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Pros y contras de “agendar” las relaciones sexuales


¿Quién no recuerda la fogosidad y la adrenalina de los primeros meses de una relación? En medio de la expectativa, las fantasías y la novedad la frecuencia sexual es elevada. Después, casi siempre escuchamos que “se apagó la llama” o “las cosas no son como antes”. Pero, ¿el deseo fue siempre espontáneo?

Según el psiquiatra y sexólogo Walter Ghedin, hay tres factores que son fundamentales a la hora de pensar el deseo (o la falta de él): la vivencia del tiempo, las responsabilidades y la disposición corporal. En pocas palabras, que a medida que nos llenamos de más exigencias, es común que nuestra frecuencia sexual disminuya.

El especialista explicó a Clarín que la edad cronológica no es, como a veces se cree, el factor clave para explicar la disminución en la frecuencia sexual de las personas. El principal factor es el estrés al que estamos sometidos a diario.

“Cómo vivimos, cómo afrontamos la vida cotidiana, cómo manejamos los niveles de estrés, qué hacemos con nuestro mundo propio frente a las exigencias del entorno… Todos serán factores decisivos a la hora de encarar la vida sexual, y todo eso cuenta mucho más que las arrugas o la baja de hormonas”, sostuvo Ghedin.

La “utopía” de la espontaneidad del deseo 24/7

El estrés, el gran culpable de la falta de deseo en más de una ocasión, no sólo se manifiesta cuando estamos “a las corridas” o cuando debemos cumplir con distintos compromisos y exigencias. El sexólogo también señala que las parejas convivientes “están sometidas a un estrés mayor” y que es frecuente que la interacción diaria desgaste una parte de la comunicación que generaba distintos estímulos eróticos.

En otras palabras, cuando la rutina hace que prescindamos de miradas, gestos, actitudes, coqueteos y la emoción por esperar a la otra persona, la comunicación “apaga” ese costado erótico. “En este contexto, afinar las acciones de conexión erótica se convierte en una hazaña, ¡cuán difícil es abrir un espacio real y subjetivo de intimidad!”, concede el sexólogo.

Entonces, si es complicado que el momento perfecto aparezca como por arte de magia, la magia debemos hacerla nosotros para generar ese deseo receptivo. “Lo mejor es programar un día, un momento para estar juntos. Esperar la espontaneidad es una utopía, es mejor disponer ese día u horas y que estas sean especiales”.

Se agenda un momento para avivar la conexión erótica, no para seguir protocolos. Foto: ilustración Shutterstock.

Para eso puede que sea necesario desandar el camino que nos señala que “agendar” un encuentro es poco romántico. En realidad, muestra que tenemos interés en mantener la intimidad y el erotismo en el vínculo, siempre y cuando se tenga en cuenta que no debe convertirse en un mandato.

Ghedin enumeró siete beneficios de programar un tiempo para tener sexo:

  • Ayuda a las parejas a retomar el contacto físico, el cariño, las manifestaciones de ternura y de amor.
  • Permite redescubrir nuestro cuerpo y el del otro.
  • Ayuda a recuperar el disfrute.
  • Favorece nuestra estima.
  • Se incrementa la frecuencia sexual.
  • Nos prepara mejor para encarar las otras actividades de la vida diaria.
  • La pareja se afianza como vínculo primordial y recupera su espacio dentro del gran marco de la familia.

Ahora bien, estos beneficios no se dan siempre ni son infalibles. El sexólogo también advirtió sobre tres elementos adversos que pueden alterar la estrategia de las relaciones programadas y aumentar la pérdida del deseo, justamente lo contrario a lo que se quiere.

“Hay personas que se sienten condicionadas a un día específico, prefieren esperar que el contacto sexual surja por iniciativa espontánea, no importa cuándo, en algún momento volverá a aparecer”, indicó Ghedin. Por eso, el diálogo entre la pareja es fundamental.

Es importante comunicarse en pareja para que "el horario" no se traduzca en un condicionamiento. Foto: ilustración Shutterstock.Es importante comunicarse en pareja para que “el horario” no se traduzca en un condicionamiento. Foto: ilustración Shutterstock.

El “lado B” de las relaciones programadas presenta estos tres casos:

  • Aumenta la ansiedad de anticipación. “Ocurre sobre todo en hombres con antecedentes de pérdida de erección o problemas eyaculatorios”, indica el sexólogo, quien agregó que, como una profecía autocumplida, “estos varones se predisponen a que van a “fallar”, no relajan ni su cuerpo ni su mente”.
  • Pueden presentarse discronaxias sexuales. Es decir, diferencias entre lo que cada quien considera como la frecuencia ideal en el deseo. “Programar las relaciones puede traer este problema”, señaló Ghedin.

En ese sentido, el experto destacó el propósito real de “agendar” estos encuentros: recuperar y consolidar el contacto físico, erótico y afectivo. Para eso, hay que dejar el coitocentrismo —la idea de que sólo sexo es penetración— de lado.

"La vida sexual es una grata responsabilidad que encarar", afirmó Ghedin. Foto: ilustración Shutterstock.“La vida sexual es una grata responsabilidad que encarar”, afirmó Ghedin. Foto: ilustración Shutterstock.
  • Caer de nuevo en la monotonía. Si agendar el día se convierte en otro pendiente por hacer u otra tarea por completar provocará el efecto contrario a la búsqueda del deseo sexual. “Cuando se dice o se piensa con desgano ‘¡Uy!, llegó el día’ ya no sirve la propuesta. En cuyo caso Ghedin recomendó “hacer un giro y buscar acciones alternas, entre espontáneas y programadas (que no sea un día fijo)”.

En cualquier caso, frente al dilema de “agendar o no”, el psiquiatra y sexólogo concluyó que las parejas “deben asumir que la vida sexual también es una grata responsabilidad para encarar” y que todos podemos promover que su esencia no se diluya entre tantas cosas ajenas al vínculo.



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Antea Morbioli

Hola soy Antea Morbioli Periodista con 2 años de experiencia en diferentes medios. Ha cubierto noticias de entretenimiento, películas, programas de televisión, celebridades, deportes, así como todo tipo de eventos culturales para MarcaHora.xyz desde 2023.

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