giancarlo del Monaco. © 2023 by Javier del Real.

En la reivindicación del compositor prematuro tuvo mucho que ver, debemos reconocerlo, el trabajo de arreglista de textos y música debido a Ramón Usandizaga, aunque como el que esto escribe reconoció en el año del estreno de esta producción, la elección de esta versión operística nos priva de conocer en nuestro tiempo el formato zarzuelístico primigenio que desató la locura de los espectadores de 1914 en ese destartalado Circo Price. 

Pese a la nada fácil tarea que siempre supone la musicalización de la parte hablada de una obra lírica –como se hizo en algunas opéras-comiques, tal es el caso de Ernest Guiraud con Carmen de Bizet o Los cuentos de Hoffman de Offenbach-, el hermano del compositor consigue realizar un digno encaje de la prosa de los diálogos, una argamasa que no suena forzada, y que nadan en el continuum orquestal preñado de leitmotivs de fácil asociación a los personajes de Puck, Lina o Cecilia, pues cada uno posee temas muy bien definidos, el de Puck (“Caminar, caminar…”) y el de Lina (la canción “Me dices que ya no me quieres”) fundiéndose en más de una ocasión, lo que viene a explicar la unión de los destinos de ambos artistas, y otro omnipresente motivo asociado al mundo del circo que ya desde el inicio suena en ese vertiginoso preludio orquestal.

Tampoco resulta fácil para el director de escena mantener la tensión dramática en el escenario con una música de cariz sinfónico en constante evolución cuyo caudal es ininterrumpido no más que en escasos instantes. En el marco teatral que hace siete años y revivido ahora por ese veterano de la escena que es Giancarlo del Monaco consiguió recrear con el gris y oscuro aparataje escenográfico, cromatismo precursor del drama, mediante un decorado de telones y paneles fabricado por William Orlandi, el ambiente de circo transpira por doquier desde la misma introducción orquestal con la utilización del pasillo central del teatro, con esa continua presencia de virtuosos acróbatas, malabaristas y clowns, que como extras sirven de extraordinario contexto, paisanaje y acompañamiento a los tres personajes nucleares de la trama, Puck, Lina y Cecilia, además de a los secundarios Juanito y Roberto.

«Las Golondrinas», régie de Giancarlo del Monaco. © 2023 by Elena del Real.«Las Golondrinas», régie de Giancarlo del Monaco. © 2023 by Elena del Real.

La apoteosis circense de fantasía, color y movimiento vuelve a cristalizar en la Pantomima, el corazón de la partitura, auténtico prodigio de la escena donde cada detalle visual de los miembros de la troupe que desfilan ante los ojos del espectador caracterizados como los personajes de la commedia dell’arte va indisolublemente unido a las notas musicales. Esa comunión escénico-musical o músico-teatral la logra Del Monaco de principio a fin en un entendimiento pleno de la obra de Usandizaga y del matrimonio Martínez Sierra a través de una espléndida dirección de actores. 

No hay que dejar de aludir a lo que asistimos en el acto tercero, catalizador de la tragedia, donde a través de la luz y la sombra y la soberana actuación de los cantantes el regista italiano crea el ambiente de un crimen pasional cuya consumación no vemos pero estamos imaginando. Una acumulación de tensión emocional vista antes en momentos clave como el maltrato de Cecilia por Puck delante de todos, la huida de Cecilia de la compañía o el abandono de Puck a Lina para volver con Cecilia. Como apuntamos en el título: altos vuelos líricos y teatro musical en estado puro.

Sofía Esparza y María Antúnez. © 2023 by Elena del Real.Sofía Esparza y María Antúnez. © 2023 by Elena del Real.

Y es que la excelencia y general entrega del reparto vocal ha sido primordial para elevar el espectáculo, habiendo causado el segundo una honda impresión. No nos equivocamos al manifestar que el personaje de Lina se ha convertido en el papel más importante hasta el momento de la exitosa carrera de la jovencísima Sofía Esparza (Pamplona, 1994). Después de haberla disfrutado con creces en este coliseo en La tabernera del puerto o El rey que rabió, pero sin llegar a consolidar una voz propia, nos atrevemos a decir que la soprano navarra llega ahora al cenit de la interpretación lírica con una contribución sincera, emotiva, de brillantísima proyección canora. Fue la triunfadora indiscutible de la noche.

Lina es el personaje que más canta en esta obra y Esparza le hace justicia con letras grandes mediante un equilibrado dramatismo que eclosiona en los finales de los actos primero y segundo. La voz fresca, de agudos pulcros y vigorosos que la alejan de toda estridencia o grito, con una más que plausible dicción vocal, es más, que aborda con refinado gusto musical y melódica –Canción de la primavera del acto segundo- sirve a una creíble caracterización de encantadora presencia en el escenario.

Sofía Esparza y César San Martín. © 2023 by Elena del Real.Sofía Esparza y César San Martín. © 2023 by Elena del Real.

Su compañero el barítono César San Martín, tan curtido en lides zarzueleras en este y otros campos de batalla, como por ejemplo esa veraniega Tabernera que vimos hace un par de años al aire libre en el Conde Duque –un maltratador Juan de Eguía que tiene ciertos paralelismos con este Puck, por cierto-, se mete en la piel del atormentado payaso tan próximo a su vez a Canio consiguiendo la misma verosimilitud que su compañera. Con un canto de hondura en el “Caminar, caminar…”, al que pudo haber aportado más nostalgia, se introduce con fiereza en los más recónditos del personaje, brindando de gran canto en sus respectivos dúos con Cecilia y Lina, y destinando para el esperado raconto final “Al morir se reía” una tremebunda recreación, propia de una mente enajenada por el odio y el machismo.

Quizá lo menos sustancioso a nivel vocal, que no teatral, del reparto, haya sido la participación de la mezzosoprano María Antúnez. Cecilia, que no posee demasiada parte, no es un personaje simpático desde el primer momento, pero el canto tiene que ser atractivo, hasta sensual, deberíamos decir, y no una sucesión de frases con una impostación exagerada y de general engolamiento que frenaba la naturalidad del canto, como la uruguaya sostuvo durante casi toda la función. Sólo unas pocas frases resultaron de interés en un instrumento por lo demás bastante dúctil y de acusado registro grave. 

Jorge Rodríguez-Norton vuelve a hacer suyo con su soltura acostumbrada en escena el brevísimo pero jugoso papel de Juanito, y muy correctos los respectivos y escasamente relevantes, por episódicos, cometidos de Javier Castañeda y Mario Villora, miembro del coro. 

Como ilusionado pueblo, sus compañeros de la agrupación titular del teatro brillan y aportan la alegría de vivir en los dos números corales junto al equipo de artistas de circo que los secundan y circundan, volviéndose a suprimir en el primero de los mismos (“Noche clara de San Juan”) las diversas citas a la canción popular infantil “Quisiera ser tan alta como la luna”, sospechamos que por los caprichos de la “edición crítica” de Ramón Lazkano, lo que priva al espectador del genial tratamiento del elemento popular, más zarzuelístico, por parte de Usandizaga.

Como buen intérprete del sinfonismo, Juanjo Mena extrae con fluidez narrativa toda la sustancia y la gama de matices instrumentales de la gloriosa partitura de su paisano, al que mejor entiende hoy por hoy. El maestro de Vitoria desentraña todos los detalles de tal magisterio armónico en los pasajes netamente orquestales, como la Pantomima o el preludio del acto tercero. Se le puede reprochar quizá cierta parsimonia en los tempi, pero el arrebato lírico y la explosión dramática se desatan con elocuencia en una embriagadora lectura de unas Golondrinas que una vez más han emprendido el vuelo.





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Marc Valldeperez

Soy el administrador de marcahora.xyz y también un redactor deportivo. Apasionado por el deporte y su historia. Fanático de todas las disciplinas, especialmente el fútbol, el boxeo y las MMA. Encargado de escribir previas de muchos deportes, como boxeo, fútbol, NBA, deportes de motor y otros.

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