Boxeo

Yo boxeé en Mauthausen | Especial MARCA – Marca


“Yo boxe en Mauthausen”

Un reportaje de Jos Ignacio Prez

• El republicano espaol Segundo Espallargas, conocido como Paulino, salv su vida peleando en el campo de concentracin, donde los nazis asesinaron a unas 90.000 personas

• “Antes de los combates, me decan: ‘Si pierdes, vas al crematorio’“, recuerda el pgil

• “Tuvo que boxear contra uno que haba matado a ms de un deportado a puetazos“, rememora el preso Mariano Constante

• Ayud a otros prisioneros a sobrevivir: “Le daban mantequilla o pan y l lo reparta. Salv muchas vidas as

• “All un kapo te poda pegar y matarte, as era el exterminio“, asegura el boxeador

ROUND 1

Lgrimas al volverte a ver

Lloraban.

Estaban vivos por l; gracias a l.

-Qu alegra volverte a ver -le decan cuando se encontraban; todos juntos, en el infierno…

… En Mauthausen. Otra vez

Entonces se acercaban y le rodeaban. Le agradecan. Ellos le daban palmadas en la espalda; l los abrazaba,
los acoga; ellos recordaban su coraje, su valor; l, humilde, importancia no se daba, ‘para nada, para
nada’, musitaba y, con una sonrisa, los apretaba fuerte contra l; los ‘atenazaba’ con sus enormes y
musculosos brazos de acero.

l era el boxeador.

Abrazos, algn beso y recuerdos, muchos, todos de tiempos duros, oscuros. De una poca de muerte, exterminio
y destruccin.

-Salimos vivos. Un milagro… -murmuraban algunos.

Ellos, que ahora recordaban, vieron a muchos desaparecer justo all por donde en ese momento pisaban. Todos
asesinados, cruelmente ejecutados. Fueron unos 90.000.

-Si no es por ese boxeador… -advertan otros.

Cuando se vean, afloraba el dolor que portaban para siempre en su interior y les recorra un escalofro de
terror. Se conmovan.

Estaban de nuevo en el campo de concentracin nazi.

Y entonces no podan contener la emocin. Todos, ellos y l, tambin l, el boxeador, un preso resistente,
un pgil fuerte, solidario. Un valiente.

Un buen hombre; un hombre de bien. l.

l se llamaba Segundo Espallargas Castro, nacido en Albalate del Arzobispo, Teruel, pero en Mauthausen le
dieron un nmero y le borraron el nombre. Su ser, el humano, desapareci y se convirti en un condenado a
muerte, en otro ms. Era el preso 5.897… hasta que un nazi, el jefe, el asesino, el mandams, Paulino le
apod. Con ese alias encontr su salvacin, porque en el epicentro del horror, se convirti en ‘Paulino, el
boxeador’.

Segundo Espallargas, apodado Paulino, tiempo despus de ser liberado de Mauthausen.
Amical de Pars

l fue el campen de todos los pesos del maldito campo de concentracin. El pgil al que nadie en el averno
pudo derrotar.

Con sus puos de hierro, de la muerte escap… Y con sus golpes en el ring a muchos otros ayud. Los
rescat.

“Si yo estoy aqu, es porque t me salvaste la vida”, recuerda Segundo que le decan.

As suceda cada vez que el 5 de mayo, de ao en ao, en Mauthausen los supervivientes se reunan.

“Cuando fui con l, con mi pap, al campo de concentracin en los aniversarios de la liberacin, a los otros
se les caan las lgrimas cuando le vean. l ayud a sobrevivir a mucha gente con el boxeo”, recuerda Linda
Espallargas. Es una de las hijas de l, de Segundo, de Paulino. Del boxeador.

El 17 julio de 1936 comenz la Guerra Civil Espaola y aquel mismo da cambi para siempre el destino de
Segundo Espallargas, Paulino. Tena 16 aos cuando se produjo el golpe de Estado perpetrado por una parte de
las fuerzas armadas contra el Gobierno electo de la Segunda Repblica. A pesar de ser an un adolescente, l
no se lo pens. Se march de su casa, junto a su hermano, para combatir en el Ejrcito Republicano.

“Su padre les tiraba piedras para que no se fueran cuando se estaban alejando. No quera que fueran a la
guerra”, dice Brice, hijo de Segundo.

Nacido el 3 de enero de 1920 en Albalate del Arzobispo, provincia de Teruel, Paulino pronto se traslad con
su familia a Alcaiz, donde su padre instal un negocio de aceite de oliva. Desde muy pequeo comenz a
trabajar. “Descargaba camiones con 11 aos”, apunta Linda, su hija.

La guerra todo lo trunc. Tambin su carrera como boxeador. Como amateur, ya haba demostrado su buen hacer
sobre el ring. Paulino tena madera de pgil. Uno de sus compaeros de cautiverio en Mauthausen, Jos de
Dios Amill, preso 5.141, lamentaba, tras haberle visto en el campo boxear, que no hubiera podido desarrollar
sus cualidades fuera de aquel infierno. “Fue una lstima porque, si hubiese estado en libertad, quizs
habra llegado a ser una figura del boxeo; tena condiciones y juventud y si hubiese encontrado un buen
manager, a lo mejor lo habra convertido en un campen”, escriba en ‘La verdad sobre Mauthausen’.

Paulino se fue a luchar por la Repblica, pero, a principios de 1939, tras el avance de las tropas de Franco,
tuvo que cruzar por los Pirineos la frontera rumbo a Francia. Comenzaba el exilio y un periplo que le llev
a pasar por Vernet d’Arige, por la 28 Compaa de Trabajadores Extranjeros, por el Frontstalag 140 Belfort,
por el Stalag XI-B Fallingbostel… hasta que el 25 de enero de 1941 los alemanes le subieron en un tren, un
convoy compuesto por 1.472 republicanos, rumbo a Mauthausen, donde lleg dos das despus, el 27. Tena 21
aos y pasara los prximos cuatro cautivo de los nazis. De los presos que llegaron con l al campo, segn
los datos recogidos por la Amical de Barcelona, murieron 1.079. Slo sobrevivieron 393.

A ella tambin se le hace un nudo en la garganta al recordar.

“Aunque haba mucha gente, todos estaban en silencio, como si los muertos siguieran all. Se senta ese
sufrimiento, el dolor de todas las personas que lucharon por su vida en el campo de concentracin. Se
perciba la muerte”, reflexiona Linda.

Pero en aquel momento algn superviviente repeta…

-El boxeador, menos mal…

Y todos lloraban, siempre, cada vez que se encontraban.

ROUND 2

No caigas, por favor

Dos presos pelean en el ring de Mauthausen.

-Abrzate a m, ‘Kiki’. No tengas miedo -le susurra uno al otro durante el fragor de la batalla.

Luchan por su vida.

El que habla lo hace con sigilo, con miedo, con cautela. Se acerca al odo del otro boxeador para que no lo
escuchen los SS que, ebrios de placer, disfrutan del combate.

Los nazis miran, apuestan. Se divierten.

-Agrrateeeeee, ‘Kiki’. Agrrate a m, por favor -insiste el pgil.

Paulino suplica a su rival que se acerque a l, que le rodee con los brazos, que trabe la pelea, que la
pare, que la ralentice… l, mientras, finge que golpea, lanza con furia puetazos descontrolados que no
alcanzan su destino. Es mucho ms fuerte, pero no quiere daar a su oponente, no lo quiere derrotar.

Las consecuencias para el que pierda pueden ser letales…

En el campo de concentracin los prisioneros sufren, malviven. Se mueren. Los matan; sin escrpulos, sin
piedad.



Una pintura para pap

Brice Espallargas, hijo de Paulino, pint este cuadro para recrear el paso de su padre por Mauthausen. Lo dibuj cuando estaba comenzando sus estudios de Filosofa y se lo regal a su pap, que lo conserv en su casa mientras vivi. “Cuando l muri, lo recuper y ahora lo tengo yo”, asegura.


Brice Espallargas

La amenaza era casi siempre igual.

“Antes de los combates, me decan: ‘Si pierdes, vas al crematorio'”, recuerda Paulino.

Por eso, es clemente con ese pgil que tiene enfrente. Sabe que si lo derriba, puede ser su final.

No caer, no caer… Como sea mantenerse en pie.

-‘Kiki’, aguanta, aguanta. Dos o tres rounds ms… y terminamos.

Y, mientras lo dice, Paulino enva al aire otro directo demoledor.

-Venga, que parezca que estamos peleando, que vean que nos estamos esforzando.

Aquel da, en aquel combate, en aquel preciso momento, en Mauthausen, Segundo le salv la vida a ese hombre
con el que estaba boxeando; ms tarde ser al revs…

Pero todo eso sucedi despus.

ROUND 3

El asesino ordena pelear

-Paulinoooo!! A boxeaaaaaar!

El alarido de ‘El Pavo’ retumb en el cementerio de espaoles: en Mauthausen.

-Dnde ests? Ven aqu! Paulinoooooo, tienes que pelear!

El que gritaba era Franz Ziereis, el comandante del campo de concentracin, un SS cruel y sin escrpulos, un
asesino al que los republicanos all encerrados, encarcelados, haban apodado as por su arrogancia: ‘El
Pavo’. Estirado, soberbio, malvado, el nazi tena ganas de disfrutar.

Hablaba en alemn, pero todos lo entendan a la perfeccin. Saban a quin buscaba. No haca falta
traduccin.

El SS llamaba a Segundo Espallargas, el prisionero con el nmero 5.897 y un tringulo azul; el invencible
republicano espaol.


Haba llegado el momento de pelear.

“Cuando se aburra, los domingos, el comandante vena y me deca: ‘Paulino, venga, instala el ring’. Y me
haca boxear en el campo. Contra un adversario, contra dos, contra tres…”, rememora Segundo en la
entrevista que concedi el 22 de febrero de 2006 a la Asociacin Memoria Viva, una conversacin que se
conserva en el Centro Documental de la Memoria Histrica de Salamanca. *

La vida de Paulino dependa de aquellos combates.

En Mauthausen se ejecutaba por puro placer. Para los nazis la vida de un preso careca de cualquier valor,
pero como all nada se poda explicar… El asesino ordenaba pelear.

“En un lugar como aquel, tan siniestro, en el que todo era matar y asesinar, los SS se dedicaban a organizar
combates de boxeo… Una locura!”, recuerda Marcelino Bilbao, preso nmero 4.628, en el libro ‘Bilbao en
Mauthausen’.

Una ‘milagrosa’ locura…

“A mi padre, el boxeo fue lo que le permiti sobrevivir”, dice Linda Espallargas.


En Mauthausen, los nazis utilizaron a los prisioneros como mano de obra esclava. En los primeros tiempos,
tuvieron que participar en la construccin del propio campo. Tambin trabajaron en la cantera cercana, la
Wiener Graben, bajo unas condiciones inhumanas, que provocaron el fallecimiento de muchos de ellos. Los SS,
adems, no tuvieron piedad y asesinaron a miles all.

A la cantera se acceda por la denominada ‘escalera de la muerte’, por los temibles 186 escalones, que tanto
sufrimiento causaron entre los prisioneros. Por ah, cada da, tenan que bajar a trabajar y, despus, subir
cargados con enormes piedras, algunas de ms de 25 kilos de peso, que transportaban al campo.

Unos 90.000 asesinados

Mauthausen, ubicado en Austria, a unos 20 kilmetros de distancia de Linz, ciudad en la que Adolf Hitler
pas parte de su infancia, fue el destino de unos 7.200 republicanos exiliados tras la Guerra Civil Espaola
y el de otros miles de deportados llegados de toda Europa. El total ronda las 190.000 personas: hombres,
mujeres y nios de ms de 40 nacionalidades.

Asentado junto a una cantera abandonada, la Wiener Graben, la ms rentable para el III Reich, Mauthausen se
inaugur el 8 de agosto de 1938, poco despus de que los nazis se anexionaran Austria, con un transporte de
unos 300 prisioneros procedentes de Dachau. Fue el primer campo de concentracin construido fuera de
Alemania, una fbrica de muerte que se cobr la vida de alrededor de 90.000 seres humanos; de ellos, 4.750
espaoles, segn los datos del ‘Memorial Book for the Dead of the Mauthausen concentration camp’.

Infografa: Miguel ngel Carbonero/MARCA Fuente: Los datos de deportados y vctimas corresponden al ‘Memorial Book for the Dead of the Mauthausen Concentration Camp’.

‘Categora III’: Ningn preso deba salir con vida

A principios de 1941, cuando muchos de los republicanos ya estaban all, los nazis clasificaron Mauthausen
con la ‘Categora III’, lo que quera decir que se aplicara a los prisioneros el rgimen ms severo de los
campos de concentracin nacionalsocialistas. Es decir, la muerte, la tortura, el terror.

El 2 de enero, el SS-Obergruppenfhrer Reinhard Heydrich, jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich,
estableci en un decreto que la ‘Categora III’ sera “para los prisioneros que difcilmente se pueden
rehabilitar: aquellos sobre los que pesan las ms graves acusaciones, quienes ya han sido previamente
condenados por crmenes y presos asociales”. Eran los ‘incorregibles’, los que no se deban reinsertar en la
sociedad… Los que haba que exterminar.

“Los prisioneros de Mauthausen eran considerados enemigos peligrossimos del Tercer Reich. De ah su etiqueta
de ‘irrecuperables’, sin ninguna posibilidad de superacin. Ningn preso entrado all deba salir con vida,
tal era el designio de la SS”, cuenta Mariano Constante, nmero 4.584, en su libro ‘Los aos rojos’.


En aquel lugar se conviva cada da con el horror. “Mauthausen fue terrible”, afirma Paulino.

All la esperanza de vida media de un deportado apenas llegaba a los seis meses. Un matadero en el que no
existan lmites para asesinar. “Un kapo te poda pegar y matarte”, recuerda el boxeador. Sin ms, slo por
el placer de asesinar.

“El exterminio… As era”, se lamenta el espaol.

* ESPAA. MINISTERIO DE CULTURA. CENTRO DOCUMENTAL DE LA MEMORIA HISTRICA, PHO,MEMORIA_VIVA,23

ROUND 4

Mi amigo es boxeador

Espallargas, a puetazos, sobrevivi.

Su destino cambi con una sola frase.

Con esta.

-A partir de ahora, te vas a llamar Paulino -le espet de repente ‘El Pavo’.

Segundo aquel da dej de ‘existir’ y naci el boxeador de Mauthausen, el superviviente.

Ziereis, el comandante, estaba casi siempre presente en los combates del campo de concentracin. Sorprendido por el arrojo y la destreza con los puos de ese joven republicano, decidi apodarle ‘Paulino’,
en recuerdo a uno de sus pgiles preferidos: el espaol Paulino Uzcudun, que se proclam durante su carrera
tres veces campen de Europa del peso pesado.

“El que me puso lo de Paulino fue Ziereis. Hoy todava todos me conocen as, hasta mis hijos me lo llaman”,
asegura Segundo.

ARCHIVO MARCA

Paulino Uzcudun, el pugil al que admiraba Franz Ziereis, el comandante de Mauthausen, fue uno de los
mejores boxeadores de su poca. Desarroll su carrera entre principios de los aos 20 y mediados de los
30 del siglo pasado, y se proclam campen de Espaa y tres veces de Europa de los pesos pesados.

Se enfrent a Max Schmeling, el pgil al que Hitler y Joseph Goebbels trataron de convertir, a pesar de
que l no quera, en smbolo del nazismo. Uzcudun no pudo ganar nunca al alemn: dos derrotas por puntos
y un combate nulo.

Su ltima pelea fue contra Joe Louis. El escenario, el Madison Square Garden de Nueva York. Paulino acab
en la lona en el cuarto asalto y aquel 13 de diciembre de 1935, despus del nico K.O. que sufri en su
carrera, colg los guantes.

Boix, su salvador

Espallargas entr en Mauthausen el 27 de enero de 1941. Tena 21 aos recin cumplidos. Atrs quedaban la lucha, la Guerra
Civil espaola, el exilio en Francia, los campos de prisioneros de guerra, la Compaa de Trabajadores
Extranjeros, la Lnea Maginot… Aos de destierro, de sufrimiento; nada comparado, sin embargo, con lo que
estaba por venir. El infierno nazi.

“Cuando llegamos a la estacin, los SS nos esperaban con perros y enseguida empezaron los gritos, los palos.
Nos pusieron en filas de cinco y nos hicieron subir una montaa. Por el camino nos encontramos con hombres
completamente negros [sucios], muy flacos, muy dbiles… que hablaban espaol”, dice Paulino. Aquellos
seres humanos desgastados, desnutridos, moribundos, fueron para ellos un espejo en el que mirarse: en eso se
iban a convertir.

Francisco Boix, deportado en enero de 1941, el mismo da que Paulino, y registrado en Mauthausen con el
nmero 5.185, contribuy a que los nazis pagaran tras la guerra por los crmenes que haban cometido. Al
llegar al campo declar que su profesin era la de fotgrafo y que saba alemn. Los SS lo emplearon en
el Erkennungsdienst, el laboratorio fotogrfico destinado a los retratos de identificacin de los
prisioneros. Boix, despus, consigui esconder los negativos que demostraban los horrores de los campos
de concentracin, unas imgenes que, posteriormente, sirvieron como prueba de acusacin contra los
mandos nazis en los Juicios de Nremberg y Dachau.

“Entramos, nos esquilaron los pelos de todas las partes, nos metieron en la ducha […], nos dieron unos
calzoncillos, una camisa y un traje rayado…”, explica el boxeador.

Empezaba el calvario. La aniquilacin.

El primer golpe de suerte de Paulino lleg al poco tiempo de estar en el campo de concentracin. “Al cabo de
dos o tres das nos llevaron a la cantera a trabajar; al principio, todos los presos iban all. Conmigo, en
la misma compaa, estaba Boix, que era fotgrafo. Como tenamos la misma edad, ramos amigos, compaeros.
l tena 20 aos, hablaba alemn y le dijo al jefe de la barraca que yo era boxeador”, afirma Paulino.

Unas palabras que cambiaron su negro porvenir. Y le permitieron sobrevivir. “Boix fue mi salvador”, asegura
con rotundidad.

Paulino jams olvid sus primeros das en el campo de concentracin. “Al poco de llegar, los SS soltaron
a los perros… Le doli mucho ver cmo atacaban y se coman a algunos prisioneros”, explica Linda. Lo
mismo le contaba a Brice: “No hablaba mucho del campo, pero a veces describa escenas horribles que
haba visto. Por ejemplo, un hombre al que devoraban unos pastores alemanes”. “Se qued profundamente
marcado por eso”, asevera la hija.

Franz Ziereis, Georg Bachmayer y otros SS de Mauthausen utilizaban a sus perros para amedrentar a los
presos y como arma para asesinarlos. Cuando les apeteca, lanzaban a las bestias indiscriminadamente
contra ellos. De infausto recuerdo fue ‘Lord’, el de Bachmayer.

Las enseanzas del boticario

Segundo ya haba subido al ring en Alcaiz (Teruel) antes de la Guerra Civil. Apenas era un adolescente. “Yo
boxeaba en Espaa, un amateur. Tena 16 aos, pero me entrenaba, hice tres o cuatro combates en la plaza de
toros”, apunta.

“El boticario del pueblo, cuando tena nueve o 10 aos, le ense a boxear. Le dijo: ‘Mira, esto es un
gancho, esto es un crochet’. Y pap entonces empez a pelear porque le gustaba el boxeo, pero no a nivel
profesional en ese momento. Despus, con 15 16 aos, ya peleaba con otros como pgil”, explica Linda.

Paulino, que segn cuentan sus hijos pes siete kilos y medio al nacer, era un portento fsico, un prototipo
de boxeador. “Mi padre meda 1,82 metros, pesaba, depende de los momentos de su vida, entre 90 y 95 kilos
aproximadamente. Era una fuerza de la naturaleza”, dice Brice Espallargas, su nico descendiente varn, y
explica: “Tena los ojos azules y la nariz un poco destrozada, porque le haban operado despus de boxear,
le haban quitado el cartlago”.

Linda Espallargas

Tres combates, tres K.O.

Debilitado por los aos de penurias, an mantena algo de su imponente presencia fsica cuando lleg a
Mauthausen. Con ese aspecto le recuerdan otros presos. “Sin ser coloso, posea una fuerza herclea […] Era
el prototipo del verdadero altoaragons por su robustez. Pese a haber perdido algunas carnes se conservaba
con fuerzas”, asevera Mariano Constante en uno de sus libros: ‘Republicanos aragoneses en los campos nazis’.

Las palabras de Boix presentando a su amigo como pgil convencieron a los kapos del campo… Pero tenan que
comprobarlo con sus propios ojos.

-Pues si es boxeador, que lo demuestre. Le vamos a hacer boxear -respondieron.

“Me llevaron a la barraca de los prominentes, que eran los alemanes que tenan el poder en el campo. All me
pusieron con un adversario al que, con tres o cuatro puetazos, lo puse K.O. Claro, enseguida hubo otro
alemn que dijo: ‘Ahora yo, a m, a m…’. Igual. Al cabo de unos cuantos minutos, en los que me golpeaba y
yo me cubra, en cuanto vi que estaba cansado de pegar, lo ajust y, con dos crochets, lo dej K.O. As tres
veces, tres alemanes, tres kapos, tres que puse K.O.”, rememora Paulino.

Comenzaba su leyenda pugilstica en Mauthausen.

ROUND 5

‘Paulino, Pauliiiiiiiiiiino’

Los combates de boxeo se organizaban casi siempre los domingos, el da de descanso. A veces, segn la memoria
de otros supervientes, tambin algn sbado. Se celebraban en la Appellplatz, la plaza principal de
Mauthausen donde formaban los presos cada da, el mismo lugar en el que tantos perecieron enfermos,
agotados, congelados o apalizados durante los interminables recuentos de los SS.

“En las tardes de los domingos, […] a veces, haba veladas de boxeo y tambin partidos de ftbol. Slo
aquellos prisioneros que trabajaban en Kommandos privilegiados y que se podan alimentar relativamente bien
participaban en esos eventos”, escribe Hans Marslek, prisionero 13.129, en su libro ‘Die Geschichte des
Konzentrationslagers Mauthausen’, y contina: “Como boxeadores se presentaron, tanto en Mauthausen como en
Gusen, sobre todo, criminales alemanes. Algn espaol y algn polaco tambin estuvieron en el ring”.


La ‘Appellplatz’, el lugar donde los presos formaban para el recuento varias veces al da. Y la zona del campo en la que, casi siempre, se organizaban los combates de boxeo.
MHC (Fons Amical de Mauthausen)

Los nazis impulsaron el pugilato. El Hauptsturmfhrer Georg Bachmayer, ayudante de Ziereis, responsable de la
seguridad en el campo y de mantener la disciplina entre los prisioneros, tambin disfrutaba mucho con las
peleas. “Era un fantico del boxeo y creo que lo puso en marcha en Mauthausen. Busc a gente que supiera
algo de este deporte. Hizo fabricar un ring, se puede decir, en toda regla, que normalmente se colocaba los
sbados en el campo”, asegura el superviviente Alois Stockinger en su testimonio para el Mauthausen Survivors Documentation Project, que se conserva en el Memorial de Mauthausen. Al respecto del cuadriltero, Marcelino Bilbao puntualiza: “Un ring de madera que
construyeron varios carpinteros espaoles”.

MHC (Fons Amical de Mauthausen)

Ser til para vivir

Paulino, gracias a Boix y a sus victorias en esos primeros combates, ‘firm’ su pasaporte a la libertad
luchando en ese ring. “l se hizo famoso all por el boxeo. Se convirti en una atraccin en el campo de
concentracin y eso provoc que los nazis le respetaran”, dice Brice.

Todos estaban asombrados con aquel espaol. “Cuando los otros alemanes vieron eso, decan: ‘Pero mira ese
chico, si es jovencito’. Entonces, ya me hice conocer. Uno de los kapos me dijo si quera ir a trabajar con
l en su equipo y me llevaron a la estacin a cargar y descargar vagones de carbn, de ladrillos, de sacos,
de madera…”, explica Segundo que, boxeando, haba conseguido escapar de la trituradora de hombres que era
la cantera, donde el ndice de mortalidad fue terrible. A partir de ahora, formara parte del Kommando Bahnhof que
se encargaba de transportar mercancas pesadas. Era duro, pero bien ‘recompensado’. “En ese grupo de trabajo
tenamos bastante comida”, dice.

Los nazis ‘presuman’ de Paulino y a veces, adems de los combates, hacan otras demostraciones para
comprobar su tremenda fortaleza. “Una vez, para ensear a la gente que estaba all que mi padre era un
hombre muy resistente, un SS cogi un martillo y empez a darle golpes en el corazn. Lo haca para
demostrar que aguantaba mucho el dolor. Y mi padre, cuando me lo contaba, me deca que le haca un dao
terrible, pero que en ese momento apretaba los dientes para no mostrar que era dbil. Eso era como una
especie de juego para los nazis”, recuerda Brice.

El ‘salvavidas’ en los campos de concentracin tena forma de utilidad, es decir, servir para algo, que los
SS pudieran conseguir de un preso cualquier beneficio por mnimo que fuera. Ser qumico, sastre, orfebre,
pintor, zapatero, cantero, herrero o… boxeador, incluso futbolista, poda ‘garantizar’ la supervivencia.
La clave estaba en dominar un oficio o convertirse en el entretenimiento de los alemanes.

-Paulinoooo!! A boxeaaaaaar! -bramaba el comandante.

“l era el nico al que los SS llamaban por su nombre y no por su nmero”, afirma Ramiro Santisteban, preso
3.237, en el libro ‘Los ltimos espaoles de Mauthausen’.

-Paulinoooo!! Hay que montar el ring!

Franz Ziereis amaba el boxeo. Y cumpla as uno de los mandamientos de su lder, el Fhrer, que inculc su
prctica en ‘Mein Kampf’ como uno de los deportes predilectos en la Alemania nazi.

En Mauthausen, y en otros campos de concentracin como Auschwitz, se organizaron combates de boxeo.
Muchos de los SS, el cuerpo de guardia que regentaba aquellos centros de muerte y exterminio, sentan
verdadera pasin por el noble arte pugilstico, una aficin que los llev a fomentar las peleas para su
entretenimiento. Por qu? Por Adolf Hitler.

El Fhrer siempre alab este deporte y as lo dej escrito en ‘Mi lucha’, el libro que sirvi de
inspiracin para todos sus fanticos seguidores. “No debera transcurrir un solo da sin que el
adolescente deje de consagrarse por lo menos durante una hora por la maana y durante otra por la tarde
al entrenamiento de su cuerpo, mediante deportes y ejercicios gimnsticos. En particular, no puede
prescindirse de un deporte que justamente ante los ojos de muchos que se dicen ‘racistas’ es rudo e
indigno: el pugilato”, aseveraba Hitler.

“Es increble cun errneas son las opiniones difundidas en este respecto en las esferas ‘cultas’, donde
se considera natural y honorable que el joven aprenda esgrima y juegue a la espada, en tanto que el
boxeo lo conceptan como una torpeza. Y por qu? No existe deporte alguno que fomente como este el
espritu de ataque y la facultad de rpida decisin, haciendo que el cuerpo adquiera la flexibilidad del
acero. No es ms brutal que dos jvenes diluciden un altercado con los puos que con una lmina de
aguzado acero. Tampoco es menos noble que un hombre agredido se defienda de su agresor con los puos, en
vez de huir para apelar a la polica”, continuaba.

La estrella de Mauthausen

‘El Pavo’ reclamaba constantemente al pgil espaol.

“Cuando el comandante vena y deca: ‘Instalad el ring. Y llamad a Paulino’. Por todo el campo: ‘Paulino,
Pauliiiiiiino’. Ale, a boxear. Algunas veces boxeaba una vez, otras ms. Los dejaba K.O. No s por qu, pero
los pona a todos K.O.”, recuerda Espallargas.

El preso 5.897 alcanz una gran notoriedad en el campo de concentracin. “Era el boxeo y no el ftbol lo que
levantaba verdaderas pasiones, especialmente cuando Paulino entraba en el ring. Aquel mao era la verdadera
estrella deportiva de Mauthausen, y su fama lleg a ser tal que goz incluso de la consideracin de los
mandos alemanes, que no dudaron en excluirlo de los peores trabajos. Los combates se organizaban por
categoras y Paulino luchaba como peso pesado. Otro espaol, el cataln Mateo […] lo haca como peso
pluma. Pero nadie era como Paulino”, recuerda el preso Alfonso Maeso, nmero 3.447, en el libro ‘Mauthausen:
memorias de un republicano espaol en el holocausto’.

“[Paulino] era un aragons que no veas”, apunta el superviviente Ramiro Santisteban y termina: “Era
extraordinario”.

ROUND 6

El Goliat que mataba a puetazos

Aquel da Paulino tena que perder.

El republicano siempre ganaba y los nazis, vidos de sangre, queran tambin verle sufrir. Le buscaban
rivales ms temibles cada vez, algunos verdaderos asesinos con los que se tena que fajar en el ring.

“Mi padre me cont que a veces le hacan luchar con colosos, hombres gigantes. Esos tos tan grandes a veces
hacan muchos gestos y a l le bastaba con darles un puetazo en el hgado para que cayeran. Porque eran
grandes, pero no saban boxear bien”, cuenta Brice Espallargas.

Mariano Constante recuerda con todo detalle uno de esos sanguinarios combates de Segundo. “Los SS decidieron
un da enfrentarlo contra un bandido alemn -delincuente comn-, verdadero Goliat entre la gente del hampa:
era berlins y llevaba sobre su chaqueta el tringulo verde, el de los asesinos. El combate se hara en la
Appellplatz. Los SS pensaban, y as lo deseaban, que aquel coloso de ms de 100 kilos matara al espaol en
cuatro puetazos”, escribe en ‘Republicanos aragoneses en los campos nazis’.

Adems del espectculo, de la diversin, los SS tambin obtenan un beneficio econmico del boxeo en
Mauthausen. Los nazis, en ocasiones, hacan apuestas sobre los vencedores de los combates que organizaban en
el campo de concentracin. Si estaba Paulino sobre el ring, no haba duda, todos iban con l. “Los SS
apostaban sobre m como ganador”, asegura el republicano espaol en el libro ‘Vivos en el averno nazi’.

Los nazis lo tenan todo preparado para la victoria de Goliat. El duelo fue dispar y los pgiles no pelearon
en igualdad de condiciones. “Un domingo por la tarde los pusieron a los dos frente a frente, pero dando
ventajas al bando alemn. Un ejemplo: Espallargas debera ponerse unos guantes de seorito, es decir, de
cuero fino, mientras que el bandido alemn llevara guantes de boxeo normales”, contina Constante, que
advierte del peligro del rival: “[El alemn] haba matado a ms de un deportado de los nuestros a
puetazos”.

Personal file of Espallargas Castro, Segundo, born on 3-Jan-1920, 1.1.26.3/ 1430007/ ITS Digital Archive, Arolsen Archives

Una de las fichas de registro de Segundo Espallargas Castro en el campo de concentracin de Mauthausen.

Segundo estaba en una encrucijada… Pero tena que pelear.

El coloso aprovechaba su ventaja. Sin piedad, destrozaba a Paulino: lo estaba machacando en los primeros
asaltos. Los espaoles que presenciaban la pelea observaban impotentes la paliza que estaba recibiendo su
camarada. “Aunque lo animbamos, pronto nos dimos cuenta de que las cosas andaban muy mal para nuestro
desventurado compatriota. Al cabo de diez minutos sangraba por todas partes y daba impresin de ser un
pelele”, se lee en el libro.

A Paulino le iba la vida en ese combate. No poda caer.

Si pierdes, vas al crematorio; si pierdes, vas al crematorio…

La amenaza de los SS daba vueltas en su cabeza. Malherido, pero orgulloso, terco, el republicano atac a su
oponente con furia, con todo el amor propio que an tena dentro. Peleaba con el corazn.

“No haba claudicado; cuando se dio cuenta de que el adversario empezaba a jadear y golpeaba con menos
fuerzas, o se crea ya el vencedor, arremeti con todas las fuerzas que le quedaban, y en buen aragons
tozudo y rabioso empez a sacudirle lea por todos los costados, infligindole una magistral paliza como
jams haba recibido; el bandido se convirti a su vez en un pelele que, sangrando y desarticulado, reciba
los puetazos que acabaron dejndolo K.O. sobre los adoquines de la plaza”, relata Constante.

Otra vez haba vencido.

Alois Stockinger aclara en su testimonio que los presos que practicaban deporte en el campo de concentracin,
ya fueran partidos de ftbol o combates de boxeo, eran slo unos pocos ‘prominentes’. “Los que participaban
eran del crculo ms estrecho. Eso quiere decir, naturalmente, aquellos que ocupaban puestos privilegiados y
estaban suficientemente nutridos. Porque la mayora de la gente que all se encontraba estaba contenta slo
si poda mantenerse en pie”, explica.

La risa del comandante

Paso a paso, golpe a golpe, Paulino avanzaba hacia la supervivencia.

Otro milagro ocurri despus de una pelea.

“El comandante siempre estaba all, vena cuando yo boxeaba, y despus de un combate, que lo gan
naturalmente, pues me fui hacia l y le dije que yo deseara, con toda la sumisin que yo le deba, que me
diese otro Kommando, porque en el que estaba, en el Bahnhof, trabajbamos todos los das, incluso hasta el domingo al
medioda, y entonces no tena tiempo de entrenar”, explica Paulino.


Heinrich Himmler, Reichsfhrer de las SS, inspecciona las obras de ‘Appellplatz’ durante una de sus visitas al campo de concentracin.
MHC (Fons Amical de Mauthausen)

Tenso, esperaba la respuesta de Ziereis. Con los nazis, nunca se saba qu iba a ocurrir. ‘El Pavo’ poda
ejecutarlo all mismo por osado… “l empez a rer, y si el comandante rea, por supuesto, todos rean, y
me dijo: ‘Jawohl'”, rememora.

-S, te cambiar de Kommando de trabajo -respondi el SS.

‘Robando’ comida en las cocinas

“A partir de entonces, la vida de mi padre en Mauthausen fue menos dura para l”, reconoce Brice, que
recuerda tambin cmo le contaba su pap aquel momento en el que se jug la vida con Ziereis para salir del
Kommando: “Una vez, despus de haber ganado una pelea, se present delante del comandante. El nazi pidi un
intrprete, porque mi padre acababa de llegar y no hablaba bien el alemn. Le dijo que le gustara tener la
posibilidad de entrenarse. El comandante contest: ‘Ponedle a trabajar donde quiera’. Y l respondi que
deseaba ir a las cocinas. l quera estar all para poder alimentarse. Y tambin me cont que robaba comida
para compartirla con los dems prisioneros”.

Eusebio Prez Martn, otro de los supervivientes, recuerda la advertencia, el consejo que le dieron los otros
espaoles que ya llevaban un tiempo en Mauthausen. “Nos decan: ‘Si te pegan, no te caigas’. Qu raro. ‘Si
te pegan, no te caigas’. Qu es eso? Pero tenan un motivo para decirlo: al que le daban un golpe, se haca
el dolorido y se tiraba al suelo era hombre muerto, a patadas lo reventaban: las costillas, la cara, lo que
fuera. Ya no se levantaba. O sea que el lema era: si recibas un puetazo o un golpe, haba que aguantarlo
de pie y, desgraciadamente, esperar a que te dieran el segundo, porque no podas esquivarlo, no podas hacer
nada. Tenas que quedarte firme. Esa era una de las consignas all”, afirma en su testimonio para el Mauthausen Survivors Documentation Project, que se conserva en el Memorial de Mauthausen. En el campo el que se caa muy pocas veces se volva a
levantar.

As salv a muchos otros. Con esos alimentos sisados.

“Paulino era un buenazo y ayud todo lo que pudo. Para que mantuviera las fuerzas y pudiera combatir, le
asignaron kommandos en los que no trabajaba mucho. l aprovechaba para robar comida y repartirla entre otros
espaoles”, apunta Ramiro Santisteban.

El boxeador se convirti en una ‘celebridad’ en el campo. Y lo rentabiliz.

“Los cocineros alemanes, como tenan mucha admiracin por pap, de vez en cuando le lanzaban un poco de
mantequilla o una patata de ms. l lo esconda todo, lo meta dentro de su pijama de rayas. Y cuando volva
a los barracones por la noche se lo daba a los otros espaoles. Salv muchas vidas as”, comenta Linda.

El boxeo tambin le sirvi a Paulino para salir ileso de este ‘contrabando’. Si le hubieran descubierto
robando, el castigo podra haber sido mortal. “Haba algunos SS que les vigilaban cuando salan de la
cocina, pero a pap, como le tenan mucho respeto, le dejaban pasar, no le controlaban. Y as poda sacar
esa comida que le haban dado y la comparta despus”, contina la hija.

Vronique Salou Olivares

Los tres combates de ngel Olivares en Mauthausen

Un 17 de agosto de 1946…

Apenas un ao despus de salir libre, y vivo, de Mauthausen, ngel Olivares se sent a intentar plasmar
sus vivencias en un papel. Era la tercera vez que lo intentaba y ahora s lo consigui. “Debido a la
anormalidad de todo lo vivido en los ltimos aos, me ver obligado a ir escribiendo todo segn acuda a
mi mente”, se lee en las primeras lneas.

Apenas haba redactado dos prrafos cuando ya mencion el boxeo, la pasin de su vida y el deporte que,
despus, le ayud a mejorar su situacin en el campo de concentracin.

Esto fue lo que en el manuscrito a bolgrafo redact. “Tena 14 aos un da que mi madre cay enferma.
Por entonces, yo haba empezado a boxear y esto era mi nica obsesin”, recuerda.

Vronique Salou Olivares

A aquel adolescente inconsciente que por entonces era, le molestaba que aquellos problemas de salud de su
mam interrumpieran sus quehaceres pugilsticos. Tal era su fervor. “Por esta razn yo me senta
molestado cada vez que mi ta me mandaba a hacer algn recado privndome de alguno de mis
entrenamientos”, prosigue.

ngel naci el 6 febrero de 1921 en Abrucena (Almera), pero su familia emigr a Terrassa (Barcelona)
cuando era un nio. En Catalua, creci y se enamor del boxeo. Incluso disput sus primeros combates.
Con apenas 14 aos, ya posaba con hechuras de pgil. Prometa…

Hasta que la Guerra Civil estall y todo se acab. Olivares combati con el Ejrcito Republicano y,
apenas cumplida la mayora de edad, en 1938, se enrol en la 26 divisin, la antigua ‘Columna Durruti’.
El avance de las tropas nacionales le oblig a cruzar a Francia en febrero de 1939. Comenz entonces un
viaje siniestro: Bourg-Madame, el campo de Vernet d’Arige, Septfonds, la 22 Compaa de Trabajadores
Extranjeros, el Stalag VD de Estrasburgo y… Mauthausen, donde lleg el 13 de diciembre de 1940. Un
lugar en el que slo haba “gritos, golpes y cuerpos esquelticos”, escribe en sus memorias ngel, al
que le dieron el nmero 5.080.

Vronique Salou Olivares

Estaba en el averno.

“Lo que a mi padre le permiti sobrevivir en el campo de concentracin fue su juventud, la solidaridad de
sus compaeros y haber estado en el Kommando Csar, donde menos de 15 personas de su grupo murieron”,
dice Veronique Salou, hija de Olivares. Pero hubo algo ms. “Los combates de boxeo le permitieron
mejorar sus condiciones de vida, tanto para l como para sus amigos”, contina.

La pelea contra un gitano

ngel Olivares saba que en Mauthausen subir al ring le poda ayudar. Cuando regres al campo central,
tras estar en el Kommando Csar, se encarg de hacer saber que era boxeador.

“Volv el 18 de septiembre. Qu diferencia con el 13 de diciembre de 1940. […] El campo haba sido
engrandecido y cocinas, lavadero, crematorio y otras barracas que antes estaban fuera del campo hoy
formaban parte de l. Una gran avenida con espaciosas aceras lo cruzaba de punta a punta. El silencio
era el mismo, los gritos ya me eran familiares”, relata el preso 5.080.

“Decid, de acuerdo con los otros, hacer lo necesario para poder inscribirme en el campo nmero 1 como
pugilista. Consegu que se me inscribiera y, a las dos semanas de mal comer y peor dormir, hice mi
reentr en el ring. Fui enfrentado a un gitano alemn que me venci a los puntos. Debo decir que, si
bien no me hicieron mucho dao los golpes de mi adversario, acab el combate verdaderamente fatigado.
Parece ser que, a pesar de mi derrota, gust”, prosigue.

Vronique Salou Olivares

Un prominente

Esa pelea le dio a Olivares una oportunidad de mejorar sus condiciones y las de los dems. “A los pocos
das […] estuve pelando patatas en la cocina, buena plaza en un campo de concentracin, y ms tarde
ascend a friega calderas, plaza de suma estrategia gansteril. Aquel lugar me permita ayudar a mis
amigos bastante eficazmente”, comenta ngel, que volvera a boxear en Mauthausen: “Pele an dos veces
logrando una victoria por puntos y un match-nulo y viv durante tres meses una vida de ‘prominente'”.

Olivares explica cmo era esa nueva situacin que haba conseguido con el boxeo. “Se entenda por
‘prominente’ aquel que, teniendo una buena plaza, poda vestir y calzar bien, comer a su antojo y
permitirse ciertas atenciones para consigo mismo. En el campo nmero 1 haba una gran cantidad de estos
presos y yo iba a formar parte de esa ‘clase’. Como en todas las cosas, haba entre los ‘prominentes’
quien, satisfechas sus primeras necesidades y cubierto el expediente de la plaza que ocupaba, todo lo
que poda conseguir de ms lo empleaba para ayudar a los que, menos favorecidos, no podan comer cuando
lo necesitaban. Otros, en cambio, todo cuanto conseguan lo necesitaban para su ‘bluff’ y sus vicios”.

ngel fue solidario; ayud a los dems.

Sobrevivi y, tras la liberacin, nunca ms boxe.


Boxear… y ajustar cuentas con los kapos

“Durante aos, mi padre despert admiracin incluso entre los alemanes”, asegura Linda. Tanta que a veces a
Paulino le dejaban escoger los rivales con los que pelear. Ocasin que aprovechaban otros presos para
pedirle que eligiera a sus respectivos kapos. Queran que les diera una paliza, un merecido castigo por ser
tan feroces en el trato con los prisioneros.

Era el momento de poder vengarse.

“Para muchos, una pelea a puetazos entre un espaol o un polaco y un alemn simbolizaba la lucha de los
pueblos oprimidos contra los fascistas alemanes, porque en Mauthausen slo era posible que un extranjero
derribara y derrotara a un alemn en el ring de boxeo”, explica Hans Marslek en ‘Die Geschichte des
Konzentrationslagers Mauthausen’.

Paulino, por supuesto, no desperdiciaba este ‘privilegio’.

“A veces, depende de contra quien luchara en el ring, golpeaba fuerte, muy fuerte, con rabia por el maltrato
dado a mis camaradas condenados. Descargaba mi ira y, en cierta forma, les vengaba”, recuerda Espallargas en
el libro ‘Vivos en el averno nazi’.

“Y cuando le dejaban elegir contra quin combatir, l escoga a los kapos y ellos decan: ‘No, no, no
quiero’. Pero tenan que luchar”, explica su hijo Brice.

A Jacinto Corts Garca le preguntaron por los combates de boxeo en el campo de concentracin y su respuesta
fue clara, directa. No dud. “El ms fuerte, Paulino”, se lee en el documento con su testimonio para el Mauthausen Survivors Documentation Project, que se conserva en el Memorial de Mauthausen. El superviviente describe tambin un episodio con el pgil mao como protagonista.
“Una vez me acuerdo que no tena guantes y el otro era un alemn. Paulino dijo: ‘Yo sin nada, no. Sin
guantes no peleo’. Y entonces el otro contest: ‘Cobarde'”, recuerda Jacinto.

Una palabra desafiante que provoc la reaccin airada del pgil espaol. “Me cago en la mar, lo que dijo…
Empez a boxear y le peg un porrazo…”, contina. Un tremendo puetazo con el que tumb al alemn.

“Y me acuerdo bien porque yo estaba mirando y viene un cabo, otro alemn, y hace as y me quita como a un
pordiosero. Y digo: ‘Qu haces? Coo!’. No quera ni responderme, cogi y se march, no dijo nada. Claro
que entonces ya nosotros nos defendamos mucho”, afirma Jacinto para explicar cmo los espaoles, con el
paso del tiempo, fueron ganando consideracin y respeto en el campo.

Si no peleas, me das los zapatos

Todos teman a Paulino en el ring.

“Muchos tenan miedo de ser elegidos para combatir contra l. Saban que los iba a dejar K.O.”, admite Linda,
que menciona una ancdota que le cont su padre al respecto: “Uno de los kapos no quera pelear con pap. Y
le dijo: ‘Qu tengo que darte para que no me escojas?’. Pap respondi que sus zapatos. Y se los dio”.

“Segn me contaron, nadie quera enfrentarse a l, porque tena una izquierda demoledora”, escribe Jos de
Dios Amill, preso 5.141, en ‘La verdad sobre Mauthausen’.

Pero quisieran o no… deban boxear contra Paulino.

‘Dale, es un bastardo’

Luis Garca Manzano, ‘Luisn’, preso nmero 4.817, rememora otro combate de Segundo frente a uno de estos
despiadados kapos. Ocurri en la primavera de 1944. “El jefe de este lugar [del Stube B de la barraca] era
un alemn de tringulo verde, antiguo boxeador de Hamburgo. Haca pocas semanas, en un combate de boxeo
contra el espaol Paulino Espallargas, que era el supercampen en el campo, franceses y espaoles alentaban
a este ltimo con los gritos de: ‘Sacdele, Paulino, que nos ata los banquillos para que no nos sentemos
Que no nos deja estar en el comedor! Vamos, Paulino, que es un bastardo!'”, se lee en el libro ‘La
rondalla de Mauthausen’.

Espallargas, mucho mejor pgil que el alemn, lo tumb rpidamente. “Lo puso K.O. en pocos rounds y la paliza
fue tan fenomenal que tuvo que estar unos 20 das en la enfermera”, contina Luis Garca Manzano.

Otro que haba recibido su justo merecido.

ROUND 7

Se les puede derrotar

Paulino levantaba la moral de sus compatriotas.

Los republicanos, los del tringulo azul, animaban a Segundo durante los combates. Sus triunfos sobre el
cuadriltero eran en parte tambin los suyos; as, al menos, lo sentan. Todos se emocionaban cuando el mao
suba al ring y zurraba a sus oponentes.

“Llegaba el domingo y comenzaba la masacre: Paulino repartiendo lea a diestro y siniestro mientras el
pblico espaol lo animaba. ‘Dale, Paulino, dale! Pgale aqu, pgale all’. De todas maneras, haba que
tener cuidado de no meter mucho ruido porque a los SS no les gustaba que nadie gritara”, rememora Marcelino
Bilbao.

El boxeo permita, por otro lado, escapar del horror. Los prisioneros que presenciaban los combates olvidaban
por un momento sus terrorficas condiciones de vida. Descansaban psicolgicamente del terror, soaban por
unos segundos con la supervivencia, con la libertad, con su victoria final.

MHC (Fons Amical de Mauthausen)

Los triunfos de Paulino les daban valor y coraje para resistir un da, una semana, un mes… ms. “l era un
ejemplo para los espaoles en el campo de concentracin. Les transmita fuerza y, cuando le vean boxear,
sentan como si fueran ellos los que estaban dando puetazos a los kapos, como si ellos mismos pelearan”,
tercia Linda.

De hombre a hombre…

Mariano Constante recuerda, en ‘Republicanos aragoneses en los campos nazis’, cmo influy en la moral de sus
compatriotas el espectacular K.O. del aragons en el combate contra Goliat. Una victoria como esa “mostraba
a los SS y sus esbirros que ellos podan aniquilar a un ser humano con sus mtodos, pero que de hombre a
hombre estbamos muy por encima de ellos”.

“Quizs era la primera vez que los SS admiraban a un atleta, aunque tambin poda ser que aquella admiracin
fuera como la que se tiene viendo a un oso o animal salvaje en un zoo o en un circo. […] Moralmente para
los espaoles fue un suceso indescriptible, hacindonos ver que tenamos razn cuando pregonbamos nuestras
virtudes frente a la gente del hampa, que eran los que dominaban en el interior del campo”, escribe el
prisionero nmero 4.584.

Paulino daba esperanza.

ROUND 8

La pelea con el polaco ‘matador’

Los nazis queran ver a Paulino en accin. Disfrutaban cuando el republicano ‘bailaba’ sobre el ring de
Mauthausen. Y en cada transporte que llegaba al campo buscaban oponentes para l. “Cuando entraban los
nuevos presos, les preguntaban: ‘El oficio?’. Si decan ‘boxeador’, lo ponan en la cocina. Y all lo
dejaban 15 das o un mes, le daban bien de comer y, adems, le concedan tiempo para entrenarse y luego
enfrentarse a Paulino”, rememora Segundo, que pele contra pgiles de diferentes nacionalidades. “Yo boxeaba
contra todas las razas…”, asegura en ‘Vivos en el averno nazi’.

Pablo Escribano, natural de Rasueros (vila), menciona un combate del aragons contra un preso polaco muy
peligroso. “Un domingo, hubo que boxear. Haba un espaol que se llamaba Paulino, era del peso pesado, y
haba llegado un polaco que se las daba de matador, de boxeador tambin”, cuenta en su testimonio para el Mauthausen Survivors Documentation Project, que se conserva en el Memorial de Mauthausen.

“Incluso haban hecho propaganda: ‘Hoy, domingo por la tarde, Paulino le va a dar a…’. Ese da nos dejaron
sacar los taburetes del bloque para estar sentados en la Appellplatz viendo el boxeo. Cuando subi el
espaol, al que estuvieron ms de una semana dndole alimentos, era una masa fuerte. Se liaron a palos, unos
iban con el polaco, otros con el espaol. Cuando [Paulino] ya le tir, yo levant el taburete y lie un
folln ah…”, termina Escribano, que celebr por todo lo alto el triunfo de su camarada republicano.

Memorial de Mauthausen


El baln rod en Mauthausen.

“El ftbol en el campo de concentracin empez con una pelota fabricada con trapos por los espaoles. Haba
un patio grande y ah se entretenan pasndosela entre ellos”, recordaba Siegfried Meir, prisionero 117.943,
el reportaje ‘Yo vi ftbol en Mauthausen’, publicado en MARCA en 2016.

El castigo por mucho menos que eso poda ser la ejecucin. Los otros presos no daban crdito a lo que vean:
un partido en el mismo infierno. “Los alemanes y los polacos nos decan que estbamos locos, que los SS nos
iban a matar a palos, que aquello estaba prohibido. Nosotros considerbamos que, prohibido o no, lo
importante era levantarnos la moral. Los espaoles […] estbamos en Mauthausen desde haca de tres a seis
meses. Y notbamos que nuestras fuerzas empezaban a declinar”, recuerda Luis Gil en su testimonio recogido
en el libro ‘El Tringulo Azul’, de Mariano Constante y Manuel Razola.

El primer convoy de espaoles lleg a Mauthausen en agosto de 1940, por lo que, segn se desprende de las
palabras Luis Gil, cuya fecha de entrada data del 8 de septiembre de ese ao, si llevaban all entre tres y
seis meses cuando fabricaron aquella pelota de trapo, los partidos comenzaron en el campo entre finales de
1940 y principios de 1941.

Un ring improvisado

Despus del ftbol, lleg el boxeo. “El domingo siguiente, no tan slo se celebr un partido sino tambin un
combate, quedando delimitado el cuadriltero por una cuerda sostenida en cada ngulo por uno de los
nuestros. Lo ms probable es que ambos boxeadores hubiesen preferido permanecer acostados en vez de
intercambiar golpes, y no era siquiera por amor al deporte que gastaban as sus fuerzas, sino para
entretener a sus camaradas”, contina Luis Gil.

Aunque no da fechas, algo muy similar meciona Enrique Calcerrada en su libro ‘Sobrevivir a Mauthausen-Gusen’
respecto a estos comienzos de los partidos y los combates. “Contando con la aficin que profesan los
alemanes por los juegos deportivos, algunos domingos, sin previa autorizacin, aunque no sin miedo,
organizbamos competiciones deportivas, ftbol y boxeo, con medios muy rudimentarios. Hasta entonces la vida
dura en el campo central de Mauthausen se haba reducido a los sufrimientos internos, propios del trabajo y
de los malos tratos”, escribe el preso 4.479.

Jams lo tumbaron

Nadie poda con el pgil espaol. “Yo sal invicto del campo”, asegura Segundo Espallargas. No lo dice slo
l, lo corroboran tambin los otros presos que presenciaron sus combates en Mauthausen. “Ninguno de sus
oponentes, germanos y checos, sobre todo, pudo jams con l, y sus victorias se contaban por K.O. Tan slo
una vez un alemn de raza gitana se le puso gallito, aunque poco le dur la bravuconera. En el tercer
asalto, Paulino lo tumb de un puetazo”, recuerda Alfonso Maeso, prisionero nmero 3.447.

“Haba un boxeador de gran calidad y potencia que, por cierto, era de Teruel, a quien denominaban Paulino
[…] Combate que haca el aragons, combate que ganaba por K.O.”, escribe Jos de Dios Amill, preso 5.141,
en el libro ‘La verdad sobre Mauthausen’, donde contina: “La figura estelar del boxeo en el campo era, sin
lugar a dudas, Paulino. Cada velada en la que tomaba parte se llenaba el Block hasta los topes y acudan a
verle pelear todos los gerifaltes del campo, incluso alguna vez asisti el jefe del campo interno. Esto
significaba un gran honor para los contendientes, pues, aunque era un preso de delito comn, era todo un
personaje dentro del campo y de la mxima relevancia”.

Paulino no fue el nico espaol que boxe en Mauthausen. “En mi block haba un compaero que se apellidaba
Lozano y era nada menos que campen de Espaa de peso ligero, por tanto profesional y todo un campen; as
estaba escrito en su palmars […] Tambin era una figura, pero no resultaba tan espectacular como Paulino
por ser de peso inferior”, recuerda Jos de Dios Amill en ‘La Verdad sobre Mauthausen’.

Lozano disput un combate en el barracn 19. “Tena que enfrentarse a otro pgil del mismo peso de quien se
deca que tambin haba sido una figura del boxeo en su pas […] Empez la velada con el combate a seis
asaltos de tres minutos entre el espaol Lozano y su contrincante. El primer asalto fue de tanteo y se vio
la superioridad tcnica del espaol. En los dems esta superioridad fue aplastante y se puede decir que
Lozano no recibi ningn golpe. Su rival, que era un gran encajador, pudo terminar sin doblar la rodilla,
as que la victoria fue por puntos”, termina De Dios Amill.

La pelea contra el cinturn negro

De Dios Amill narra el inters que haba despertado un combate de Paulino. En el bloque no caba un alfiler:
“La velada de boxeo en el 19 [se refiere al barracn] fue de bastante categora […] El gran Paulino tena
que enfrentarse con un cinturn negro, todo un campen. El inmueble se llen hasta los topes y muchos no
pudieron entrar por falta de espacio”.

El espaol se iba a medir a un hngaro, un boxeador curtido, con mucha experiencia. “Paulino ya llevaba
varios combates realizados y en todos haba ganado por K.O. Su puo era demoledor. El que ganase se
enfrentara a otro pgil para proclamarse campen del campo y, por tanto, cinturn negro. El combate, a diez
asaltos, empez con gran expectacin”, dice De Dios Amill.

Memorial de Mauthausen

El SS-Hauptscharfhrer Nippgen era el terror en Mauthausen. Tristemente clebre por su brutalidad con los
prisioneros, form parte de algunos pelotones de fusilamiento y era temido por su crueldad. Los deportados
le llamaban el ‘boxeador’.

“Se sola decir que era pgil profesional. Yo tambin lo creo, porque era un hombre extraordinariamente fuerte”,
recordaba el superviviente Josef Schwaiger, en su testimonio para el Mauthausen Survivors Documentation Project, donde
lo describa como un verdadero asesino: “Quiero mencionar que el ms terrible, sanguinario y matn era
nuestro jefe de bloque, al que los prisioneros llamaban ‘boxeador’. Era Nippgen”.

Hans Marslek, por su parte, recuerda a un SS del Lagerschreibstube, un Rapportfhrer al que los presos
conocan por otro apelativo. “Tena otro nombre: el ‘boxeador’. Y se enorgulleca de ser capaz de derribar a
un prisionero con un golpe de boxeo, y lo intentaba una y otra vez, lo mostraba, lo realizaba, era un
ceremonial, primero se pona un guante y luego… golpeaba un puetazo”, confesaba en una entrevista para el
Memorial de Mauthausen.

De un puetazo… a la mesa del jurado

“Los espaoles ramos mayora y el gran entusiasmo se manifestaba con gritos y bravos que animaban a nuestro
compatriota en su lucha contra el hngaro. ste, pese a tener sus 30 aos, se vea en gran forma fsica y se
notaba que era un gato viejo del ring, sobre todo en las lides del campo. Se vea tcnicamente superior a
Paulino, pero en el transcurso del combate, el espaol llev la iniciativa de la pelea y demostr ser un
gran encajador”, contina Amill.

El ataque definitivo lleg al final. “La lucha fue muy igualada pero, en el ltimo asalto, los puos de
Paulino fueron como un vendaval que hizo saltar la guardia del hngaro. Le asest tal puetazo que lo lanz
encima de la mesa del jurado”, prosigue.

Espallargas lo haba tumbado, lo haba puesto fuera de combate con un tremendo golpetazo. “Despus de contar
hasta diez, el juez de la contienda levant la mano de Paulino y lo proclam vencedor por K.O.”, termina
Amill.

Segundo ya tena derecho a pelear por el ttulo de campen. Por supuesto, tambin lo consigui. “El diploma
que yo tena deca: ‘Paulino, campen del campo de todos los pesos'”, recuerda el pgil.

Un K.O. al campen de Gusen

El boxeo despertaba pasiones en los nazis. “Los SS organizaban combates entre presos […] Menudos combates!
Los soldados venan a verlos en grandes grupos”, recuerda Marcelino Bilbao y contina: “Pero hay que ver a
que extremo se lleg en Mauthausen con el boxeo, que hasta los SS prepararon un encuentro entre el campen
de Gusen y Paulino!”.

La misma pelea menciona el superviviente Alois Stockinger en su testimonio: “Hubo uno que era de Hamburgo, un
matn. A ese le tema todo el mundo. Luego le trasladaron al campo de Gusen y no s cmo se las apaaron,
pero un sbado ese hombre subi desde all de algn modo. Por entonces tenamos a un espaol, un boxeador de
verdad, Paulino, al que se lo echaron encima. Sabamos que el espaol le iba a dar al de Hamburgo una paliza
en condiciones”.

Stockinger tena razn en su pronstico. Espallargas tambin tumb a ese temido preso. “Le peg de tal manera
que acab K.O. ya en el primer round. Le tuvieron que trasladar a la enfermera”, dice Alois. “Cmo no,
Paulino tambin gan al campen de Gusen. Era el amo del campo, pero sobre todo un hombre muy carioso con
sus camaradas”, sentencia Bilbao.

Un preso de bien.

ROUND 9

Libres, te devuelvo el favor

Bien ama, quien nunca olvida…

Espallargas ayud a todo el que pudo. Como a aquel preso al que susurruba en medio de un combate en el campo de
concentracin, ese al que suplicaba que no se derrumbara.

-Abrzate a m. Aguanta un poco ms -le alentaba el espaol.

Enfrente de l, abatido, casi derrotado, se tambaleaba Georges Gardebois, en ese momento el preso 62.409,
antes un boxeador profesional francs que haba participado en los Juegos Olmpicos de msterdam en 1928. Su
registro en Mauthausen est fechado el 8 de abril de 1944, procedente de Compigne.

Personal file of Gardebois, Georges, born on 18-Sep-1907, 1.1.26.3/ 1452519/ ITS Digital Archive, Arolsen Archives

Una de las fichas de registro de Georges Gardebois en Mauthausen.

La dureza del campo pronto le pas factura. Tuvo que ingresar en el ‘Revier’, en la temida enfermera,
apenas un par de meses despus de llegar. Segn los datos que se conservan en el Archivo de Mauthausen, su
primera convalecencia fue de unas tres semanas: entre el 26 de junio y el 15 de julio de 1944.

Muy pocos se recuperaban en el ‘Revier’. Entrar en ese barracn, en teora destinado a ‘sanar’, significaba
acercarse a la muerte. Los presos teman que los enviaran all. Gardebois se cur y regres a su trabajo en
el Kommando ‘Rstung’, situado en la cantera Wiener Graben y destinado a la produccin de diversas partes de
los aviones Messerschmitt de la Luftwaffe. Pero volvi enfermar. Otra vez al ‘Revier’, donde estuvo 24 das
ms ‘conviviendo’ con el crematorio: los que pasaron desde el 12 de octubre hasta el 5 de noviembre.

Memorial de Mauthausen

La pelea

Georges sobrevivi… Y un da le obligaron a subirse al ring con Paulino.

“Le hicieron boxear conmigo y yo enseguida vi que no era un adversario muy peligroso”, rememora Espallargas.
Gardebois, al que apodaban ‘Kiki’, estaba ya debilitado por el cautiverio. No era rival.

“Yo le deca: ”Kiki’, agrrate a m, no tengas miedo’. Y le pegaba en los brazos y al aire”, dice
Segundo, que no quera golpear con potencia a su oponente para evitar que cayera al suelo. La sentencia
para el que perdiera poda ser mortal. Con los SS nunca se saba qu poda pasar…

Memorial de Mauthausen

Gardebois, con la ayuda de Paulino, aguant el combate en pie hasta el final. “Pudo hacer seis o siete rounds
contra m y para l fue una cosa maravillosa, porque yo los pona a todos K.O.”, explica Espallargas.

Los nazis se marcharon satisfechos con la actuacin de los dos pgiles sobre el cuadriltero. Y no hubo
represalias.

Paulino jams olvid aquella pelea; Gardebois, tampoco.

Slo era cuestin de tiempo que ambos se volvieran a encontrar.

Libres, el destino los volvera a juntar.

Memorial de Mauthausen

La liberacin

El 5 de mayo de 1945, un sbado, los blindados de la 11 divisin Acorazada del Ejrcito Americano
ascendieron la empinada cuesta por la que se accede al campo de concentracin de Mauthausen y lo liberaron.
Las puertas del infierno se abran, por fin, de par en par para dejar salir a los que haban logrado
sobrevivir.

La libertad.

“El nico recuerdo que tengo, porque me fui enseguida, es cuando los tanques subieron, se pararon a la
entrada y pidieron un intrprete”, asevera Paulino.

l slo quera escapar de ah.

Con ms detalle se expresa Mariano Constante en su libro ‘Los aos rojos’: “Dos vehculos blindados y un
jeep americano se presentaron ante el control establecido en la carretera de Mauthausen, frente a la puerta
del rea exterior del campo. Los ocupantes del jeep levantaron la barrera y penetraron en la plazoleta
situada a la entrada del patio de los garajes SS, sobre la cual extenda sus alas una inmensa guila nazi.
Como un reguero de plvora se extendi la noticia de la llegada de los americanos al campo. […] Varios
presos abrieron el gran portaln de entrada y se lanzaron a su encuentro… Por fin la libertad!”.

Paulino emprendi rpido su marcha.

“Decid irme a Francia”, dice el boxeador. Primero conduciendo un camin y despus en tren. Linz, Passau,
Mnich, Sttutgart… Y Pars, el destino final.

MHC. Fons Amical de Mauthausen-Francesc Boix i Campo (amb el perms de la famlia Boix).

La enfermera

Ya en la capital gala, Paulino escap por poco de ser reclutado de nuevo para el Ejrcito francs. Con l
estaba Marcelino Bilbao, que es el que relata lo que ocurri en el hotel Lutetia, el lugar al que acudan
solicitando ayuda los miles de deportados que regresaban de los campos de concentracin.

“Un da aparecieron los militares franceses para ‘charlar’ con nosotros. ‘Espaol, tome usted sus papeles,
puede quedarse en Francia. Pero por qu no se apunta al Ejrcito?’, trataban de engaarnos”, relata Bilbao
y contina: “Cuando aparecieron estos militares yo estaba con mis dos amigos maicos, el boxeador Paulino
Espallargas y Chusta el zapatero. Los tres nos negbamos tajantemente a alistarnos en el Ejrcito y
empezamos a discutir acaladoradamente con los militares”.

En el fragor de la disputa, que vais al ejrcito, que no, que tenis que ir, que no queremos, apareci una
mujer, una compatriota, y los salv.

“Una enfermera espaola que presenci la escena nos sac por un lateral del hotel, nos hizo una ficha y nos
marchamos. Y as nos salvamos de ir al Ejrcito francs! Porque si fuera por los militares, tambin
hubiramos acabado en Indochina”, termina Bilbao.

All era donde los queran mandar…

Pero Paulino se qued en Pars.

Y en el hotel Lutetia…

El 23 de abril de 1945, Georges Gardebois fue liberado del campo junto a otros franceses y llevado en un convoy de la Cruz Roja a Suiza. En la ficha se puede comprobar la fecha de entrada en el pas helvtico.
Personal file of Gardebois, Georges, born on 18-Sep-1907, 1.1.26.3/ 1452519/ ITS Digital Archive, Arolsen Archives

El reencuentro

… Aguardaba Georges Gardebois. Esperaba a Segundo Espallargas; buscaba al hombre que haba sido su
salvador. Tena que devolverle un enorme favor.

“En Pars, ‘Kiki’, el boxeador con el que pele en el campo, iba todos los das a ver si yo llegaba”,
explica el pgil espaol.

Hasta que Paulino apareci en el hotel Lutetia. Y ambos se fundieron en un clido abrazo.

-Ahora soy yo el que te va a ayudar -le susurr Gardebois cuando se acerc a l.

Se palmeaban la espalda con cario.

“Enseguida me llev con l, me dio un traje, un abrigo, unos zapatos… todo. Y ah fue cuando me dijo: ‘Ven
conmigo, te voy a ensear dnde est el restaurante al que irs a desayunar, a comer y a cenar todos los
das. Soy yo quien pago, t no te preocupes por eso’. Y as estuve seis meses con el restaurante pagado”,
recuerda Segundo.

Gardebois se proclam campen de Francia del peso pesado durante su etapa como boxeador. El cinturn estaba
vacante desde la retirada de Georges Carpentier y el 9 de marzo de 1930, en el Cirque Municipal de Troyes,
pele contra Marcel Nilles para decidir quin heredara el ttulo. El combate termin con la victoria de
Gardebois por K.O. tcnico en el sexto asalto.

“En su pelea contra Nilles, la novena que ha sostenido desde que acta como profesional, se mostr codicioso.
Su conocimiento de la esgrima de los puos es muy relativo, y en cuanto a su resistencia a los golpes, nada
puede decirse todava. Los tiros de Nilles llegaban pocas veces a su destino, y cuando alcanzaban el
objetivo parecan causarle poco efecto. Tal insensibilidad sera muy digna de estima de haberla
exteriorizado frente a un adversarlo de cierta calidad”, se lea en el texto que public el diario ‘La Voz’.

Paulino, recin salido de Mauthausen, no tena nada. “Gardebois me hizo mucho bien cuando regres a Francia
tras la liberacin”, apunta.

‘Kiki’, como otros muchos, viva por l; gracias a l.

“Ese hombre deca: ‘Si yo estoy aqu, es porque t me salvaste la vida'”, recuerda Espallargas.

Ahora era Gardebois el que deba cuidar de l.

“Y as empec a vivir de nuevo”, reconoce Paulino.

Atrs quedaba el campo de concentracin, en el horizonte apareca de nuevo el ring.

ROUND 10

O lo dejas o te dejo

-Paulino, tienes que ser boxeador profesional.

Gardebois se lo deca convencido, con la fe de alguien que le haba visto en accin, que lo haba sufrido
sobre el cuadriltero. Segundo era un pgil de verdad.

Espallargas acept. El campen invicto de Mauthausen iba a volver a pelear… ahora, por fin, en un ring
alejado del hedor a muerte y destruccin que todo lo envolva en el campo de concentracin.

“‘Kiki’ fue su mnager y as mi padre empez de nuevo a disputar combates”, asevera Linda.

“Continu boxeando. Boxe en Austria, en Noruega, en Blgica, en Suecia… Fui profesional”, apunta Paulino.
“Mi pap estuvo peleando dos aos despus de la liberacin. Fue a Estocolmo y a otros muchos sitios, coga
muchos aviones para ir a los combates. Pero cuando volva, estaba muy deteriorado fsicamente”, indica su
hija.

Dos personajes muy conocidos en la poca estuvieron cerca de Paulino tras ser liberado de Mauthausen. Uno de
ellos fue el boxeador Marcel Cerdan, que se lleg a proclamar campen del mundo de los pesos medios. “Cuando
era pgil profesional, a mi padre casi siempre iba a verle Cerdan. Recuerdo que tena fotografas junto a
l”, explica Linda.

Adems del boxeador, Jean Paul Belmondo, uno de los grandes actores franceses, tambin senta predileccin
por Paulino. “Mucho tiempo despus, un da, hace unos 15 aos, cuando yo estaba en mi puesto de trabajo,
conoc a Belmondo y me dijo que para l mi padre haba sido un dolo, que le haba ido a ver boxear y que le
adoraba. Eso me haba parecido impactante”, termina la hija.

La mujer de la moto averiada

Entre una pelea y otra, a mediados de 1946, Segundo conoci a su mujer, con la que despus tendra cinco
hijos. Fue la casualidad la que quiso que sus caminos se cruzaran…

Sucedi as.

“Un da, uno de mis amigos me dice: ‘Paulino, hay una chica ah delante de la puerta, su moto no marcha. Ve a
arreglrsela'”, rememora Segundo, que tena conocimientos de mecnica de su poca en Teruel, cuando reparaba
los camiones de la empresa que regentaba su padre. El boxeador arregl la motocicleta de Helene, as se
llamaba aquella mujer; y ella se march. Era el 13 de julio.

No tardaron mucho en volverse a ver.

“El da 14, en Francia es la fiesta nacional, y haba baile en todas partes. Los espaoles estbamos all. Y
mi amigo me dice: ‘Paulino, la chica de ayer est ah’. Fui a buscarla y le digo: ‘Quiere que hagamos unos
cuantos bailes, seorita?’. ‘S, por qu no?’, me contest. Y bailamos una vez, dos, tres, cuatro, cinco…
Y ya no nos separamos nunca ms. Nos casamos despus en Nanterre”, explica Espallargas.

Coleccin personal de Marcelino Bilbao

La retirada

Paulino y Helene comenzaron a formar una familia. Pero l segua boxeando. Entrenaba, viajaba para los
combates, pasaba mucho tiempo fuera de casa…

“Cuando mi primera hija naci [Carmen] para mi mujer ya era complicado. Adems, en aquella poca no haba
nada en Francia, todo estaba racionado”, admite el pgil.

Paulino haca falta en el hogar, el dinero tena que llegar…

Adems, un da regres muy maltrecho de una pelea. Herido, magullado, dolorido.

“Volvi de un combate con la nariz destrozada”, explica Linda.


Un artculo sobre Paulino y su carrera como boxeador publicado en el peridico Libration en noviembre de 1948.

Su mujer no quera verle ms as.

-Estoy ya cansada, Paulino -le advirti Helene.

Era un ultimtum.

“Mi madre le amenaz con dejarle si no paraba de boxear”, dice la hija.

Y, en 1948, todo se acab.

El campen de todos los pesos de Mauthausen nunca ms volvi a subir a un ring.

Con el boxeo sobrevivi…

… Y por amor lo dej.

ROUND 11

Vivir sin rencor

Tras colgar los guantes, Segundo Espallargas trabaj como mecnico y residi en Francia, entre Troyes y
Pars, hasta que en julio de 2012 falleci. Con Helene tuvo cuatro nias, Carmen, Emilia, Nieves y Linda, y
un varn, Brice.

A ellos nunca les ocult Mauthausen, el terror… Con la verdad, los educ. Pero l transform el mal
absoluto en bondad. “Cuando le preguntaba qu leccin haba sacado de all, l deca que ser tolerante. No
slo con las vctimas sino tambin con los verdugos. Me lo dijo muchas veces. Era lo nico sobre lo que
insista de su experiencia en el campo: la tolerancia”, recuerda Brice.

Lo mismo con Linda. “Siempre me contaba que los alemanes haban sido hombres crueles, pero tambin recalcaba
que estaban obligados a hacerlo, porque si no los fusilaran a ellos. No les guardaba ningn rencor”, apunta
su hija.

Paulino estuvo en forma hasta el final de su vida. “A los 90 aos, mi padre segua teniendo unas manos
gigantes de boxeador y unos brazos muy fuertes. Haba nacido para el boxeo. Echaba pulsos con los
jvenes de la familia. Y l siempre ganaba. Se diverta. Nunca dej de hacer entrenamiento de boxeo.
Todas las maanas, incluso con 90 aos, le vea saltar a la comba”, asegura Linda Espallargas y termina:
“Le encantaba el deporte, lo amaba, para l era una pasin”.

El mensaje de Paulino jams variaba. “Nunca he tenido odio para nadie”, deca.

A pesar de su trgico pasado, no perdi la alegra de vivir. “Era un hombre jovial, dulce. Cantaba mucho, le
gustaba rer”, asegura Brice.

l slo pensaba en ayudar.

“Fue siempre muy protector con su familia y con todos los dems”, afirma Linda.

Y ella es la que pone el broche final.

-Pap tena un gran corazn.

Por eso, a tantos y tantos ayud en el campo de concentracin.

ROUND 12

No tan lejos


Juan Carlos Fernndez

El chaval de la foto soy yo, Juan Carlos Fernndez, el autor de las ilustraciones de este reportaje. El seor
que est a mi lado es mi to, el prisionero 5.832 de Mauthausen, Miguel Barbern Segura. En el registro del
campo le separan de Segundo Espallargas, preso 5.897, 65 puestos.

Los dos entraron en Mauthausen el mismo da, trasladados desde la misma prisin, XI-B Fallingbostel. Los dos
cavaron trincheras en la Lnea Maginot, tras pasar por los campos de refugiados franceses. Los dos cruzaron
la frontera por Catalua, dejando atrs esa guerra que tanto nos est costando superar a los espaoles. Los
dos eran de la provincia de Teruel.

Sin patria a la que regresar form, como Espallargas, una familia en Francia. Aprovecho para saludar a mis
primos Jean Claude, Michel (Mimi), Franois (Fanfan) y a sus familias. Mi to Miguel no hablaba mucho de
aquello, pero cuando lo haca siempre era con buen humor: “Yo aprend mucho alemn en el campo, pero slo
insultos”. No pudieron con l.

Puede que a la gente ms joven, mi hija, por ejemplo, cuando vea esta deshumanizacin atroz en blanco y
negro, le parezca que sucedi en un tiempo indefinido de un pasado muy lejano. Sucedi, s, y si yo estoy en
la foto es porque no fue hace tanto tiempo verdad?





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Marc Valldeperez

Soy el administrador de marcahora.xyz y también un redactor deportivo. Apasionado por el deporte y su historia. Fanático de todas las disciplinas, especialmente el fútbol, el boxeo y las MMA. Encargado de escribir previas de muchos deportes, como boxeo, fútbol, NBA, deportes de motor y otros.

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