NFL

La cruda realidad de Rafa Pascual tras sus 537 partidos con España: «¿Qué tengo que hacer para cobrar una pensión … – Relevo



Michèle Novovitch

Entra por la puerta al teléfono, al mando de un asunto familiar —con hijos adolescentes desperdigados por el mundo, uno nunca sabe—. Nada preocupante, en cualquier caso. “Estudios y esas cosas”, advierte nada más colgar con una sonrisa, la de un padre que antes, mucho antes de eso fue estrella, y de las buenas. Suyos fueron los años dorados del voleibol en España. Dos palabras, deporte y país, que sin su nombre de por medio rara vez han vivido unidas. Hablamos, claro, de Rafa Pascual, que a sus 53 años, doce como retirado —ocupados todos en la restauración—, visita Relevo para tirar de memoria, revivir anécdotas y, de paso, airear el polvo acumulado en la Real Federación Española de Voleibol (RFEVB).

Te presentaste a presidente en 2017, pero salió mal.

Hubo un intento de volver por la puerta grande, sí; o cogiendo mucha responsabilidad en el deporte que amo, más bien. No salió bien, es cierto. La gente entendió que no era mi momento. Seguimos con el mismo presidente desde hace prácticamente 24 años [Agustín Martín Santos] y, bueno, con una filosofía un poco estática para mi gusto. Me encantaría que hubiera un cambio, porque yo creo que el vóley lo merece y lo necesita.

¿Qué falla?

A mí cada vez me duele más ver que hay cosas que se habían conseguido y que ya no tenemos. La visibilidad, por ejemplo. La incapacidad de llevar el voleibol femenino, que supone un 60% o un 70% del total, a la élite de nuestro deporte, como lo han hecho otras disciplinas. No hemos conseguido aprovechar las ayudas para tener esa visibilidad o llegar a unos Juegos Olímpicos. Me duele mucho eso. El ver que lo tenemos y que no somos capaces. ¿Qué falla? Pues bueno, si tuviera la varita mágica… Pero es que no la tiene nadie. Ni los presidentes, ni los directivos que están ahora, ni los nuevos que vendrán.

¿Qué tiene que cambiar?

Tenemos que volver a las grandes competiciones internacionales. Si no tenemos equipos nacionales que nos representen ahí, perdemos toda la visibilidad. Hay mucha gente que si no es de esa manera, no nos ve. Y tenemos que ser conscientes de eso.

¿Y cómo alcanzas ese nivel?

Trabajando. Trabajando mucho. Cambiando la mentalidad. Haciendo un equipo de trabajo en el que te rodees de gente que sepa más que tú. Y ojo, cambiando la forma de transmitir. A aficionados, a medios de comunicación y a sponsors. Nos falta transmitir un objetivo grande por el que luchar, no ceñirnos a que vayan pasando los días y ese no es el camino. Al final, llevamos con la misma mentalidad 24 años. Hemos visto otros deportes en los que ha venido gente nueva y con otra manera de hacer las cosas. Jorge Garbajosa en el baloncesto o Raúl Chapado en el atletismo son solo dos ejemplos. Yo lo que metería es eso: otra mentalidad, otro carácter; ni más, ni menos. Y ojo, no me estoy postulando a presidente.

¿No te vas a volver a presentar?

Nunca se puede decir de este agua no beberé, pero sí que estoy apoyando la candidatura de Maribel Zamora, de la Federación Catalana, que fue vicepresidenta de la Federación y que trabajó mucho tiempo con este presidente. No sé a día de hoy quién se va a presentar, pero sé que ella sí tiene intenciones. Y te voy a decir por qué apoyo su candidatura. Porque es la primera persona del voleibol que me lo ha pedido. Así de sencillo. Nadie más lo ha hecho.

Rebobinemos un poco. Si cierras los ojos y piensas en tu etapa de jugador, ¿qué ves?

A la gente. Cuando llegaba al campo en todos los clubes en los que he jugado, y fíjate que creo que son 25, en un montón de países diferentes, lo que buscaba era jugar para ellos. Esa gente viéndome jugar, feliz, disfrutando de cómo jugaba, de cómo me dejaba la piel. Eso es lo que más he disfrutado, sin duda.

Si te pregunto por tu mejor momento, ¿te sabrías quedar con uno?

Uf, es difícil. Cuando piso Barcelona ’92, esos Juegos Olímpicos, ese primer partido. Cuando llego a Italia, la mejor liga del mundo, y voy muy despacio desde un equipo no puntero hasta destacar. Cuando veo que la selección española toma mucha importancia en el ámbito internacional, acabando con esa medalla de oro en el Europeo. Cuando me subo a un podio con 28 años y me nombran el mejor jugador del mundo. Son momentos inolvidables y ha sido una carrera muy larga, pero mira, casi siempre mis recuerdos están ligados a la selección española. Son muchos sentimientos. Muchos.

¿Qué tipo de sentimientos?

El jugar por algo más que un contrato, ese compromiso. El ver que estás ayudando a crecer a un deporte que amas y que no es popular en tu país. Que se acerquen los medios de comunicación. Esa satisfacción personal que une a varias generaciones, desde profesores que jugaban sin ser profesionales hasta chavales que son profesionales y esperan llegar lejos viviendo del vóley. Son sentimientos que relaciono mucho más con la selección española que con las muchas ligas o copas que he ganado con todos los clubes en los que he jugado.

¿Cómo fue esa llamada para ir a Barcelona ’92?

Buah [sonríe]. En el año 87 empezó a entrenar Miguel Ocón como seleccionador, con Pedro Pintado como segundo, y empezaron probando a los chavales más jóvenes. Se quedaron con una preselección y me llamaron pensando que yo, pese a ser tan joven, ya podía aportar. Querían contar conmigo. Claro, cuando me llamaron con 17 años, yo venía como ese niño con capacidades, con muchísimas ganas y con un carácter tremendo, difícil de domar, bastante difícil. Me volvía loco dentro de la pista. Me metía en una cancha con un balón y o apagaban la luz o no me iba. Creo que es una actitud importante para empezar, más en una selección de hombres ya maduros, que me enseñaron y me educaron mucho.

¿Por qué eras difícil de domar?

Porque cuando eres joven y te das cuenta de que tienes ciertas características o cierta facilidad en algo, no entiendes por qué los demás no. Lo achacas a las ganas, al querer. Entonces, es difícil. Cuando eres más joven, eres más individual, ¿sabes? Lo quieres hacer todo tú. Y no es fácil llevar esa actitud y transmitir a los demás que lo que estás haciendo es por el bien del equipo. Claro, los demás son reacios a que llegue un chaval joven, que juega, que es titular y que no es maduro o no se comporta bien. Hay mucha… Vamos a ver cómo lo digo. Yo he pecado mucho de exceso de ímpetu. Imprimía mucha intensidad, a mí mismo y a mis compañeros. Y hasta que no supe canalizar esa fuerza y transmitirla de otra manera, hacía que hubiera estrés dentro del equipo.

¿Dudaste de ti mismo en algún momento?

Es verdad que me he exigido tanto que muchas veces he pensado que no iba a poder, pero mi cuerpo siempre me ha respondido, me ha dado la oportunidad de entrenar una hora más, de jugar y de no perderme nunca un partido por lesión.

Eso no es nada habitual.

Bueno, lo sé, pero es que le dedicaba mucho tiempo a la preparación, al cuidado. Luego está claro que mi cuerpo me lo ha permitido y ese ha sido mi gran talento: tener un físico que me permitía entrenar y trabajar más que los demás.

Siempre has perseguido ser el mejor.

Todos quieren ser el mejor. No creo que haya ningún deportista de élite que te diga, no, es que yo prefiero ser el segundo. No es viable.

¿Y qué implica esa mentalidad?

Implica que lo decides cada día. Cada segundo de tu vida se mueve en torno a la excelencia, al esfuerzo por ser el mejor en cada cosa que haces. Implica también el entender que ser deportista no es solo hacerlo lo mejor posible cuando entras a la cancha, sino también fuera, también con la gente. Tu comportamiento. Tu humildad. Tu persona.

¿Qué se lleva todo eso por delante?

Bueno, pues te puedes imaginar. Mucha discusión, mucha intensidad en el trabajo. Es difícil convivir con una persona que es extremadamente exigente. Es muy estresante. Porque las personas que tienes al lado, tu mujer, tu familia, tu hermano y demás, no tienen por qué vivir así. No han elegido ese camino. En cambio tú se lo recuerdas todos los días. Ponte bien. Muévete. No te preocupes. No te pongas. No te sientes. No comas eso. Porque tú mismo te lo estás diciendo a ti mismo. Te lo exiges, pero generas un estrés, a ti mismo y a los demás, que te deja momentos muy duros.

¿Has conocido el lado oscuro del deporte?

Pues mira, es una pregunta que no me da miedo responder. Hay que hacerla. Hay que hablar de esto. Todos tenemos momentos malos. Todos. Durante la carrera, antes de la carrera, porque no sabes si vas a estar o si vas a dar la talla, y después, ya retirado, cuando lo dejas todo. Hay momentos en los que no lo pasas bien. El deportista está a unos niveles de exigencia muy grandes. Expuesto. Lo sufre todo más. Y eso es duro. Yo mismo tuve un episodio complicado en el mejor momento de mi carrera, cuando tuve problemas con mi familia, llegó mi separación… Había sido el año anterior el mejor jugador del mundo y de repente parecía que no sabía jugar. Esa carga, esa presión por estar siempre bien, te lleva a cometer algún error más de la cuenta. Y no lo aceptas.

¿Cómo saliste de ahí?

Con el apoyo de mi familia y de toda la gente que te comentaba. Esa gente que quiere verte jugar, que quiere verte bien y que te lo da siempre todo para verte de vuelta. Por eso es tan importante tu relación con ellos. Porque si no lo cuidas, cuando no rindes bien, toda esa gente no te está esperando. Y sientes un peso cada vez más fuerte. Te ves solo.

Jugaste 15 años en Italia. ¿Cómo lo recuerdas?

Uf [sonríe]. 15 años son muchos años. Yo siempre digo que diez años al máximo nivel ya es dificilísimo, porque hay que mantener un nivel. Imagínate estar 15 en la mejor liga del mundo. No fue fácil, nada fácil. Pero tengo un recuerdo maravilloso. Fue como jugar en la NBA y triunfar. Estar allí tan bien considerado, todavía a día de hoy, es una satisfacción enorme. Piensa que eran años en los que no había comunidad europea, así que no había libre mercado para los deportistas: había 14 equipos y estaban los 14 mejores jugadores del mundo, porque solo se permitía un extranjero por club. Era muy difícil entrar en ese mundo.

¿Cómo lo hiciste tú?

Por la puerta de atrás, en Serie A2 [la segunda división italiana]. Tuve que hacer una prueba en Cerdeña y me dijeron que me quedara. Tuvimos suerte ese año. Se juntaron muchos factores y ganamos 34 o 35 partidos de 38. Fui el máximo realizador de la liga y me convocaron para un All-Star destinado a las estrellas de la Serie A. Fui el primer jugador de la historia en ir a ese partido como miembro de la segunda división.

Te consagraste.

Sí, de ahí pasé al Alpitour Cuneo, que era de los primeros de la tabla en Serie A, y ganamos creo que 11 finales de 15 que disputamos. No me perdía ningún partido y aprendí muchísimo, sin dejar de lado al equipo nacional, claro. Nos clasificamos a la Liga Mundial y a los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, los últimos que ha disputado la selección española en voleibol.

Has jugado en Francia, Bulgaria, Grecia, Puerto Rico, Japón… Tendrás anécdotas para aburrir.

Hombre, lo que de verdad es como pisar otro planeta es Japón. Como lo denomino yo, es el caos más organizado del mundo. Eso de ver a toda esa gente moviéndose a esa velocidad y que nadie se confunda… Es maravilloso. De verdad, como pisar otro planeta.

Y tú movías mucho, Rafa. Eras una estrella dentro y fuera: deportista, alto, guapo…

[Ríe] Bueno, yo creo que eso es como los actores en ciertas películas. Cuando dicen, qué guapo es ese, y luego lo ves en vivo y dices, pues no es para tanto. Por ejemplo, Richard Gere es muy guapo, pero si lo ves en Oficial y Caballero, entonces te enamoras. Todo forma parte del contexto.

Dejémoslo entonces en que movías mucho. Eras un fenómeno social.

Forma parte de nuestro trabajo al fin y al cabo. Y eso es algo que la gente no suele entender. Tienes que hacer sentir a la gente. Esto va de eso, de los sentimientos que generas.

¿Valoramos lo suficiente la gesta del Europeo de 2007?

Yo creo que la gente no se hace a la idea de lo difícil que fue lo que hicimos. Ganamos el Europeo a Rusia, en Rusia. Fue muy duro.

¿Qué astros se alinearon?

Se juntaron muchas cosas. Primero el talento, sí, pero también una mentalidad que venía de muchos años atrás, de Barcelona ’92. También la cabeza más prodigiosa que hemos tenido en este deporte, que fue Miguel Ángel Falasca, que por desgracia ya no está con nosotros. Éramos una generación de jugadores que no éramos muy rápidos ni tampoco los más técnicos. Ninguna barbaridad, vaya. Pero éramos muy trabajadores. Muy constantes. Teníamos unas ideas claras de donde podíamos llegar y dónde no. Sabíamos que aportando cada uno el máximo, podíamos ganar.

Tú fuiste internacional con España en 537 partidos y no cotizaste ninguno.

Uf, qué pregunta [piensa]. Yo creo que es algo que la gente no sabe, ni siquiera la gente que lo debería saber, porque es algo que no sucede solo en mi deporte. Lo peor ya no es que no cotizara, es que yo llego aquí desde Francia, cuando me retiro, y no tengo Seguridad Social. Son detalles que te entristecen. Y es que a día de hoy, yo entro a mi vida laboral y veo que tengo siete años. Siete años de vida laboral. Claro, piensas, ¿qué tengo que hacer para poder cobrar una pensión el día de mañana? ¿Cuántos años necesito yo para tener una pensión digna? ¿Cómo voy a conseguir los 30 años que me quedan, si llevo 20 en la selección española? No sé, aunque sea los ciclos olímpicos, ¿no? Ahí las ayudas vienen del Consejo Superior de Deportes (CSD). Que ojo, yo sé que no soy una persona especial. Y lo digo sin falsa modestia, con la mano en el corazón. Sé que no soy diferente a otros por ganar una medalla o no. No quiero un trato diferente al resto. Pero hombre, que no te valoren ese tiempo ni como trabajo ni como año cotizado, ni nada… Pues no sé. Yo hice un esfuerzo por este país. Y grande. Por lo menos, que me reconozcan que trabajé. No pido más.

¿Y qué se puede hacer?

Pues de momento, lucharlo, pero sin conseguir nada. Estamos intentándolo por muchos lados y lares. Pero vamos, que me tenga que ir a Italia a pedir mi vida laboral. O a Japón. O a Grecia. No sé. Yo creo que me dejé la vida por la Selección durante 20 años. No estaría mal que me ayudaran, por lo menos. A que me cuente como trabajado, nada más.

¿Te han dado explicaciones?

Seguro que las hay, pero que me las expliquen. Que me digan, pues mira, Rafa, es que tú no cotizaste, es que claro, si tú trabajabas fuera, tal; es que estabas aquí nada más que tres meses al año. Y un largo etcétera. Hay excusas a todo esto. Y explicaciones lógicas, seguro. Pero yo ahí lo dejo.

¿A qué edad empezaste a trabajar entonces?

Claro, según ellos, muy tarde. A los cuarenta y… Pues mira, 43 o 45. Cuando entré a trabajar en la candidatura olímpica para Madrid 2020.

Varios Juegos antes, en el preolímpico de Pekín 2008, Marcelo Méndez no te convoca y se termina tu vínculo con la Selección.

Sí, y lo que quizá mucha gente desconoce es que yo mismo había aconsejado su fichaje poco antes. Me pareció la mejor opción, pero luego, pues bueno, pasó lo que pasó. Hombre, a mí me hubiera gustado que hubiera continuado Andrea Anastasi, pero recibió una oferta muy importante de su país, inalcanzable para nosotros. Yo creo que en ese momento hubiéramos puesto el dinero los jugadores para que se quedara. Creo que para esos Juegos Olímpicos había un equipo súper maduro y podíamos haber conseguido cosas muy chulas.

¿Qué pasó con Méndez?

Bueno, ya te digo, yo había estado en Palma de Mallorca, él entrenaba allí y había conseguido muy buenos resultados. Los chavales hablaban muy bien de él, así que me parecía buena opción. Cuál fue mi sorpresa cuando solo unos meses después, al llegar, cambia al segundo entrenador, al segundo colocador, al líbero y a Rafa Pascual. Cambia cuatro piezas de un equipo campeón de Europa. ¿Era necesario? No lo sé. ¿Creo que hubiera aportado algo? Pues hombre, yo creo que sí.

Te hubiera gustado tener la oportunidad.

Hubiera sido capaz de cualquier cosa por estar en Pekín. Lo guardo con cierta rabia, sí. Además, claro, imagínate, casi con 40 años ya, retirándome en mis terceros Juegos Olímpicos… Quién sabe, a lo mejor de protagonista. Y oye, ¿por qué no? Tres Juegos Olímpicos, campeones de Europa, la bandera. No sé.

¿Crees que podías haber sido el abanderado?

Bueno, no sé. Son sueños que uno tiene y que piensas. Aunque fuera por viejo [ríe].

Pocos años después, decidiste tu retirada en la terraza.

Sí, es cierto [ríe]. Es un ejemplo para entender lo poco traumático que fue para mí. Me retiré con 42 años. Tenía dos temporadas más de contrato en Francia, pero sentí que era el momento. Vivíamos una situación complicada, en la que veníamos de una crisis económica importante, el equipo estaba renovado, con muchos jóvenes, y yo tenía un contrato muy importante: ganaba prácticamente como la mitad de la plantilla. Entonces vi que aquello no tenía sentido. Y así fue, un día, en la terraza de mi casa, en Mallorca, le dije a mi mujer que me retiraba.

¿Da vértigo lo que llega tras la retirada?

Es difícil. No creo que haya nadie que se adapte en menos de dos años.

¿Por qué?

Porque tú has crecido y vivido fuera, lejos de tú país, y nunca te has organizado tu vida. Es que cuando eres profesional del alto nivel, te lo hacen todo. Todo. Yo me retiro y no he pagado una factura del agua, ni he hecho una declaración de la renta ni nada de eso. Y piensas, oye, ¿a qué médico voy? Si me pasa algo, ¿qué tengo que hacer?

Durante tu carrera, eso no existe.

Para nada. Te lo hacen todo. Y cuando digo todo, es todo. Parecen cosas sencillas, pero yo llegaba a un equipo y ya me tenían buscado el colegio para mis hijos, ¿sabes? Me daban el coche. Son muchas cosas y no es fácil adaptarte luego. Es un cambio muy drástico. Cuesta, porque son cosas que haces por primera vez con 40 y pico años. Tu única preocupación ya no es dormir bien, vestirte y llegar al pabellón en hora; pasas a tener muchas responsabilidades. Y con cuatro hijos ni te cuento. Te pasan por la cabeza preguntas como qué voy a hacer, dónde voy a vivir o qué quiero ahora para mí. Son cosas que nunca antes te habías planteado. La vida te cambia de un día a otro. Y hay que saber acertar.

S

Daniel Arribas

De
la
sierra
norte
de
Madrid,
Daniel
estudió
Periodismo
y
Comunicación
Audiovisual
en
la
Universidad
Rey
Juan
Carlos
y
ahora
cubre
la
información
de
polideportivo
en
Relevo.
Al
poco
de

Michèle Novovitch

Michèle
Novovitch
es
periodista
audiovisual
en
Relevo.
Graduada
en
Filosofía
en
la
Universidad
de
Sevilla.
En
2014
emigra
a
Madrid
para
estudiar
un
Máster
Internacional
de
Dirección
y
Realización
en



Source link

Rohit Palit

Periodista deportivo y graduado en Ciencias de la Comunicación de Madrid. Cinco años de experiencia cubriendo fútbol tanto a nivel internacional como local. Más de tres años escribiendo sobre la NFL. Escritor en marcahora.xyz desde 2023.

Related Articles

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Back to top button
RSfd1 RSfd1 RSfd1 RSfd1 RSfd1 RSfd1 RSfd1