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Festival de Cine de La Habana – Día ocho: Clausura. Lila Avilés, Víctor Erice


Concluye un festival atípico en La Habana. Un ciclo en el que no ha faltado el buen cine, pero muy marcado por la situación convulsa que vive el país. Se ha hablado de censura, se ha criticado el problema con el transporte como uno de los principales motivos por el que las salas no han estado tan llenas como otros años, aunque también se debe al éxodo emigrante que vive Cuba. Incluso en estos últimos días se ha sufrido un frente frío con amenaza de ciclón, que afortunadamente no hizo presencia.

A pesar de todo, para el foráneo o el primerizo en este festival, ha sido un absoluto deleite. Hemos visto estrenos de grandes directores, Kaurismaki, Hamaguchi, Wim Wenders. Nuevo cine latinoamericano, que es el motivo del festival, Rodrigo Moreno, Tommaso Santambrogio, Alan González, Lila Avilés, que ha sido la gran triunfadora finalmente. Y grandiosas retrospectivas, Luis Buñuel, Lee Joon-ik

Ahí radica lo interesante. Para los nuevos, un gustazo de festival. Para los que conocen bien este evento, una pena cómo va decayendo. Es cierto que, exceptuando las películas cubanas, a las que acude mucho público popular -no experto en cine-, las salas han tenido poca asistencia general, exceptuando algunas proyecciones gratuitas en el Yara o películas que han gustado mucho como Los delincuentes de Rodrigo Moreno.

También ha sido bien recibida Tótem, de Lila Avilés, tanto en público como para el jurado, pues ha recibido el premio Coral a Mejor Largometraje de Ficción y Mejor Guion, el primero el gran premio de este festival. Esta película mexicana es un retrato intimista de los últimos momentos de un joven padre terminal. Conocemos a toda su familia con primeros planos, cámara en mano, como si estuviéramos allí, en la casa de esta amplia familia burguesa mexicana, donde todos están preparando una gran fiesta de cumpleaños para el enfermo. La cinta es interesante, y se hace entretenida en todo momento, incluso con algunos momentos bellos en una historia a priori muy dura. Pero parece una propuesta insuficiente, tanto en argumento como en puesta en escena, para haberse hecho como la gran triunfadora del festival. La película no tiene nada criticable y podríamos decir incluso que se disfruta viéndola, pero carece de brillantez en cualquiera de sus apartados, a juicio de quien suscribe estas palabras.

 

El premio Coral del Jurado lo recibió la argentina El auge de lo humano 3 (Ricardo Williams), una extraña apuesta grabada con una cámara panorámica. Los premios a Mejor Dirección, Fotografía y Edición han sido para Los delincuentes, del también argentino Rodrigo Moreno, la cual es una exquisita película de tres horas sobre un robo en un banco y los líos de un triángulo amoroso, todo al ritmo anfetamínico del mítico grupo de rock argentino setentero Pappo’s Blues. Los premios de actuación fueron ambos, Miguel González e Ilena Almansa, para la película colombiana El otro hijo (Juan Sebastián Quebrada). Y el de Ópera Prima fue finalmente para Levante, de la brasileña Lillah Halla. Este último fue un premio muy disputado, ya que desde el país que acoge este festival había dos películas que venían empujando fuerte y entusiasmando al público y de las que ya hemos hablado: La mujer salvaje (Alan González) y Los océanos son los verdaderos continentes (Tommaso Santambrogio)

Por lo demás, tuvimos la oportunidad de ver, o más bien volver a ver, el regreso milagroso al cine del genio Víctor Erice. Treinta años después de su último largometraje, El sol del membrillo (1992), un documental sobre la creación artística de la mano del pintor Antonio López, y aún más de sus dos únicas películas de ficción: las históricas El espíritu de la colmena (1973) y El sur (1983), para muchos el mejor cine que se ha hecho en este país.

Erice al fin se decidió a volver a la gran pantalla, y lo hace como leyenda consabida y casi como poeta maldito. La historia, en muchos sentidos es su historia, es un juego metanarrativo lo que nos propone el director vasco. Como nos muestra en una cita de un libro que lee el protagonista, un excepcional Manolo Solo, el artista en ocasiones es su propia obra.

Para ser claros: el último largometraje de Víctor Erice es una obra maestra, incluso podríamos decir que la secuencia final es historia del cine. La película comienza con la primera escena de una película que el director de cine protagonista, Miguel Garay, álter ego de Erice, nunca llegó a terminar, de la que solo conserva el inicio y el final. Este evento hace referencia a la novela de Juan Marsé, El embrujo de Shanghai, que Víctor nunca llegó a grabar. Después de la primera secuencia en tono de celuloide de los años setenta, asistimos a toda la, también genial historia de Miguel Garay, que busca al actor que iba a protagonizar la película, interpretado por un sublime José Coronado.

No diremos mucho más pues esta película ya se estrenó hace unos meses en España y se ha hablado mucho de ella. Solo recalcar su absoluta grandeza. Para quienes buscaban, indebidamente pues todo ha cambiado, al viejo Erice, al de sus dos primeras películas: ahí tienen la secuencia inicial y, sobre todo, la final, que alcanza unas cotas de belleza poética como nadie ha hecho con una cámara en muchos, muchos años. Hay mucha grandeza en los planos de esa niña asiática que se cubre los ojos con un abanico y nos mira parapetada detrás de él, mientras su padre se muere después de haber vuelto a contemplar su mirada, que es lo único que le faltaba por hacer. Él le quita el maquillaje violentamente con un pañuelo enjuagado en agua de un florero, para poder ver su mirada sin interferencias. Y se muere mientras ella le canta una canción secreta entre ambos.

No hay palabras para describir esta inmensa secuencia. Pero sí hay más que contar, pues además todo esto lo estamos viendo para solucionar, o intentarlo al menos -pues el final es abierto, místico-, la trama que se nos ha contado en el grueso de la película, la del director Miguel Garay buscando a su desaparecido actor insigne y amigo Julio Arenas. Una trama excepcional y contada de una manera casi sublime. Casi, porque a la película se le pueden quitar ciertos pasajes, le sobran algunos minutos. Aún así, no estropean nada. Pero podría decirse que a Erice le falta su némesis, el productor Elías Querejeta, con quien tuvo grandes trifulcas en sus dos primeras películas pero cuya tensa relación laboral dio lugar a esas dos obras maestras.

Por lo demás, Erice parece regresar a las salas para enseñarles a todos en España, pues como él mismo ha repetido en diversas ocasiones, hace treinta años que aquí no se hace gran cine. Por supuesto, es una opinión radical, pero quizás haya que oír y ver al gran maestro, y tomar nota. Las actuaciones son sencillamente sublimes, Manolo Solo se echa la larga película en sus espaldas y mantiene magistralmente toda el peso de la narración en su primer gran protagónico. José Coronado hace de loco en el centro psiquiátrico también maravillosamente, recuerda a aquel mítico Azarías de Paco Rabal en Los santos inocentes (1984). Y mención aparte para la secuencia del Museo del Prado de Ana Torrent, que da una clase de actuación una sencilla escena de plano de conversación en plano contraplano, solo alterada por el paso de plano medio a primer plano con el fondo desenfocado.

Por cosas como esta ha sido un festival maravilloso para el primerizo en el festival de La Habana. Porque ha habido cine del grande, todos los días, y aún quedan dos días en los que se repondrán las películas ganadoras, así como alguna proyección más como la nueva aventura japonesa de Wim Wenders con la película Perfect Days.

Este festival con fuerte calado internacional quizás sirva para llamar la atención sobre los conflictos que hay en Cuba, donde la población vive muy asfixiada, en ocasiones al límite. No solo en lo primordial, que es poder obtener comida, tener un trabajo digno, condiciones salubres y seguras para la vida. Sino incluso en términos de libertad de expresión, pues uno de los acontecimientos más importantes de estos días fue el estreno del documental Landrián, de Ernesto Daranas, que nos rescata la figura del genial cineasta cubana censurado por el régimen como para que esto no siga ocurriendo.

En definitiva, pues, un festival maravilloso, algo ajado por la circunstancias, pero ojalá el propio festival sirva para cambiar las cosas, y que el cine no sea solo el entretenimiento y alimento para el alma que milagrosamente es, sino que también sirva para cambiar las cosas y hacer un mundo mejor.

 



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Antea Morbioli

Hola soy Antea Morbioli Periodista con 2 años de experiencia en diferentes medios. Ha cubierto noticias de entretenimiento, películas, programas de televisión, celebridades, deportes, así como todo tipo de eventos culturales para MarcaHora.xyz desde 2023.

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