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«Le tocó a Aitor Zabaleta, pero si entran en el bar acaban con todos; aún pienso en el policía que nos mandó allí … – Relevo



La familia txuri-urdin quedó huérfana para siempre aquel 8 de diciembre de 1998. Una cuchillada en el corazón sesgó la vida de Aitor Zabaleta, joven aficionado de la Real que había acudido a Madrid junto a su novia y varios amigos en el autobús organizado por la Peña Izar. Maider Gorostidi, miembro de la asociación, viajó en ese mismo autocar. Han pasado 25 años y lo sigue recordando como si fuera ayer. Nunca olvidará “aquella cacería”, ni tampoco al policía que les mandó al bar El Parador. Sin saberlo, fue el inicio del fin. Tampoco guardará un grato recuerdo del posterior juicio que también se convirtió en una pesadilla para los integrantes de aquella peña. “Parecía que éramos nosotros los que habíamos hecho algo mal”, asegura todavía incrédula. No le entra en la cabeza que 25 años después de aquello, los autores paseen libremente por las calles de Madrid. Ni olvida, ni perdona: “Es algo que formará parte de mí toda mi vida”.

25 años sin Aitor Zabaleta. Cuando te recuerdan ese nombre, ¿qué se te viene a la cabeza?

No se puede resumir en pocas palabras. Comenzó siendo uno de los mejores días de mi vida para convertirse en una pesadilla. Cuando escucho ese nombre, se acumulan muchas emociones, sentimientos… No sé si conozco la palabra que pueda identificar todo lo que siento.

¿Es posible olvidar o el recuerdo es continuo?

Dicen que el tiempo ayuda. La sensación que tenemos ahora no tiene nada que ver a la que tuvimos hace 25 años. Nunca vamos a olvidar aquel día. No hay ni un día, ni una mañana, ni una tarde que no me acuerde de aquello. Aquel día forma parte de nosotros.

¿Has podido perdonar?

Para nada. La palabra perdón no existe para aquellas personas que nos hicieron aquello.

Vamos a echar la vista atrás en el tiempo, a aquel 8 de diciembre. ¿Cómo se organizó el viaje?

Éramos una peña recién formada, llevábamos dos años. Era la primera peña de chicas de la Real. Íbamos a todos los partidos de Anoeta y a los de fuera, no a todos, pero sí a muchos de ellos. La manera de organizar un viaje no era como la de ahora, era muy diferente. La Real jugaba en Madrid y no nos lo pensamos dos veces, hicimos como siempre. Quisimos sacar un autobús para viajar. Pusimos un anuncio en el periódico. Nosotras, las de la peña, no llenábamos un autobús entero y poníamos anuncios en diferentes periódicos de la zona y la gente se apuntaba. Ponías el número de teléfono de tu casa y los interesados te llamaban y se apuntaban. Lo organizamos así. Lo hicimos con mucha ilusión porque era un partido especial, era un partido de Europa y era un orgullo llevar los colores de la Real por todo el mundo. Éramos alrededor de 50 personas y así fuimos a Madrid. Nunca me imaginé que pudiera pasar lo que pasó. Sabíamos que en Madrid no éramos bien recibidos los vascos, pero no valoramos que existiera semejante nivel de peligro porque si no, no hubiéramos ido.

¿Antes de emprender el viaje nadie os recomendó que anduvierais con cuidado, que Madrid no era el mejor destino en aquella época?

En el partido anterior jugado en Anoeta nos encontramos con Agustín Aranzabal. Conocíamos a los jugadores, eran muy cercanos. Nos lo encontramos y le dijimos: ‘Agus, que el miércoles nos vamos a Madrid’. Y él sí nos dijo: ‘Cuidado en Madrid’. Y le respondimos: ‘Que no pasa nada, que vamos a tener cuidado. Vamos con niños y con gente mayor’. Yo viajé con mi madre. Nosotros íbamos en plan tranquilo, no nos metíamos nunca en ningún follón. Íbamos a ver a la Real a Madrid. Con esa intención viajamos.

La primera parada fue en Alcobendas a comer…

Sí. Fue un viaje muy divertido. Nosotros no conocíamos a Aitor. Se apuntó con sus amigos y su novia. Aitor era muy dicharachero. Fue un viaje muy divertido, contando chistes, en un tono muy positivo. Hacia el mediodía llegamos a Alcobendas, comimos allí en el centro comercial La Gran Manzana. Lo que sí teníamos por parte de la Real, cuando nos dieron las entradas, era la indicación de avisar a la policía cuando llegáramos a Madrid. Era algo que formaba parte del protocolo de seguridad y así lo hicimos. Cuando nos dirigimos otra vez hacia el autobús, llamamos a la Policía Nacional y nos dijeron que nos esperaban en un punto kilométrico de la M30 y que nos guiaban hasta el Vicente Calderón. Cuando nos dirigíamos hacia ese punto, justo detrás se nos puso el autobús de la Peña Mujika. Nos llevábamos muy bien con ellos y nos dijeron que nos fuéramos con ellos, que se iban a Vallecas. Y nosotros que no. Eran unos broncas y nosotros íbamos en plan tranquilo. Ojalá hubiéramos ido a Vallecas.

¿Cómo fue la llegada?

La policía nos dirigió hasta el Vicente Calderón. Había un recinto que era para los autobuses. Nos dijeron dónde teníamos que aparcar, dejamos el autobús, bajamos y cogimos las bufandas, las mochilas… Yo era la primera vez que iba a Madrid, desconocía las inmediaciones del Vicente Calderón. Todo estaba lleno de policías. Fui donde uno de ellos a preguntarle por un sitio donde tomar algo. Me mandó al bar El Parador. Nos dijo que no fuéramos a otro que estaba cerca, que era donde estaban los radicales. Fuimos a tomar algo y a hacer tiempo antes del partido. Todos los del autobús entramos en ese bar. No nos dio tiempo para tomar nada. Yo estaba en el baño y vino gente de la peña a avisarme: ‘Sal del baño que ha venido una señora a avisarnos que aquí se junta el grupo más radical del Atlético de Madrid’. Pensamos en cómo hacerlo, tampoco podíamos salir en estampida. Había niños, gente mayor… Corrimos la voz y empezamos a salir del bar, pero ya nos estaban esperando.

¿Qué pasó?

Yo iba con mi madre. Todos los del autobús estábamos dentro de un bar que no era muy grande. Lo llenábamos nosotros. Esta gentuza nos estaba esperando fuera. Yo iba hablando en euskera, siempre hablo en euskera con mi madre y una que estaba allí me dijo: ‘Tú qué hablas hija de puta vasca, habla en español’. Aquello me desconcertó. Fueron segundos. Empezaron los golpes. Desde todos los sitios venía gente a por nosotros. Sólo pensábamos en correr para salvar nuestra vida. Era levantar la vista y pensar: ‘Si me pillan, me matan’. Fue salir a correr, a salvar nuestra vida.

¿Te has preguntado por qué ese policía os mandó a ese bar?

No lo sé. Entiendo que cualquier ertzaina de Donostia o policía municipal, cuando hay un partido de fútbol, ya sabe qué personas se juntan en cada sitio, bar, zona… Y hace 25 años los tiempos eran muy diferentes a nivel social y político. No me sirve pensar que ese policía no sabía a dónde nos estaba enviando. Nadie ha preguntado sobre esa persona, nadie pidió explicaciones de por qué se nos dio esa pauta. Tú estás trabajando como agente de seguridad y tienes que cuidar a la gente. Creo que esa es la función de un policía, ayudar a la ciudadanía. Y aquel hombre no lo hizo.

¿Da que pensar?

Claro. He pensado muchísimas veces en esa persona. A día de hoy, si está en este mundo, no sé si estará con la conciencia tranquila, sinceramente. Él sabía lo que estaba haciendo.

“He pensado muchísimas veces en aquel policía que nos mandó a ese bar. A día de hoy, si está en este mundo, no sé si estará con la conciencia tranquila, sinceramente. Él sabía lo que estaba haciendo”

Maider Gorostidi
Aficionada de la Real Sociedad

¿Cómo salisteis del bar y llegasteis al campo?

Lo único en lo que pensábamos era en salvar nuestra vida. Algunos fueron a la derecha, otros, a la izquierda, otros hacia adelante… Aquello fue un horror. Veías diferentes grupos que venían a matarte. A veces me pregunto: ‘Jo, Maider, ¿cómo sabías que te iban a matar?’. Yo sabía que si me pillaban, me mataban. Cómo venían, esa ansía de pegarnos… Estas personas iban con navajas. Yo en mi bolso llevo bolígrafos. Esta gente que sale con navajas, evidentemente, es para utilizarlas en contra de otra persona. Casi todos tenían antecedentes. Luego se supo que todos eran conocidos. Ricardo Guerra estaba cumpliendo condena, estaba de permiso. A esa hora tenía que estar en la cárcel. Tampoco lo estaba. Hubo tantas coincidencias… Llegamos a la pared del estadio y ahí vino la policía y nos empezaron a empujar como si fuéramos animales, hacia la puerta número 6. Como animales. Nos estaban empujando y yo les preguntaba que qué nos estaban haciendo. Y la única contestación: ‘Os estamos dando lo que os merecéis, hijos de puta’. No sabíamos que a Aitor le habían apuñalado, solo que había sido un ataque masivo. Era como entrar por la puerta del infierno…

¿Cómo os enterasteis del apuñalamiento de Aitor?

Subimos a la grada y nos sentamos. Fue parar y preguntarnos: ‘Pero ¿qué ha pasado?’. Nos miramos y faltaba gente y se empezó a escuchar: ‘Han pinchado a uno’. Luego, ‘han pinchado a Aitor’. Más tarde: ‘No es grave, le van a dar unos puntos y vuelve’. No teníamos móvil y todo eran comentarios que iban llegando, incluso de periodistas de Donostia que se iban acercando a la grada. Ellos podían tener más información que nosotros. Fue de un ‘viene enseguida’ a ‘viene en el segundo tiempo porque le van a dar unos puntos’. Yo, en lo único que pensaba era en él y me preguntaba: ‘¿Cómo le íbamos a dejar en Madrid si nosotros nos teníamos que volver tras el partido?’. Nos dijeron que volvería para el segundo tiempo, pero no volvía. Nos informaron que le estaban operando… Según pasaba el tiempo era como que se iba agravando la situación. No sé qué estaba haciendo la Real, si hacía frío, si hacía calor…

La sensación era que todo el campo estaba en contra de nosotros. Podías ver detenidamente las caras de la gente. Había padres con niños, gente de todas las edades que no dejaban de gritar en nuestra contra. Todo el mundo. No sé cómo es estar en el infierno, pero aquello se podía parecer perfectamente. Fue terrible. Terminó el partido y estuvimos un buen rato dentro del campo. Salimos hacia el autobús. Todo estaba acordonado. ¿Para qué? Entonces sí que no iba a pasar nada. Ya había pasado. Entramos en el autobús y camino de Donostia también nos estaban esperando para apedrearnos.

“No sé cómo es estar en el infierno, pero aquello se podía parecer perfectamente. Fue terrible. La policía nos metió al campo como animales: ‘Es lo que os merecéis, hijos de puta”

Maider Gorostidi
Aficionada de la Real Sociedad

¿Cómo fue el viaje de vuelta?

Horroroso. Teníamos la radio encendida y la noticia era esa. Sus amigos estaban con nosotros en el autobús. Fue terrible. Cuando dieron la noticia de que había fallecido… Quitamos la radio y llegamos a Donostia. Yo, por aquel entonces vivía en Andoain y también paró allí. Cuando llegué con mi madre a casa, a las siete de la mañana, tenía una sensación que no sabía cómo explicarla: ‘¿Pero qué ha pasado?’. La relación con el club era mucho más cercana a la que hay ahora. Tenía el teléfono de Juantxo Trecet, que era el delegado del equipo. Era el que nos daba las entradas. Era nuestro contacto. Una bellísima persona. Tenía su teléfono de casa y le llamé. Me cogió su mujer. Nunca había hablado con ella: ‘¿Eres Maider?. ‘Sí…’. ‘Juantxo, corre que es Maider’. Estaba en una nube. Hablé con él y le conté lo que había pasado, que habían matado a Aitor, que estaba con nosotros en el autobús y le pregunté qué podíamos hacer. Él me dijo que iba a llamar al presidente, Luis Uranga, y que nos pondríamos en contacto. Luego comenzó otra historia.

Le tocó a Aitor, pero podía haber sido cualquiera, ¿no?

Sí, a cualquiera. Incluso podían habernos matado a todos. Pero si antes de salir nosotros del bar, si hubiera entrado un grupo de ellos dentro, nos hubieran matado a todos. No había escapatoria. Había una puerta pequeña de entrada. No había escapatoria.

¿Cuál fue la respuesta de la Real Sociedad?

Me llamó el presidente al día siguiente, al mediodía o así. Y me dijo que estábamos muy calientes y que dentro de unos días ya hablaríamos. No le esperamos unos días. Teníamos un local en Andoain donde nos juntábamos para ver los partidos de la Real Sociedad. Nos juntamos allí para decidir qué hacer. A la tarde nos presentamos en las oficinas de la Real. Estuvimos hablando con Andoni Iraola, con Juantxo y avisaron a los que llevaban la seguridad de Anoeta. Esa misma noche nos reunimos casi todos los que fuimos a ese viaje y la Ertzaintza comenzó a tomarnos declaraciones.

¿Tienes la sensación de que han pasado 25 años y no sirvió para nada todo lo que hicisteis?

Puede ser. Nunca me había hecho nadie esa pregunta. Creo que no sirvió para mucho. En aquel momento y en los años posteriores mi deseo era que toda aquella gente que nos atacó, que pagasen de alguna manera. Los quería ver delante de un juez, que se demostrase lo que habían hecho y que pagaran por lo que hicieron. Mi deseo era que estuvieran en la cárcel. Y no…

Ricardo Guerra no fue el único culpable, ¿no?

Hubo muchísima gente. Mi sensación es que le cogieron a él… Yo no sé si fue él el que mató a Aitor. Todavía me acuerdo del nombre de aquellas ocho personas. Había mucha gente. No era un grupo de ocho o nueve personas. Había un montón de gente. ¿Dónde están las cámaras que grabaron todo aquello? Porque en el Vicente Calderón había cámaras grabando. Cogieron a esas ocho, nueve personas y el resto salió de rositas. Matar a una persona les salió muy barato. Y se han sentido orgullosos de hacerlo porque han seguido con otras historias. Está gente está haciendo su vida con total normalidad. Ahora ya no, pero no hace mucho seguían profiriendo gritos contra Aitor. Se te encoje el corazón.

¿Has vuelto a Madrid?

Hace cinco años volví por primera vez a un concierto de Loquillo, con mi marido. Quería pasar por allí, ver dónde estaba el bar… Dije: ‘Vamos a pasar, aunque sea con el coche’. No… Hace dos años regresé y sí que he conseguido volver a Madrid y disfrutar de Madrid. Y pensé: ‘Jo, en Madrid también se puede disfrutar. Hay cosas bonitas’. He conseguido eso. Este año he estado en otro concierto con mis hijas. Es un paso que me ha costado mucho darlo. He estado con mis hijas y tenía la sensación de que esa gente estaba por Madrid. No he sentido miedo, pero sí han pasado por mi mente diferentes pensamientos. He podido sentir que en Madrid hay gente buena, que no todos los madrileños son iguales y me alegro de ello porque durante muchos años he sufrido mucho a nivel personal. Pero esta gente vive libremente por Madrid.

Viviste una pesadilla en el campo, pero más tarde otra con el juicio. ¿Cómo lo recuerdas?

Hicimos varios viajes a Madrid por el juicio. Es diferente tener 45 años y declarar ante un montón de abogados, el fiscal, los jueces en una habitación muy pequeña a hacerlo con 20 años, como me tocó a mí la primera vez que fui. Tenía a todos los abogados detrás de mí, estaba Rodríguez Menéndez también… Lo sentía. Las distancias eran tan mínimas… Fue un proceso muy duro. Teníamos la sensación de que los que habíamos hecho algo mal éramos nosotros. Darle la vuelta a aquello… Pensabas: ‘¡Pero si yo no he hecho nada malo! Es esta gente la que nos ha atacado’. Pero si te hacían pensar que eras tú con sus preguntas. Me imagino que ellos tenían que hacer el trabajo que tenían que hacer, que era defender a los suyos. Pero fue muy duro. Las ruedas de reconocimiento… Menos mal que desde aquí tuvimos la ayuda de la policía, que nos acompañaron en todo. Menos mal. Estábamos siempre bajo llave, encerrados en diferentes sitios cuando teníamos que declarar por seguridad. Incluso al baño íbamos con ellos. En una ocasión estaban escondidos en el baño. Seguías teniendo esa sensación de que ante cualquier despiste, nos podía pasar algo. Éramos nosotros quienes íbamos a declarar contra ellos. Fue una pesadilla. Ahora ya no existen teléfonos fijos en casa, pero antes sí y no dejaban de sonar, incluso durante las noches. La gente te decía cualquier cosa. ¿Quiénes eran? No lo sé, pero que lo hacían a mala fe, totalmente. ¿Lo conseguían? Consiguieron hacer daño.

“El juicio fue una pesadilla. En una ocasión estaban escondidos en el baño. Seguías teniendo esa sensación de que ante cualquier despiste, nos podía pasar algo”

Maider Gorostidi
Aficionada de la Real Sociedad

¿Cómo se puede vivir así?

Como yo, el resto que estuvo. Me estás haciendo la entrevista a mí, pero seguramente, si se la hicieras a mis compañeras de la peña, a las personas que estuvieron en aquel autobús, las sensaciones serían iguales. Cada uno lo vivimos desde nuestros zapatos y desde nuestras vivencias, pero las sensaciones son muy parecidas. ¿Cómo he vivido con esto? No lo sé. Las personas tenemos un instinto de supervivencia que hay que seguir hacia adelante y lo hemos conseguido. Aquel hecho nos ha marcado mucho en nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir. Ha quedado tatuado en nuestro interior. Hubo gente de aquel autobús que nunca hemos vuelto a saber nada de ellos, gente muy cercana que desapareció. Nunca han respondido a una llamada, a un mensaje y nunca hemos sabido nada de ellos. Esas personas también han quedado muy marcadas. Hubo gente que estuvo allí, que vio lo que pasó y que no han dicho nada. Eso te duele. Hay mucha gente que se ha callado por sus motivos, pero en aquel momento hubiera sido muy importante. Son pensamientos que te quedan. En aquel momento estaba Jesús Gil y Gil, con todo lo que eso significaba. A nivel político eran otros tiempos.

¿Qué sientes cuando vas a Anoeta y ves animar así a la grada ‘Aitor Zabaleta’?

El recuerdo de Aitor está muy presente en Anoeta y eso me gusta mucho, me sirve, me ayuda a llevar los pedruscos que nos dejó aquel día. Que la gente tenga presente a Aitor, para mí es mucho.

¿Les has contado a tus hijas la historia?

La conocen. Les cuento, pero no sé si alcanzan a saber la magnitud de lo que pasó ese día. Les he contado, pero no he querido entrar en detalles. Cuando sean un poco mayores, se lo contaré. Es parte de mi vida. Nunca olvidaré lo pasó allí. Si en estos 25 años lo he tenido muy presente, el resto que me quede, es parte de mí. Es algo mío. Mi manera de ser algo positivo habrá tenido que ver. De las situaciones difíciles también se va aprendiendo.

¿Algún día se sabrá qué es lo que pasó verdaderamente?

Que va. Ya está. Aquello se terminó. No creo que nadie vaya a reabrir el caso, aparezcan pruebas… ¿Justicia? Nunca. El daño ya está hecho, es un daño irreparable para la familia de Aitor, para esos padres, esos hermanos, lo que vivieron, eso ya no tiene vuelta atrás. Lo que vivimos nosotros, tampoco tiene vuelta atrás por mucho que se reabra el caso. Ojalá que los metan en la cárcel de por vida, ¿y? Ya está. Que tienen que pagar mucho dinero, ¿y? No es suficiente.

¿Cuál fue la relación con la familia de Aitor?

Al principio muy estrecha. Cuando trajeron el cuerpo de Aitor al tanatorio, fue la primera vez que nos encontramos con la familia. Y le dijimos a su padre que nosotros estábamos con Aitor, que sufrimos todo aquello, para aquel hombre fue un momento duro, pero al menos se quedó con la sensación de que Aitor no estaba solo.

José Luis Lorenzo

Natural
de
Donostia
y
Licenciado
por
la
Universidad
del
País
Vasco
en
Leioa.
Dio
sus
primeros
pasos
en
Teledonosti,
cubriendo
la
información
de
la
Real
Sociedad
de
Bernd
Krauss.
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Rohit Palit

Periodista deportivo y graduado en Ciencias de la Comunicación de Madrid. Cinco años de experiencia cubriendo fútbol tanto a nivel internacional como local. Más de tres años escribiendo sobre la NFL. Escritor en marcahora.xyz desde 2023.

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