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Manolo Saiz: «Induráin quería llegar a un acuerdo con la ONCE, pero faltó confianza» – Relevo



Se aproxima la tarde y las lluvias dan un respiro en Torrelavega. Es ahí, mientras el hambre empieza a remover el estómago, y justo después de abordar los años más duros del dopaje, esos que todavía hoy le mantienen vetado de la élite del ciclismo, cuando Manolo Saiz echa la vista atrás para recordar la época dorada del equipo ONCE.

Sigo el ciclismo cada día de mi vida“, reconoce, a sus 64 años, quien fuera una de las figuras más carismáticas del pelotón a finales de los noventa y comienzos de los dos mil. Desde joven, cuenta, analizó los mecanismos del ciclismo. Lo estudió. Innovó como nadie, como reconocen quienes con él coincidieron por el camino, y se labró una fama no exenta de fuertes enemistades.

Deseoso de sentarse a hablar y, al mismo tiempo, agradecido por la compañía, como demuestran sus dotes de anfitrión, Saiz atiende a Relevo en su txoko particular para repasar —en esta segunda entrega— las interioridades del conjunto amarillo, los secretos de la etapa de Mende, en el Tour del 95, o lo cerca que estuvo el fichaje de Miguel Induráin.

¿Cómo fue convencer a la ONCE para el patrocinio del equipo?

No costó tanto como la gente se puede imaginar. A ver, es importante dar con una empresa donde quienes tomen decisiones sean pocos. Que no haya que ir a consejos de administración y a todas estas cosas, porque entonces es mucho más complicado. Yo fui a hacer varias carreras con ciegos, les ayudé a organizar el Campeonato de España junto a Pablo Antón y un día el jefe de Relaciones Públicas y de Comunicación de la ONCE me preguntó cómo veía la inversión de lo que estaban haciendo en la Vuelta a España, que estaban patrocinando la clasificación de la montaña. Le dije que el ciclismo les necesitaba, pero más como equipo que como patrocinador.

¿Qué trabas hubo?

Es verdad que sufrimos mucho, porque se metió por medio el innombrable, que tanto él como todos mis compañeros saben a quién me refiero, pero seguirá siendo siempre el innombrable. Fue allí a meter cizaña para llevarse el patrocinio de la ONCE a su equipo, pero a Dios doy gracias de que los dos presidentes de la ONCE, José María Arroyo y Miguel Durán, me llamaron y me dijeron que tirara hacia adelante. “Haz el proyecto, Manolo. Confiamos en ti”. Y así nació.

Y de ahí, muy pronto estáis en la élite del ciclismo.

Sí, empezamos en el 89 y en la primera carrera que corremos, que es la Ruta del Sol, hacemos segundo con Pedro Muñoz. No ganamos porque se hizo una escapada el primer o el segundo día y claro, tú ahí eras el nuevo, el tontuco, todavía te daba miedo poner el equipo a tirar. Pero luego llegamos a la Vuelta a la Comunidad Valenciana y la ganamos con Peio Ruiz Cabestany. Fue ahí cuando la gente empezó a creer en mi sistema.

¿Qué cambió?

Hombre, a partir de eso, todo empieza a ser mucho más fácil. En nuestro primer Tour de Francia, tenemos la suerte de ganar con Eduardo Chozas y con Marino Lejarreta y de ser los grandes protagonistas con Induráin, que para mí tuvo su gran despegue en aquel Tour del 90, en la etapa de Luz Ardiden. Ese día hicimos tercero y cuarto en la etapa con Marino Lejarreta y Miguel Ángel Martínez. A partir de ahí, ganamos ese mismo año la Vuelta a Andalucía, repetimos el curso siguiente el triunfo en la Vuelta a la Comunidad Valenciana y empieza todo a crecer hasta que nos llega la victoria en La Vuelta a España del 91, el tercer año del equipo. Aquel triunfo de Melcior Mauri hizo que el equipo se consolidara muy fuerte en el pelotón.

El clic, entonces, se dio en aquella victoria de Ruiz Cabestany en Valencia.

A ver, yo creo que los ciclistas confiaban desde el principio en el proyecto, pero lógicamente, como en todo, para sentir se necesita palpar. Y a partir de aquel triunfo la gente empezó a confiar de verdad en mí. Yo también venía de entrenar a ciclistas profesionales; aunque no fuera conmigo, algunos como Chozas ya habían ganado en años anteriores, en Ruta del Sol, etapas del Giro de Italia, etc. Empezábamos a cuajar una modernización del ciclismo, un término que muchos han maltratado después.

¿Por qué?

Yo siempre digo que de los que más aprendí fue de mis antecesores. De Mínguez aprendí muchísimo, de Echavarri aprendí muchísimo, de Miguel Moreno, que hacía esos equipos tan extraños, tan a su manera, aprendí muchísimo. También tuve profesores o gente a la que admiraba mucho, como el seleccionador alemán, como los rusos o los italianos, que eran un ejemplo en aquellos años. Son gente que pasa desapercibida para la mayoría, pero de la que he aprendido una barbaridad. Los noruegos y los daneses, por ejemplo, eran unos monstruos en cuestión de material.

¿De los ciclistas qué se aprende?

Muchísimo, porque son ellos los que te dan el feeling. Nosotros estudiábamos mucho, revisábamos los pulsómetros día a día, tomábamos notas y lo guardábamos todo. La gente ahora piensa que son los vatios los que marcan la verdad, y es cierto que el ciclismo va evolucionando, pero a mí no me pueden mentir. Ni Jalabert ni Zülle ni creo que Miguel Induráin movían los vatios que se mueven ahora, por ejemplo. Eran otros corredores. Ahora se mueven 400 y pico vatios con facilidad, en aquellos años lo normal era rondar los 380. Se podía pasar los 400 en algún momento puntual, pero no era una norma tan generalizada como ahora. No se puede comparar, y ese es el error en que se cae hoy.

Pero entonces, ¿los vatios son una mentira?

No, no, mentira no, pero hay que darle la medida que le corresponde. Yo soy partidario de que los corredores tengan la libertad para no mirar esas cosas. Sobrevaloramos mucho los datos, pero no los contabilizamos correctamente. Yo por ejemplo quitaría de manera radical lo de dar avituallamientos a pie de carretera. En nuestros años había pájaras…. ¡Claro! Porque solo se podía dar comida desde el coche y eran etapas de 200 y pico kilómetros. El corredor había veces que no podía bajar a por la bolsa. Hoy hemos eliminado eso. Se dice que está todo súper medido pero nunca en mi vida veremos tantos geles sin usar tirados en la carretera como ahora.

Defiendes que haya más pájaras, entonces.

No, lo que defiendo es…. [Piensa unos segundos] Que el ciclista se tiene que acostumbrar a resolver ese tipo de problemas por su cuenta. Dar avituallamiento cada 15 kilómetros, como estamos viendo ahora, me parece un poco excesivo.

En el Tour del 95 se da la famosa etapa de Mende. ¿Es el día que mejor os define como equipo?

Yo creo que es uno de los que mejor define a la ONCE, sí. La improvisación, el ataque desde lejos, el mirar y estar atentos a todo. Recuerdo una etapa de la Vuelta a la Comunidad Valenciana en la que desde el kilómetro 6 estaban escapados cuatro corredores de la ONCE y Lance Armstrong. Es una muestra de que para nosotros la carrera empezaba antes incluso del kilómetro cero.

En Mende ganó Jalabert y le metisteis más de cinco minutos a Induráin, pero no fue suficiente.

Bueno, Mende salió como tenía que salir. El ciclismo no deja de ser una táctica contra 22. En esa táctica, yo puedo sumar algún equipo más, pero lógicamente quedaron muchos fuera de nuestra ecuación y se sumaron a la de Banesto. En su libro, Giancarlo Ferretti [director del MG Maglificio de Gianni Bugno] decía que no se siente nada orgulloso de lo que hizo en Mende. Que tenía que haber dejado la lucha entre los líderes que habían planteado la carrera, es decir, nosotros y, qué remedio, Banesto. En fin, son cosas que pasan. No guardo rencor a nadie por ello.

Rencor no, pero rabia te daría.

En el momento, mucha. Luego, cuando llegas al hotel entiendes que no te quedaba otra que aceptarlo. Ha habido muchos días así, que sientes que se te cae el mundo a los pies. Imagínate lo que hubiera sido para la ONCE haber ganado ese Tour. Son cosas que se quedan en el momento, te entra mala leche, pero luego lo acabas entendiendo. Todos somos competitivos.

Mende no hubiera sido posible sin los pinganillos, algo inusual en aquella época.

Fueron claves para seguir provocando ataques. Yo insistía, “hay que seguir subiendo muy rápido, vamos, más rápido, hay que seguir atacando. Vamos, chicos, que dejamos a Miguel solo, vamos que le dejamos”. Y efectivamente, le dejamos. Se quedó aislado. Sin esa ayuda de los pinganillos no hubiera sido posible, porque el corredor que se mete en la escapada ve el panorama y dice, buah, para qué voy a seguir tirando. Eso son cosas que provocas tú desde el coche, con las órdenes del momento.

¿Qué fue Miguel Induráin para la ONCE?

Otro más. Para mí, era otro corredor más de la ONCE, porque hubiéramos sido mucho menos sin él. A lo mejor Miguel también hubiera sido menos sin la ONCE en ciertos momentos. Ahora somos muy amigos y los dos nos respetamos muchísimo, pero en aquel entonces para mí era un compañero más dentro del equipo.

¿Qué faltó para que fichara por la ONCE?

Confianza.

¿Suya?

Sí. Nosotros… Es muy largo y yo creo que no debería contar nunca cómo fue el proceso, cómo fue todo, pero creo que faltó eso, confianza. También anteponer unas cosas a otras. Al final yo siempre digo que si Miguel se retiró en ese momento fue porque debía retirarse. Fue la decisión más acertada. Claro que me hubiese gustado tener a Miguel Induráin en mi equipo, pero no le puedo reprochar nada a él ni a la ONCE. Las dos partes hicimos lo que teníamos que hacer.

Se dijo que vuestra oferta fue irrisoria.

Eso es mentira, porque no hubo oferta. Hubo muchas conversaciones e intercambios de pareceres. Nos sentamos en búsqueda de un acuerdo y en esa primera reunión ellos pusieron las cifras sobre la mesa y nosotros nos pusimos a trabajar sobre esas cifras, pero nunca llegamos a hacer ninguna contraoferta.

[En octubre de 1996, el diario L’Equipe publicó que la ONCE ofreció cerca de diez millones de dólares al ciclista navarro para intentar ganar su sexto Tour de Francia con el conjunto de Saiz]

El acuerdo, en cualquier caso, estuvo cerca.

Sí, pero ocurre como en todas las negociaciones. Unos piden unas cosas, otros pedimos otras y no se puede encajar. Nos costó muchas vueltas alrededor del Parador Nacional de Bayona. Allí estábamos el presidente de la ONCE, Pablo Antón, y yo, andando, dando vueltas; hablando, hablando y hablando.

¿De qué?

De la conveniencia del movimiento, de los pros y contras de fichar a Miguel Induráin.

¿Pero había contras?

Hombre, nosotros teníamos dos líderes que eran el número uno y el número dos de la clasificación mundial de la UCI. Se podían sentir molestos.

Zülle y Jalabert.

Yo recuerdo un viaje a Italia con ellos hablando de la repartición del calendario y de cómo lo íbamos a hacer.

Con Miguel en el equipo.

Eso es. Les explicaba por qué era muy bueno que Miguel viniese con nosotros, que eso no iba a hacerles de menos a ellos, sino más bien al contrario, que les haría mejores. Dialogué mucho con ellos.

¿Había más contras?

Bueno, cuando quieres fichar a un corredor como Miguel hay que encajarlo todo. Él estaba muy acostumbrado a hacer las cosas por él mismo. Aquí se hacía todo mucho más en bloque, más en equipo. Entonces, todo eso había que hablarlo, había que analizarlo bien.

¿Llegasteis a tener el sí de Miguel?

No, el sí no porque si hubiese sido un sí, Miguel es un señor y lo hubiera cumplido. Es cierto que llegamos a tener el ‘sí’ de querer negociar y de querer llegar a un acuerdo. Él quería llegar a un acuerdo, igual que nosotros.

¿Piensas mucho en aquellos días?

Bueno, hablamos mucho de mi pasado, pero yo continuamente estoy mirando hacia delante. El pasado, pasado está. Son mis recuerdos y mis vivencias. Lo que me gusta y me ha gustado siempre es mirar al futuro.

No se diga más. ¿Va el ciclismo encaminado hacia una superliga?

No, desde luego que no, porque hay un poder económico que es el Tour de Francia, y hay un poder político que es la Unión Ciclista Internacional. Los equipos somos siervos y no señores. Es muy triste. Los equipos no tienen capacidad de hacer nada.

Pero no es nuevo esto.

Efectivamente. Además, quien se encargue de ello y dé la cara por un proyecto así, que sepa que va a seguir mis pasos. A mí ya me tocó y sé que en el Tour de Francia no me lo han perdonado ni me lo perdonarán jamás.

¿El qué?

Bueno, el hacerlo. Tú a lo mejor eras joven, pero en el Tour tenías que llevar las bolsas de avituallamiento que ellos querían, los coches que ellos querían y absolutamente todo lo que ellos querían. En mi mandato como presidente de la AIGCP [Asociación Internacional de Grupos Ciclistas Profesionales], donde todavía existen acuerdos en vigor firmados por mí y por mi gente, entre los que estaban Theo de Rooij, Patrick Lefevere, Alain Bondue o Francis Lafargue, logramos recuperar los coches, los bidones y otras cosas que ahora parecen irrelevantes, pero que en aquellos tiempos eran impensables. No podías negociar con una marca de coches, tenías que llevar los que marcara el Tour de Francia. Y aquello se dio la vuelta, consiguiendo más personas pagadas por el Tour, más alimentación pagada por el Tour… Ellos sabían que mi siguiente lucha iba a ser la de los derechos de televisión, pero el innombrable puso mi cabeza en una bandeja de plata servida al Tour de Francia.

No sé si preguntarte por el futuro del ciclismo español.

Bueno, yo creo que en cuanto a equipos hay un posicionamiento claro de un sponsor que quiere dejarlo, que es Telefónica, que está esperando el momento justo para decir adiós. Y luego, más allá de Movistar, hay una serie de equipos que no pueden crecer porque sus sponsors son limitados. A eso le sumas una base de corredores que no es tan sólida como la que hubo en los noventa y que, para colmo, les exigimos mucho más de lo que deberíamos.

Vaya repaso.

Es que alguien tiene que decirle a los ciclistas para qué son buenos corredores y para qué no. A mí Enric Mas me parece un grandísimo corredor, pero yo no le veo ganando un Tour de Francia, un Giro de Italia o una Vuelta a España. Nadie le dice que su límite es ese, que a lo mejor tiene que luchar por otras cosas, como una Vuelta al País Vasco o una Vuelta a Cataluña.

¿Cómo ves a Carlos Rodríguez y Juan Ayuso?

Carlos es valiente y creo que tiene un buen futuro, pero también te digo, es muy difícil seguir progresando. Los otros grandes ciclistas están tan arriba que es muy complicado dar el paso para llegar a ese nivel. Hemos visto a un Pavel Sivakov, por ejemplo, que en aficionados era lo más grande jamás visto y en profesionales ya hemos visto dónde se ha quedado. Aun así, creo que Carlos tiene un buen futuro, aunque no le podamos pedir que gane el Tour. Ayuso, por su parte, tiene un nivel mental extraordinario, porque se cree todo lo que dice y eso le puede ayudar. Ahora bien, si Carlos Rodríguez está lejos, él está más lejos aún. Además, está en el equipo de Pogacar, que es el mejor corredor del mundo. Y él no puede aspirar a las mismas cosas. Dudo mucho que el año que viene esté en el Tour de Francia.

Y de mandatarios, ¿cómo está la cosa?

Es que veníamos de una época tremenda. Para mí, a pesar de nuestra rivalidad, José Miguel Echavarri ha sido el mejor director español de todos los tiempos. Fue increíble lo que hizo en aquellos tiempos, en el año 82, convenciendo a los ciclistas para ir al Tour de Francia, que entonces era considerado un infierno. Lo mismo digo de Javier Mínguez. O sea, yo en José Miguel notaba el efecto de director, a Mínguez se lo notaba, a Txomin Perurena se lo notaba, a Vicente Belda se le notaba.

No ves a Eusebio Unzué a ese mismo nivel.

Yo a Eusebio jamás le he visto ese toque de director. Siempre le he visto más como coordinador. Y no tengo nada en su contra, eh. Cuando me nombraron director del Racing de Santander, sin ir más lejos, traje a su hermano de entrenador. No tengo absolutamente nada contra él ni contra su familia.

¿Es Javier Guillén el mejor director para La Vuelta?

Por supuesto que no. Hay que ver cómo se cogió La Vuelta a España. Guillén se lo ha encontrado ya todo hecho. No me gustan las carreras que hace, no me importa decirlo públicamente. No me gustan ni las cronos, ni las cuestas de cabra, ni el esterrato. Si quiero ver una carrera de tierra, me veo la Strade Bianche, que me encanta, pero no pongo en riesgo a un líder de toda una gran vuelta por un capricho como es el esterrato.

No te gustará el Tour de Francia del año que viene, entonces.

Hay cosas que me gustan y cosas que no me gustan tanto, claro. Tampoco me gustan los kilometrajes. Que ojo, entiendo que no podemos estar basándonos todo el día en la tradición, pero sí hay que conservar ciertos valores. El ciclismo es un deporte de alta resistencia y de recuperación. Y eso en las grandes vueltas se está perdiendo.

Daniel Arribas

De
la
sierra
norte
de
Madrid,
Daniel
estudió
Periodismo
y
Comunicación
Audiovisual
en
la
Universidad
Rey
Juan
Carlos
y
ahora
cubre
la
información
de
polideportivo
en
Relevo.
Al
poco
de



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Rohit Palit

Periodista deportivo y graduado en Ciencias de la Comunicación de Madrid. Cinco años de experiencia cubriendo fútbol tanto a nivel internacional como local. Más de tres años escribiendo sobre la NFL. Escritor en marcahora.xyz desde 2023.

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