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El día en que un Castilla – Bilbao Athletic reventó el Bernabéu y retrató al fútbol de élite: «Fue como tocar el cielo» – Relevo



Quienes estuvieron en el Santiago Bernabéu, hace 40 años, describen una atmósfera propia de las finales. El aire, lento y opaco, que sólo se respira en los derbis o en los Clásicos. El estadio colmado con 85.000 espectadores. Un prólogo, en definitiva, similar al de muchas tardes de gloria pero con un matiz que hizo de aquella una fecha imborrable. Por lo singular. El 3 de diciembre de 1983, el estadio blanco se llenó para asistir a un partido de Segunda División, récord absoluto. En la jornada 14 se enfrentaron Castilla y Bilbao Athletic en un trasunto de batalla del futuro entre dos alternativas de poder que embelesaban a sus aficiones.

Los dos filiales gobernaban la categoría de plata con una hornada de futbolistas de excepción, un fútbol convincente y dos mitos en los banquillos. Amancio, el Brujo que sobre el césped era suave y letal, amasaba a una generación extraordinaria bautizada para la Historia dos semanas antes por el periodista Julio César Iglesias: la Quinta del Buitre. Acompañaban a los cinco elegidos (Butragueño, Míchel, Sanchís, Pardeza y Martín Vázquez) jugadores prometedores como Ochotorena, Martín González, De las Heras o Francis. Los cachorros, por su parte, eran amaestrados por los largos brazos de José Ángel Iribar, el Chopo, un tipo tenaz, astuto y templado. Bajo su sombra crecían Pizo Gómez, los hermanos Salinas, Andrinúa, Aspiazu, Murúa… Tal era el empuje de todos estos canteranos, que muchos ya estaban siendo reclamados por sus primeros equipos. De hecho, para este encuentro del Bernabéu fueron baja Sanchís y Martín Vázquez, promocionados por Di Stéfano, y Patxi Salinas, ascendido por Javier Clemente.

Castilla y Bilbao Athletic representaban un fútbol disruptivo y fresco frente a un profesionalismo con el genio maniatado y que quedó retratado. La esperanza de un deporte nuevo. Tal fue la expectación del encuentro que ABC lo llevó a su portada. Sólo hay que leerla para calibrar la trascendencia. Escribió: “Frente al fútbol de los intereses, la comercialización, el mercantilismo y el aburrimiento que preside la Primera División, se está produciendo el fenómeno de la vuelta del aficionado al otro fútbol, al fútbol auténtico, deporte y espectáculo a la vez, que lleva a los estadios la velocidad, la furia, el desmarque y el remate. Como en los tiempos de Di Stéfano y Gento, de Zarra y de Gaínza, volvió ayer la pasión a los graderíos del Bernabéu, abarrotados de público para presenciar un partido de Segunda División”.

En el caso de Chamartín, efectivamente, el juego vibrante y artístico del Castilla coincidió con un periodo gris del primer equipo, que veía demasiado cemento en las gradas. Cuatro jornadas antes, los niños de Amancio ya habían metido a 60.000 personas en el Bernabéu para ver el derbi ante el Atlético Madrileño. Sin embargo, el del Bilbao Athletic era el pulso de mayor impacto. Los blancos eran líderes y los rojiblancos, segundos, con los mismos puntos. Tal vez, tanta expectativa cargó de plomo las botas, de peso la valentía y salió un partido más bien con reservas. Duro (Bolaños fue expulsado por una entrada por detrás a Pardeza) y resuelto por un solo gol, el que marcó de cabeza Butragueño a pase de Míchel.

Hasta aquí, los hechos. Objetivos, estadísticos. Ahora, todo lo que hubo detrás del enfrentamiento y un campeonato que acabaron ganando los madridistas a los de Lezama por goalaverage y con polémica. “¡Esa temporada nos robaron!”, clama Julio Salinas. Relevo habla con los protagonistas de este duelo para el recuerdo.

El advenimiento de la Quinta y el Mundial 82

El primero de ellos no estuvo en el verde ni se vistió de corto: “Lo vi en el Fondo Sur del estadio, no tenía localidad fija”. Dos semanas después de publicar en El País el artículo que presentó al mundo a la Quinta del Buitre, Julio César Iglesias acudió al Bernabéu empujado por su afición (“yo no actuaba como periodista deportivo”) y por la ola que provocó aquel reportaje que salió a la calle el 14 de noviembre de 1983: “Se generó una conmoción que no esperaba. Hizo mucho ruido. El Castilla jugaba muy bien y la asistencia empezó a crecer exponencialmente. No había redes sociales ni teléfonos móviles, pero estaba el boca a boca. Si vas el domingo al fútbol, el lunes lo comentas con los amigos, ‘oye, qué bien juegan estos’. Cuando ocurría algo bueno, se sabía. Eso determinó que el seguimiento hacia el Castilla fuera cada vez más grande y ese 3 de diciembre se tocó el techo, había un ambientazo”. Él, que no pertenecía a la sección de Deportes, también escribió la crónica de este encuentro.

Los artículos de la época informaron que 85.000 personas abarrotaron el campo. El periodista lo pone en cuestión. “¡Seguro que había más!”, sorprende. Y razona: “Se maneja esa cifra, pero no había tornos, amigo, nadie contaba a los espectadores. Dos terceras partes del campo eran localidades de pie. Había más gente con toda seguridad. Una de las gradas laterales era de pie, la parte alta era de pie, los fondos eran de pie y si el club quería podía vender las entradas que quisiera. La gente se apretaba y se acabó. Si dices que había 85.000 personas puedes equivocarte tanto como si dices que fueron 90.000″.

“Se maneja la cifra de 85.000 espectadores, pero no había tornos, amigo. Había más gente con toda seguridad; si el club quería, podía vender las entradas que quisiera”

JULIO CÉSAR IGLESIAS
Periodista

“Fue una cosa espectacular”, acierta a decir Pardeza cuando se le enciende la memoria. Habla con el mismo tono apasionado que se emplea a los 18 años, su edad aquel día sobre el césped: “Ese partido significó mucho para jugadores jóvenes que estábamos empezando y esperábamos meternos en el mundo profesional con pleno derecho. Era tocar el cielo. Que chicos así fuéramos capaces de convocar en un estadio como el Bernabéu a tantísimos miles de personas…”. Pardeza era un ratón en el área, eléctrico. Así se muestra en la conversación. Agarra el recuerdo y no lo suelta. Es analítico como buen filólogo e ilustrativo como mejor escritor.

Se estaba generando un movimiento profilial, procantera, muy entusiasta, era verdaderamente insólito. En aquella época parece ser que el primer equipo no enganchaba al aficionado, no llenaba, aunque yo creo que más que desencanto pondría todo en clave positiva. Evidentemente, cuando hay una explosión de entusiasmo, seguramente es porque se viene de otra cosa menos entusiasta, ¿no? Pero, a riesgo de ser pesado, siempre que recuerdo aquella época me gusta relacionarla con una especie de punto de inflexión en la evolución del fútbol español. Nunca me olvido de lo que significó el Mundial del 82. No quiero desmerecer lo que pasó con anterioridad, pero creo ahí cambió. El fútbol vivía una especie de resaca y se juntó con la explosión de una nueva generación. No hablamos solo de nosotros (la Quinta del Buitre), sino de un cambio sociocultural, socioeconómico, una nueva sensibilidad“, puntualiza.

“Ese partido significó mucho para jugadores jóvenes que estábamos empezando y esperábamos meternos en el mundo profesional con pleno derecho”

MIGUEL PARDEZA
Exfutbolista

“Yo venía picado del Mundial 82, donde cosieron a patadas a una Brasil fastuosa, Maradona también fue víctima de los golpes de Gentile. Entonces se decía que el fútbol era correr, sudar, que eso de que tiene que ser divertido era una chorrada. Pero estos chavales del Castilla eran especiales, cada cual en su estilo, no eran de churrería o de carril; hacían con la pelota lo que se les ocurría”, subraya Julio César Iglesias.

Acusaron la presión

José Manuel Ochotorena pertenecía a ese vestuario blanco. Hoy es el preparador de porteros del Valencia; entonces era el meta de Amancio y una autoridad entre sus compañeros: “Hubo un tiempo en que el Castilla jugaba en la Ciudad Deportiva, pero en la época de la que hablamos, en Segunda, lo hacíamos en el estadio. Coincidía con los días que el Madrid jugaba fuera. Ese sábado por la tarde, aparte del Castilla, que ya presumía de Butragueño y compañía, contribuyó también que el rival era el Athletic, que desplegaba también un juego bonito. No estábamos acostumbrados a esa repercusión”.

Iribar era el entrenador del Bilbao Athletic. Tiene 80 años y para ir al duelo que nos ocupa debe retroceder media vida. No es un problema. Experto en blocar remates, también demuestra habilidad en parar el tiempo y rebobinarlo: “Había un ambientazo, fue un partido memorable. Íbamos primero y segundo en la tabla. Estuvimos así durante mucho tiempo. Ellos tenían una delantera temible, pero nosotros, un equipazo. Prácticamente todos los que estuvieron conmigo en esa temporada llegaron a jugar en el Athletic, algunos durante bastante tiempo. De hecho, aquel año Clemente tiró mucho de nuestro equipo y eso hizo que mentalmente estuvieran súper preparados para competir ante tanta gente y a un nivel tan alto”. Sólo tres días antes, Clemente reclamó a ¡siete jugadores del filial! para jugar la vuelta de la final de la Supercopa, en el Camp Nou: Julio y Patxi Salinas, Murúa, Bolaños, Rubén Bilbao, Pizo Gómez y Andrinúa. Los rojiblancos vencieron al Barça 0-1. Insuficiente para levantar el 1-3 de la ida, pero importante para apreciar el molde del futuro.

Julio César Iglesias revela la fotografía: “El Bilbao Athletic, como el primer equipo, siempre tuvo un aire a sí mismo. También ese año. El filial era un equipo con un estilo muy británico, de ida y vuelta, corriendo todos mucho. No había jugadores que dijeras ‘este me deslumbra’, pero eran muy insistentes, muy buenos competidores. Esa es la expresión que mejor les definía. Ese día tenían delante a una camada distinta, que hacía con el balón lo que le venía en gana. El partido fue muy competido”. En esta ocasión, “competido” es un eufemismo. El encuentro estuvo desprovisto de la belleza que se presagiaba. Por un lado, por la pulsión conservadora de Iribar, que diseñó para la cita un traje reservón con una doble costura de cuatro defensas y cuatro centrocampistas y dos puntas de gran estatura, Arrien y Julio Salinas. Jugó muy atrás. Y por otro, por el peso ambiental. “No cumplimos las expectativas. Ni ellos nos pasaron por encima ni nosotros tampoco, pero no fue el mejor partido de nuestras vidas. A nosotros nos ayudó la presencia de Iribar, el míster. Era como un padre y él ya había vivido muchos acontecimientos así”, señala Andrinúa.

El gentío y el duelo por el liderato abrumó a los jugadores, como confiesa Pardeza: “Claro que la atmósfera nos influyó. No estábamos acostumbrados a jugar delante de tantísima gente. Ese partido estaba lleno de significado porque era un reflejo de lo que podía ser nuestro futuro. Además nos enfrentábamos a un equipo grandísimo, estábamos frente a frente los dos mejores equipos jóvenes de Segunda. No sé hasta qué punto nos atenazó todo eso, pero está claro que era muy difícil que el choque se resolviera con holgura”.

“Ese día Butragueño nos clavó el gol de cabeza. Y eso que no era el clásico delantero que iba bien por arriba, pero era especial”

ANDRINÚA
Exfutbolista

Efectivamente, acabó 1-0, con gol de Butragueño en el minuto 35. “Fue un anuncio de lo que luego pasaría en el Madrid”, puntualiza Julio César Iglesias antes de narrar la jugada: “Fue una falta lateral desde la banda derecha. Míchel se perfiló, la botó y Butragueño marcó de cabeza. Esta escena se vivió en el primer equipo muchísimas veces. Míchel fue el responsable de un tercio de los goles que luego marcaría Hugo Sánchez”. Como central que era, Andrinúa fue testigo de la acción en primera fila: “Es que Emilio era algo diferente, especial. Su calidad en el área era… Ese parón que tenía con el balón, arrancaba para un lado y otro con un arranque que te podía superar. No era el clásico ariete que iba bien por arriba… aunque ese día nos lo clavó de cabeza (risas)”. El Buitre y su asistente celebraron el tanto sin aspavientos, puño al aire, responsabilidad contenida.

Dos minutos después, Bolaños le entró por detrás a Pardeza tras uno de sus electroshock y acabó expulsado. “Digamos que fue una patada a destiempo, eso nos condicionó”, dice Andrinúa. Iribar refuerza: “Una de esas entradas que no creo que fuera merecedora de roja. El bueno de Bolaños era fuerte, entonces se entraba fuerte, pero no creo que fuera para tanto. Tuvimos que apechugar con eso y adaptarnos a jugar con diez. Les plantamos cara, les competimos, pero no pudo ser”.

“Había un pique grande entre estas dos generaciones”

OCHOTORENA
Exfutbolista

El encuentro devino en un pulso de tensión y forcejeos, duro, malo para el espectador. “Había un pique grande entre las dos generaciones”, destapa Ochotorena. “El del Bernabéu fue, por así decirlo, el segundo asalto entre esos dos equipos”, agrega Pardeza. Oyéndoles se escucha el mar de fondo de ese partido. A Julio Salinas no fue necesario preguntarle por la intrahistoria. Nada más responder al teléfono y exponerle el reportaje que Relevo tenía entre manos sobre aquel Castilla-Bilbao Athletic del 83, aparta el asunto de la conversación como cuando uno tira del mantel y se lleva por delante la vajilla, y trae al frente lo que se esconde detrás. Como delantero de los de antes, no regatea. “¡Nos robaron, nos robaron esa Liga en los despachos! Como pasó dos años antes en la final de Copa de Juveniles con ese gol que dieron a Míchel y no fue: ¡que entró por fuera de la red!”.

¿Qué ocurrió dos años antes?

Retrocedamos en primer término a 1981, a aquella final, copera y juvenil, para comprender de dónde llegaron esos lodos. El 18 de junio, en una tarde donde apretaba el calor, Real Madrid y Bilbao Athletic no sólo peleaban por el título en el Vicente Calderón. Lo hacían por mostrar al país quién era el líder generacional. En un encuentro muy igualado, un disparo de Míchel en el minuto 58 impulsó a los blancos y se le clavó a los bilbaínos en el alma. Aún hoy maldicen. “Fue un gol que sabes que entró por fuera de la red, por el lateral. No se me olvida el nombre del árbitro, Miguel Pérez. ¡Cómo no me voy a acordar! Yo estaba en la mili con mi hermano, nos dieron permiso para ese partido. Ahí nos veías, con la cabeza rapada, la ilusión de un niño y te roban de esa manera. Cuando pierdes, lloras. Pero si pierdes así…”, se revuelve Salinas.

“En la final de Copa juvenil, el gol de Míchel entró por fuera de la red. Yo estaba en la mili con mi hermano, nos dieron permiso para ese partido, con la cabeza rapada… Cuando pierdes, lloras. Pero si pierdes así…”

JULIO SALINAS
Exfutbolista

“Es verdad que en esa final hubo un gol un poco dudoso, pero yo diría que, si no recuerdo mal, y lo digo con todo el cariño hacia Salinas, creo que merecimos ganar”, replica Pardeza. El encuentro acabó 2-1. Nueve minutos después del polémico tanto de Míchel, De las Heras hizo el segundo a pase del estético centrocampista y en el 75′ Sergio recortó distancias. Así murió la final, pero nació una rivalidad que vivió su cénit en la temporada 1983/84, en una Segunda con más atención que la Primera. De nuevo, las dos generaciones doradas, con sus dos estilos distintos, batallaban por ser campeonas. El Bernabéu, hemos visto, reventó para ver el primer cara a cara del que salió más líder el Castilla. San Mamés albergó el duelo de la segunda vuelta, el 22 de abril. No hubo tanta afluencia como en Concha Espina. El calendario fue el enemigo. Por un lado, el partido cayó en Semana Santa; por otro, muchos aficionados del Athletic viajaron a Valencia para apoyar al primer equipo.

El partido ante el Cartagena lo cambió todo

El enfrentamiento acabó en empate a dos, pero ese “robo” que denuncia Salinas ya había tenido lugar: “Días antes de que nos volviéramos a ver con el Madrid, nos hicieron repetir en Vallecas un partido que habíamos ganado al Cartagena 3-1. Y lo empatamos. Decían que teníamos que repetirlo por una supuesta alineación indebida de mi hermano, porque mi hermano había jugado diez partidos de Liga con el primer equipo, ¡pero no habían sido de Liga, sino de Copa!“. En aquella época, los futbolistas del filial podían jugar como máximo 10 encuentros con el primer equipo. A partir de esa cifra ya no les estaba permitido bajar. No se especificaba si eran todos en Liga u oficiales. Pues bien, Patxi Salinas había llegado a esos diez, pero sólo ocho en Liga. Los otros dos fueron en Supercopa. La Federación, ante ese limbo legal, decidió repetir el partido en campo neutral. “Ese punto fue clave al final“, lamenta Julio Salinas.

La clasificación le da la razón. A la última jornada llegó el Bilbao Athletic como líder con 50 puntos y una salida con muchas espinas, Elche, que peleaba por subir a Primera. El Castilla, segundo con 49, recibía a Las Palmas, que no tenía ningún estímulo, no se jugaba nada. Los leones perdieron 4-0, los madridistas empataron a dos y, como éstos tenían a su favor el goalavarage, se acabaron proclamando campeones de Segunda.

“El Athletic ni protestó en los despachos por aquello del Cartagena porque daba igual: al estar el primer equipo en la máxima categoría no podríamos subir, pero fue un palo. Siempre quedará el Castilla como campeón, pero yo considero mío el título”, despacha Salinas, que sí ganó el duelo individual con Butragueño por el Pichichi: el vasco acabó con 23 goles, el madrileño con 21. Los datos quedaron en el historial de LaLiga, sepultados por el paso de los años. Nada que ver con la emoción de los 85.000 espectadores (o más) que asistieron en el Bernabéu a algo que creían extraordinario. Ese tipo de tardes están fabricadas con un material indeleble.

Sergio Gómez

Sergio
Gómez
es
jefe
de
edición
en
Relevo
y
escribe
historias
y
reportajes
humanos
sobre
el
Real
Madrid
y
el
resto
del
fútbol
de
élite.
Natural
de
Madridejos
(Toledo),
estudió





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Rohit Palit

Periodista deportivo y graduado en Ciencias de la Comunicación de Madrid. Cinco años de experiencia cubriendo fútbol tanto a nivel internacional como local. Más de tres años escribiendo sobre la NFL. Escritor en marcahora.xyz desde 2023.

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