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Manolo Saiz: «Cuando llegué al ciclismo, me dijeron que las farmacias estaban abiertas para todos» – Relevo


Daniel Arribas
Michèle Novovitch

Sentado en el interior de una pequeña nave de Torrelavega reconvertida en txoko, Manolo Saiz (64 años) no puede dejar de mover la pierna. Extraña, pero las entrevistas ya no están a la orden del día para quien fuera el director deportivo más mediático del pelotón internacional. “Ya no soy un tío cotizado”, bromea justo después de revisar su chaqueta y ajustarse un pin dorado del ONCE, equipo que fundó, lideró y catapultó al estrellato con, entre otros, cuatro triunfos en La Vuelta a España.

Su cabeza, esa que muchos señalan como la causante de una visión privilegiada, adelantada a su tiempo, luce ahora más canas que entonces, pero la voz, profunda y carraspeada, se mantiene inconfundible, al igual que la pasión por las dos ruedas. “Sigo el ciclismo cada día de mi vida”, señala al tiempo que deja caer un supuesto veto que le mantendría alejado de la élite.

Entre tanto, Saiz consume su tiempo libre en reuniones gastronómicas, largas sesiones de cine o tertulias matinales de radio, sin desatender, eso sí, su cuenta de Twitter (ahora X) o sus nietos, a quienes, dice, les contará toda la verdad antes de escribir sus memorias. También disfruta en la cocina, como demuestra nada más apagarse la cámara. Antes, eso sí, dedica cerca de dos horas a responder y abordarlo todo. Sin excepción.

¿Echas de menos algo?

El día a día del ciclismo, claro. Es algo que no he dejado de seguir, salvo un periodo entre 2006 y 2011 en el que no vi nada. No quería. Fue puntual, eso sí. Ahora lo sigo y mantenemos alguna reunión que otra para ver si podemos volver, aunque parece que hay una nebulosa de gente que no quiere que vuelva. En fin, no hay más remedio que seguir intentándolo, pero lo echo mucho de menos.

Tú eras uno de los directores más carismáticos del pelotón.

Bueno, pero el tiempo pasa y te das cuenta de que desapareces. Ahora vuelves a alguna etapa de La Vuelta y te das cuenta de que ya no eres nadie. Son cosas que no puedes evitar. Te obliga a verlo todo de otra manera.

El tiempo y sus cosas.

Es que cuando yo empiezo en el equipo ONCE tengo 29 años. Los ciclistas eran como hermanos, teníamos los mismos gustos musicales, los mismos gustos de cine. Todo. Claro, yo me pasaba horas hablando con ellos. Luego pasas a ser padre, más autoritario; con Carlos Sastre, por ejemplo, como bien contaba en la entrevista que le hicisteis. Ahora indudablemente sería el abuelo, pero no cambia el deseo de pasar tiempo con los corredores. Yo siempre he hecho de cicerón, de madre y de padre. He tenido que limpiarle el culo a algún ciclista y no se me han caído los anillos por ello.

Te refieres a Zülle.

Sí, tuvo un accidente, le tuvimos que operar de urgencia y qué quieres que te diga, no voy a dejar al corredor sin que se duche. Como él no podía, le duchaba yo durante los dos o tres días que estuvimos con él en esas condiciones. Pero es que no es ningún mérito. Tuve corredores a los que les tuve que llevar a las bañeras de frío, lavarles y muchas cosas más. Son cosas que se hacen en este deporte.

¿El suizo veía tan mal como decían?

No, no, para nada. Eso son los comentarios fáciles de la gente, pero Zülle no era ni de lejos de los corredores que más se caían. Hubo otros que se cayeron mucho más que él. Su mala suerte fue hacerlo en momentos importantes. Una en la Cobertoria, que le hizo perder La Vuelta a España, otra en la que un espectador saca la chaqueta y le traba el manillar y otra en la Vuelta a Suiza, que es en la que te contaba que le trajimos a Barcelona para operarle de urgencia.

Con Jalabert tuviste tus más y tus menos.

Cuando llegó al equipo pensaba que yo estaba loco. Lo decía incluso. Recuerdo la etapa del Tour de Francia [de 1992] en la que gana Fignon y él se queda muy cerca. Yo había puesto a todo el equipo a tirar para coger a Fignon, y Jalabert quitó al equipo de tirar. Cuando terminó la etapa, reuní al equipo y dije “que sea la última vez que un corredor toma una decisión por encima de la mía”. Le cayó una bronca monstruosa. A partir de entonces, dijo que le cambió el concepto de lo que era Manolo. Empezó a creer en mí.

Tenías mala hostia, Manolo.

No, yo creo que no tanta. Yo tengo muy mal pronto, eso sí. Lo reconozco y lo digo bien claro. Luego soy una persona muy reflexiva y me doy cuenta, pido perdón y hago lo que tenga que hacer para recuperar la normalidad, pero tengo un muy mal pronto de entrada que me puede jugar malas pasadas.

¿Por qué se dice que fuiste un adelantado a tu tiempo?

No lo sé. Yo creo que eso está en las inquietudes de cada uno. Estudié INEF, biomecánica, fisiología; muchas cosas que te aportan. También era hijo de un mecánico tornero y, además de despertarme un interés extra por la mecánica, me sirvió para trabajar como tornero y pagarme los estudios. Luego, en materia de geometría de bicicletas tuve un profesor como el difunto Enrique Otero que fue un auténtico genio. Me gustaba ir a pasar tardes con él, aprendía muchísimo. En definitiva, estudié desde muy joven cosas que me aportaban mucho y que quizá para otros pasaban desapercibidas.

Y las aplicaste, claro.

Por supuesto. Si no, no hubiera tenido sentido. Al final, yo me entretenía con fotografías y cuadrículas para sacar angulaciones. Ahora hay gente que se cree que por meter unos datos a un ordenador ya es biomecánico. Eso, y que en Twitter están las personas más sabias del mundo, ya sabes.

Decías que se te tomó por loco.

Es que es un salto complicado. Piensa que cuando nace la ONCE, lo normal es que cada equipo llevase dos mecánicos, dos masajistas y un director. Yo ya empecé con tres masajistas, un digitopuntor ciego, un médico, dos mecánicos, el mánager [Pablo Antón] y yo. La mesa ya era diferente. Casi tan grande como la de los corredores. Recuerdo que Javier Mínguez me decía: “Nos vas a hundir el ciclismo, Manolo. Nos vas a matar a todos”. Luego, cuando fui a fichar a Johan Bruyneel por primera vez, en el Tour del Porvenir que ganó él, poco menos que se río de mí, en plan, “¿a tú equipo? ¿pero qué equipo es ese?”. Al año siguiente fue él el que me pidió que lo fichase para la ONCE.

Hay que tener dinero para fundar un equipo y asentarlo en la élite desde el primer día.

Pues no teníamos mucho. La ONCE ayudaba mucho con su patrocinio, está claro, pero el presupuesto inicial creo que fue de 230 millones de pesetas [cerca de 1,3 millones de euros]. Sin ir más lejos, yo siempre he sido el director español que menos ha ganado del pelotón.

El 2003, último año del equipo, queda para el recuerdo de los aficionados como el de la caída de Beloki en el Tour.

La caída de Beloki viene primero provocada por una gran bronca que tuve con los corredores. La gente dice que tengo mala hostia, pero fue una bronca silenciosa. Les dejé sin reunión antes de la etapa. Era la primera jornada de montaña en el Tour, en Alpe d’Huez. Yo quise atacar a Armstrong y los corredores no quisieron. Entonces, les castigué con mi desprecio. A Beloki le mandé atacar subiendo, pero no pudo y se tiró para abajo. Fue una actitud plenamente competitiva, irreprochable. Cuando se cayó, solo me preocupaba su salud. Más tarde, por la tarde-noche, empecé a entender que aquello era el fin de la ONCE.

¿Por qué?

Son muchas cosas, pero la ONCE ya nos había comunicado que iba a terminar su patrocinio. Yo pensaba que con un gran Tour de Francia a lo mejor les podíamos haber convencido para renovar, pero pasó lo que pasó.

Poco después, Isidro Nozal pierde La Vuelta en la crono de Abantos.

Aquello fue una rabia interna muy grande. Había una obsesión clara por parte de los medios y del entorno de La Vuelta para que Roberto Heras ganara aquella edición. La etapa anterior a Abantos fue la que colmó el vaso de mi paciencia y por eso tuve aquella actuación tan desagradable que me gustaría borrar para el resto de mi vida. Me arrepentiré siempre. Tenía que haber demostrado mucha más calma. Pero eso no quita que el hecho que me provocó aquello no fuese real.

[Desde el coche, Saiz amenazó gravemente a un cámara de RTVE porque consideraba que entorpecía la marcha de Nozal en favor de Heras. Fue expulsado de la carrera].

Hubiese sido una despedida por todo lo alto.

Fue una auténtica pena, porque hubiese sido el adiós más digno con nuestra quinta Vuelta a España. Aquello fue demasiada presión para Nozal. Se estaba preparando ya un acto de recibimiento a lo grande en Santander, había que comprarle un traje… Con lo bueno que era como ciclista, le pudo la presión. Había un miedo escénico, un miedo a la victoria. Y lo sufrió.

Tú también, pero desde fuera.

Fue una frustración difícil de gestionar, porque te sientes culpable absoluto al saber que aquello era algo que tú habías provocado. Eso sí, la sanción estuvo correctamente impuesta, no tengo ni nunca tuve nada que objetar.

El año pasado dijiste en una entrevista con TVE que en 2003 os ofrecieron hacer transfusiones de sangre. ¿Quién?

Nos lo ofrecen, no voy a decir quién. Nos lo ofrecen y yo, como director de ONCE, me niego en rotundo. Recuerdo el día, recuerdo absolutamente todo.

¿Cómo llega tan fácil una oferta así?

Digamos que el mundo del ciclismo es muy pequeño, es una familia. Quizá ahora es menos familia y los equipos son más independientes, pero casi todo lo que ocurre en los equipos o lo que pasa en el mundo del ciclismo es por transmisión de conocimientos.

Entonces, hasta 2003, ¿nada?

En la ONCE jamás se hizo una transfusión de sangre. Lo digo, lo vuelvo a repetir y lo diré las veces que haga falta. La ONCE ha sido, con diferencia, el equipo más limpio del pelotón. Lo seguiré diciendo hasta el día que me muera, porque lo sé.

Si tan claro lo tienes es porque sabes lo que hacía el resto.

Es que es como una familia, lo vuelvo a repetir. Hay una transmisión de conocimientos, porque los directivos y auxiliares no nos movíamos nunca, pero los corredores iban yendo y viniendo de un equipo a otro. Entonces hay una transmisión de conocimientos, un flujo entre los equipos. Es algo que se da claramente.

Borremos al equipo ONCE de la ecuación. De 2003 en adelante, ¿puedes afirmar lo mismo?

[Suspira] Yo te diría que sí. Hay una cosa que me reprochan los corredores y que es cierto. Posiblemente en la época de Liberty Seguros [2004-2006] me dediqué mucho más a lo internacional que al propio equipo. Se me escaparon ciertas cosas con más facilidad. Pese a ello, estoy convencido de que también podría afirmar lo mismo.

¿Nunca te ha constado que un ciclista tuyo se dope?

Vamos a ver, ¡es que no se puede hablar así! ¿Ha dado alguno positivo? No [Piensa unos segundos] Hoy habrás venido en el trayecto a Torrelavega a más de 150 kilómetros por hora. ¿Te ha pillado la policía? No, ¿verdad? Mira, yo no defenderé el doping en mi vida porque nunca lo he hecho. Cuando llegué al mundo profesional, no sabía lo que era la centramina [una potente anfetamina que funciona como estimulante]. No la había visto en mi vida. Y había sido una base de uso durante los años anteriores.

¿Pero qué sientes cuando ves ese tipo de trampas?

Mira, yo cuando llego a la élite en 1989, una de las primeras frases que escucho fue: “Las farmacias están abiertas para todos“. Te soy sincero, a mí no me preocupa lo que haga el resto de equipos. Jamás me preocupó. Me importaba lo que pasara dentro del mío. Para que te hagas una idea, yo jamás estuve en ninguna comisión antidopaje de la UCI. Reuniones a las que, por cierto, siempre iban los mismos dos equipos, que no pienso nombrar. Yo no iba porque no me interesaba aquello. Mi manera de ver el ciclismo siempre ha sido constructiva, no destructiva. Y quiero mantener esa filosofía.

¿Qué relación tenías con Eufemiano Fuentes?

Vamos a ver, Eufemiano fue médico mío en el 90 y 91. Entonces, una persona que ha estado dos años en tu equipo, pues lógicamente es alguien con quien mantienes amistad. Y lo repetiré mil veces, ese día yo estaba para hacer un favor a la hija de Eufemiano Fuentes.

Hablas del día de tu detención en la Operación Puerto.

Exacto. Luego, que se lo quieran creer o no, allá ellos. Los malpensados dirán que es mentira y los que me conozcan y la gente de la ONCE dirán que es verdad. Nosotros ya habíamos metido a la hija de Eufemiano en la ONCE dos años antes. Y mira, no hace tanto tiempo que Eufemiano me ha llamado para un tema de su hija. La gente tiene que entender que tenemos vidas privadas. Nos conocemos y nos ayudamos. Y por desgracia para Eufemiano, tiene una hija que tiene que estar en la ONCE

[Manolo Saiz fue detenido el 23 de mayo de 2006 con un maletín en el que portaba 60.000 euros en metálico. En los años posteriores, durante el juicio de la Operación Puerto, ofreció versiones contradictorias]

¿En qué ha quedado vuestra relación?

Nos felicitamos los cumpleaños y las navidades por WhatsApp. No tengo por qué ocultarlo.

Él está desaparecido.

Hombre, está jubilado [ríe]. Estará ya tranquilo el hombre viviendo el buen clima de su tierra.

Pero su nombre, y el de todo aquel que se relacione con él, está condenado a la sombra del dopaje.

Vamos a ver, Eufemiano algún día puede contar cosas. Al final, no es un hombre del ciclismo, sino de todos los deportes. Eufemiano tiene una entrevista, no de ciclismo, sino de todos los años anteriores. Pero eso no interesa, ni al Gobierno ni a los medios de comunicación.

¿Por qué?

Hombre, porque ha sido médico de todo. De atletas, de futbolistas y de infinidad de deportes. Es que parece que Eufemiano ha estado solo en el mundo del ciclismo. Y no es así.

¿Cuál fue tu responsabilidad en todo lo que pasó?

A Dios doy gracias de que la Justicia me diera la razón y que, por tanto, no soy culpable [Saiz fue absuelto de la Operación Puerto el 30 de abril de 2013]. Pero lo que sí creo es que soy responsable por mi silencio durante tantos años. Sabía que estaba ahí. Y ya está. Al final, no me gusta mirar tanto al pasado. Mucha gente me pide que escriba un libro. Pues no lo sé, primero tienen que ser mis nietos mayores y contárselo todo a ellos.

¿Cómo recuerdas el día de tu detención?

Muy mal. Todavía hay algunas noches en las que me despierto con el segundo cerrojazo del calabozo. Te llevan al mismo sitio que a los etarras, al fin y al cabo. Y mira, yo sigo siendo un apestado.

¿Sientes que se te ha perdonado?

[Piensa durante unos segundos] No lo sé. No lo pienso nunca. Con el cariño de quienes me rodean y de mi familia tengo bastante. Si me quieren, no puedo aspirar a más. La gente dice que con ganar al Estado [por el juicio] uno ya tiene suficiente satisfacción, pero yo todavía sigo esperando… Es que fui cinco días portada de El País. Todavía estoy esperando un artículo de El País pidiendo perdón.

¿Tú has perdonado?

Sí, entre otras muchas cosas porque el gran culpable de todo ha fallecido, así que no puedo guardar ningún rencor hacia alguien que ya no está. Es mucho más importante la vida humana que los errores o los aciertos que cometamos. Luego está el innombrable, que nunca diré quién es; bastante tiene con su cruz y con saber que es mala persona.

¿Volverás algún día al ciclismo?

Eso espero, aunque hay muchos que quieren impedirlo.

¿Crees que tu nombre incomoda?

No lo sé, no es una pregunta para mí. A eso tendrán que contestar los demás. Yo me siento bien conmigo mismo.

Tuviste ofertas para volver.

Sí, el equipo Katusha vino varias veces a reunirse conmigo y estuve listo para irme para allá. Incluso les había presentado cómo iba a estructurar todo el equipo, cómo íbamos a cambiar ciertas cosas, cómo íbamos a establecer la base, la formación… Allí me vetó claramente la Unión Ciclista Internacional, pero bueno, ellos tenían que tomar una decisión y lo fácil era decirme a mí que no y ceder ante la UCI. Aun así les estoy súper agradecido. Fue una pena porque me hubiera encantado dirigir a Purito. Luego también tuve alguna reunión con el equipo Tinkoff, pero aquello no fructificó.

¿Ninguna oferta más?

Con patrocinadores sí he tenido conversaciones, pero de equipos, ninguna. Tampoco soy el rey Midas [sonríe].

Pero tu ilusión es volver.

Sí, totalmente. Eso sí, ya no me veo dirigiendo. No quiero sentarme en el coche para dirigir, quiero sentarme en el coche para disfrutar con el director. Quiero volver para formar esos grandes equipos y para coordinarlo todo, porque si volvemos, estoy seguro de que seguiríamos modernizando el ciclismo. No íbamos a querer ser como el Jumbo, tengo el convencimiento de que seríamos mejores que el Jumbo.

No te veríamos dando bocinazos, entonces.

No, no, no. Ya no, ya no tengo la edad y no me dejaría el lumbago ni la rodilla. Los años pasan para todos.

¿Cómo de cerca está esa vuelta?

[Piensa unos segundos] Digamos que ahora mismo puede haber un 50% de posibilidades. O un 54, venga. Vamos a decir un 54%.

Daniel Arribas

De
la
sierra
norte
de
Madrid,
Daniel
estudió
Periodismo
y
Comunicación
Audiovisual
en
la
Universidad
Rey
Juan
Carlos
y
ahora
cubre
la
información
de
polideportivo
en
Relevo.
Al
poco
de

Michèle Novovitch

Michèle
Novovitch
es
periodista
audiovisual
en
Relevo.
Graduada
en
Filosofía
en
la
Universidad
de
Sevilla.
En
2014
emigra
a
Madrid
para
estudiar
un
Máster
Internacional
de
Dirección
y
Realización
en





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Rohit Palit

Periodista deportivo y graduado en Ciencias de la Comunicación de Madrid. Cinco años de experiencia cubriendo fútbol tanto a nivel internacional como local. Más de tres años escribiendo sobre la NFL. Escritor en marcahora.xyz desde 2023.

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