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El palco del Real Madrid, entre el ‘mamoneo’ y el asador de pollos: «Florentino Pérez lo gestiona; saluda a todos y … – Relevo



Palco de honor del Real Madrid. Casi nada. Si uno mezcla el significado, según la RAE, de palco (“compartimento con varios asientos desde donde se contempla un espectáculo”) y honor (“dignidad, gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas”), y además remata la frase en construcción con el nombre propio de Real Madrid (atendiendo a los títulos, club con 121 años de historia y más glorioso de cuantos existen) tenemos ubicado, como resultado, el lugar por excelencia del ‘corbateo’ y la influencia dentro del deporte mundial. Un sector señorial del Santiago Bernabéu con luz propia del que, con sus mitos y leyendas, siempre se han publicado (se habían) más chascarrillos que certezas.

Todo rezuma historia en esta área VIP de Tribuna del santuario blanco que empezó a estirarse en tiempos de Mendoza y que Florentino Pérez disparó. Se centra hoy, ya sin humo de puro, en el lateral que da a la madrileña calle Padre Damián y hasta 2004 se situó enfrente, en el Paseo de la Castellana, momento en el que UEFA exigió el traslado porque sus delegados, para bajar a los vestuarios, tenían que cruzarse literalmente el césped. Por sus entrañas han pasado las figuras más relevantes del último siglo: allí, entre otros hitos, Franco disfrutó con la primera Eurocopa de España en 1964 -sobre todo por tumbar a la masona URSS-, Sandro Pertini celebró el Mundial 82 que ganó Italia, Lendoiro lloró tras un legendario Centenariazo y, más allá de servir de atalaya de autoridades para las finales de Copa del Rey y de Champions, llegó a ser la casa de la crème de la crème con aquel Boca-River que decidió una Copa Libertadores.

Siendo justos, tampoco se puede olvidar que, con una buena Santiaguina de las suyas, Bernabéu se encaró y echó a principios de los años 50 de este privilegiado espacio a Millán Astray, fundador de la Legión y director del Cuerpo de Mutilados por la Patria, después de besar a la mujer de un diplomático y, según algunos presentes, intentar sobrepasarse. Que el Generalísimo tampoco es que fuera muy bien recibido, algo que escoció siempre a los fieles del Régimen. Que Joan Gaspart dio la nota más de una vez de forma acalorada -llegando incluso a sentarse en cuclillas en el último asiento al lado del pasillo- hasta ser nombrado persona non grata en tiempos de Lorenzo Sanz por decir “la señora de los lavabos parecía la más simpática de las que estaban en el palco”. Una distinción que dijo no merecer, que al final quedó sin efecto y que tiene enmarcada. O que Ramón Calderón llegó a fotografiarse emocionado con un doble de Nicolas Cage (el humorista italiano Paolo Calabresi) pensando que era el famoso actor californiano, al que regaló una camiseta con su nombre, hizo socio de honor y entregó todo tipo de presentes antes, durante y después de una visita de la Roma que acabó con varios trabajadores del club despedidos por el disparate.

Ahora, remodelado como el resto del estadio, el palco es un refugio con arco de seguridad, con un estricto protocolo de investigación, documentación y aprobación de invitados donde se celebran mil actos institucionales, como las presentaciones más galácticas. Ha pasado de tener 679 asientos en su máximo esplendor, hace 20 años, a los 367 actuales (sin incluir boxes) en una noche de máxima afluencia. Estos, para el que sólo haya podido observarlos a través de una tele que cada vez enfoca menos en esta dirección, están distribuidos en tres sectores de 8 filas por 12 butacas cada uno (288 en total), a las que hay que sumar la zona habilitada para personas con movilidad reducida y algún extra para las grandes ocasiones. Esas que dan para contar mil anécdotas en este ejercicio de realizar una radiografía a un enclave tan selecto.

«Te cuento, pero no me cites»

Es precisamente ahí, en el intento de recabar testimonios para dar lustre a estas líneas, donde se puede distinguir claramente dos clases de protagonistas: los que sacan pecho por haber tenido la prebenda de codearse allí con la jet set o alta sociedad -desde cantantes con varios discos de oro a magistrados de la más alta alcurnia- y los que prefieren cambiar de conversación rápidamente y no se sienten nada orgullos de haber salido alguna vez en la foto. “Yo acudí un día, pero me fui enseguida…”. Manuela Carmena, que rompió su promesa cuando fue alcaldesa, está entre ellos. En lo que coincide una amplía mayoría, de uno y otro bando, es en no prestar su nombre ni apellidos para acompañar las comillas. Por si no les vuelven a convocar al coliseo o, peor aún, por si los dirigentes más celosos de la intimidad les llaman la atención o le retiran la palabra por desvelar lo que realmente se cuece en este escaparate tan preciado. Menos mal que Francisco Nicolás Gómez, asiduo a la zona noble hasta 2015, siempre se moja a pecho descubierto: “A mí ya me da todo igual…”.

Entre el orgullo de haber tenido el privilegio y la vergüenza de haber salido en la foto: “Yo acudí una vez, pero me fui enseguida…”


El Pequeño Nicolás, como mundialmente es conocido, describe este rincón de Chamartín con la precisión que desgranaría su propio dormitorio. Hasta que este madrileño de 29 años fue detenido hace casi una década (y puesto en libertad) -acusado de falsedad documental, estafa en grado de tentativa y usurpación de funciones públicas y estado civil-, era habitual verle sentado incluso detrás del mismísimo presidente. Pocos sabían entonces que se infiltró entre políticos, coqueteó con el CNI y estuvo presente en el besamanos tras la proclamación de Felipe VI: “No hay un momento concreto en el que allí se hagan negocios como dicen muchos; es que es una práctica habitual todo el rato; desde que llegas hasta que te vas. E igual ahí sólo se culmina una negociación que ha comenzado en la comida y simplemente se escenifica la celebración en ese momento, con fútbol de por medio. O al revés, se inicia el trato durante el partido, sin prestar casi atención al juego, y se cierra después, al terminar, en otro lugar. Hay muchísima gente poderosa. Invitan a todos los embajadores. Una vez, el de EEUU pidió hablar conmigo en privado por el tema del casino de Eurovegas. Decía a los suyos ‘éste sabe del tema mucho más que yo’. Florentino Pérez es muy atento, saluda a todos [al descanso o al final, dependiendo del resultado y de su ánimo], te habla, bromea mucho. Es muy vacilón. A mí me decía Little [Pequeño] Kennedy”.

El propio Florentino negó en 2014, en una entrevista en Salvados con Jordi Évole, que en esa platea, pese al nivel y el poder de los convidados, se movieran cosas más importantes que el balón. “Allí no se hacen negocios”, sentenció. Sin embargo, otras fuentes consultadas le contradicen claramente y dan fe. Entre los cómodos asientos de piel, el olor a colonia cara, las pantallas para poder disfrutar con la moviola y los modernos calefactores, buena parte de los que han pasado por allí consideran que se hacen tratos a todos los niveles, según la tipología de los protagonistas: realeza, políticos -presidentes, ministros, consejeros y alcaldes-, embajadores, jueces, empresarios, dirigentes, deportistas, famosos de todo pelaje y numerosos periodistas.

“No hay un momento concreto en el que en esa parte del Santiago Bernabéu se hagan negocios como dicen; es que es una práctica habitual todo el rato”

Francisco Nicolás Gómez

Jesús Gil fue uno de los primeros en atreverse a denunciar que allí se gestan verdaderos lobbies: “Ese palco cumple en democracia la función de las cacerías de Franco durante la dictadura”. Gerard Piqué, ex del Barça, fue en 2017 de los más contundentes con sus críticas: “Ahí se mueven los hilos del país; la persona que imputó a Neymar y Messi estaba allí”. Luis Bárcenas se quejó de algo similar en la Audiencia Nacional en el juicio de la trama Gürtel. David Jiménez, autor de El Director tras su paso por El Mundo, desliza cierto trueque como consecuencia de estos privilegios. César Molinas, economista y consultor, se refirió a lo que ahí se movía, en esta especie de Bussiness Center, como “capitalismo castizo”. Luis Garicano, que pasó por Ciudadanos, advirtió sobre ese ambiente interesado en El dilema de España.

Seguramente Alfredo Relaño, presidente de honor de AS, fue el más original e incisivo al poner el dedo en la llaga. Ya fuera por sus declaraciones en alguna entrevista: “Aquello era La escopeta nacional”, dijo hace años en 20 Minutos. O por algunas referencias en sus columnas a esas personalidades tan alejadas del deporte que habitan ahí (“mucha gente que frota mangas, indulgentes unos con otros. Mundanean, escuchan chismes contra el entrenador y comparten la atmósfera triunfadora de los que no sufren la crisis, más bien la provocan”); sin olvidar a los que comen “croquetas y jamón a discreción”. Una exquisitez que, por cierto, se mantiene pese a que el catering de Mallorca fue sustituido por otras empresas, alguna de ellas estadounidense. “El producto no es de Mercadona”, recalcan sus catadores.

Relaño retrató aquel ambiente con dureza: “(…) Mucha gente que frota mangas, indulgentes unos con otros. Mundanean, escuchan chismes contra el entrenador y comparten la atmósfera triunfadora de los que no sufren la crisis, más bien la provocan…”

Extracto de una columna del Presidente de Honor de AS

Un serial y el «despelote» del Consejo de Ministros

Hubo una época en que la presencia en esta pasarela comenzó a ser tan importante (y agitada) que El Confidencial escribía un tema por partido sobre quién era quién en ese lugar y enumeraba uno a uno a los retratados y los situaba en una buena foto. Tal era la relevancia que se le daba que, como confirma a Relevo un importante político popular, el tema se trató en medio de un Consejo de Ministros con la consigna de que aquello era un “despelote” y que “no podían ir tantos”. Normal. “Allí se reúnen más políticos y tecnócratas que en el Foro Económico de Davos”, recalca con guasa un expresidente de Primera que ha ido decenas de veces a ese espacio mágico.

A la hora de consultar por más sensaciones entre jugadores, entrenadores, otros dirigentes o responsables públicos, hay ciertos lugares comunes. Ahí van los más repetidos: “Hay mucho interés por figurar”, “predomina el mamoneo”, “la gente se pega por estar por el nivel de contactos que se hace” y “siempre hay luchas por las posiciones más cercanas al presidente, que es el que manda, y donde se centra el tiro de cámara de las televisiones”. Pero, por encima de todas las aportaciones, conviene centrarse en ésta que añaden tanto un director general como un vicepresidente de dos equipos diferentes de Madrid: “Es una especie de horno o sauna” y “parece un asador de pollos”. Es una clara referencia al calor y a la necesidad que hay de quitarse la chaqueta pronto si uno no quiere empaparse en sudor. Lo destacan sin saber que Florentino Pérez -siempre en traje y sin abrigo-, dio la orden hace años de que en las dependencias en las que él esté presente en Valdebebas o el Bernabéu, siempre debe haber exactamente la misma temperatura, disparada en estos fríos meses a los veintimuchos grados. Es un capricho más. El último es que el nuevo suelo que han puesto en la remodelación del palco no le gusta nada y convendría sustituirlo.

Y es curioso lo de la temperatura, porque compañeras que han trabajado en esa zona entrevistando para la tele a todo el que le dejaban, dan el contrapunto: “Ese palco es frío, incluso cuando está lleno. La gente controla mucho sus movimientos y conversaciones. Se nota que está todo protocolarizado, a diferencia de otros palcos como el del Barça. Éste también es élite, pero el ambiente es distinto”. Rasques donde rasques, siempre se destaca el lujo y las facilidades. Manolo Redondo, histórico hombre del club, director de Gabinete de Presidencia y persona de la máxima confianza del jefe, tiene todo atado. “Aquello es enorme; otra Liga”, apunta uno de los directores de comunicación más jóvenes recién llegados al circo. En comparación con otros estadios, lo es. El Metropolitano tiene 194 asientos en esa zona; San Mamés, 192 y el Camp Nou, 147.

El Metropolitano tiene 194 asientos en esa zona VIP; San Mamés, 192 y el Camp Nou, 147.


Para quien no haya estado nunca en él, y simplemente haya escuchado campanas, conviene dibujarle el lugar. Nada más entrar, a orillas del restaurante Puerta 55 donde El Chiringuito siempre da voz a los aficionados, está la zona de credenciales y guardarropa. Ahí, la directora de protocolo del Real Madrid, Carmen Sánchez del Molino, está al frente y en alerta. “El equipo de azafatas que coordina es como el de las escuderías de la Fórmula 1; todas son prácticamente modelos”, puntualiza con tanto respeto como sinceridad un presidente que habita hoy en Segunda. Seguidamente aparece un hall enorme, diáfano, donde los medios con derechos tienen su lugar para trabajar y realizar las entrevistas mientras los invitados pueden conversar y picar algo, ya que además es una zona con barra y cocina propia. Avanzando, rumbo al verde y a los asientos donde vibrar con Bellingham, aparecen las diferentes dependencias. A la derecha, la del equipo visitante, para que sus dirigentes puedan estar tranquilos en privado. Hay una más que se reserva para cuando acude algún miembro de la Casa Real. Y otra es exclusiva para Florentino Pérez, su núcleo más selecto y los invitados más ilustres (very VIP), donde hace poco estuvo Endrick, el último fichaje.

El presidente, un ‘campeón’ más

En ese espacio, a tope en los instantes previos al pitido inicial, se dan los abrazos más efusivos y esperados, las curiosidades más sorprendentes, el cruce de miradas habitual, los saludos más cómplices y también los regates más hábiles. Quien va por allí con cierta frecuencia no puede olvidar el día que el director y los actores de la película Campeones arrasaron con su vitalidad, sacaron a Florentino Pérez de su zona de confort e hicieron que el respetable se tronchase de la risa. Al presidente, que no le gusta demasiado que le toquen -y menos que le pongan en el foco cuando no lo elige él-, se vio totalmente desbordado cuando, uno a uno, los integrantes del millonario taquillazo empezaron a gritar como posesos al verle, le achucharon como sólo un nieto lo hace con su abuelo y empezaron a corearle “¡presidente, presidente!” mientras Dolores de Cospedal (PP) no paraba de fotografiarles. 

Más calmados e igual de emocionantes son otro tipo de recibimientos a los que el club está acostumbrado, porque siempre tiene detalles con alguna causa solidaria a la que mimar o algún acto que alabar. Ahí, El Buitre siempre es el primer voluntario y el que más se desvive. Puede dar fe de ello Virgilio Moreno (89 años), el veterano aficionado que, en una inolvidable imagen, tiró besos emocionado a pie de calle a la plantilla en la última rúa por LaLiga camino de Cibeles, que escribió en 2022 una sentida carta a Gento antes de la final de Champions ante el Liverpool y al que Florentino le quiso premiar por tanta fidelidad: “Fue emocionante, esto se lleva aquí [señalándose el corazón], y como se lleva aquí, no pude evitarlo”, recordó el día que acudió al estadio para ver un Madrid-Betis. César, el hijo de Virgilio que le acompañó, alucinó con lo que vio allí: “Nosotros no estamos acostumbrados a ese lujo. El trato fue exquisito. Butragueño nos recibió, nos presentó al presidente y él mismo nos pidió hacernos varias fotos. Fue muy atento y mi padre nunca lo olvidará”.

Pocos saben que desde ese fastuoso antepalco analizado sale una escalerilla lateral, casi imperceptible, que conecta el hall con el despacho que el presidente tiene arriba y que rara vez utiliza. Su mapa de calor se centra más en las oficinas de ACS. Desde esa guarida en el estadio también se accede a otros saloncitos y a las dependencias de alta dirección donde, en ocasiones, se custodia a invitados que prefieren estar a solas -y así lo solicitan- que con el resto. Una costumbre que suele llevar a cabo Ronaldo. Hablando del brasileño, hay que recordar que al palco, como a las discotecas que tanto le gustaban en la capital, no pueden acudir menores de 18 años. A no ser que sean invitados especiales (un artista, una medallista que ha hecho el saque de honor…) o estén debidamente justificados y acompañados de un adulto, como le ocurría a Fefé (descanse en paz) y a su mujer cuando llevaban a amigos y a su hijos. El dress code, salvo que seas Hugo Gatti, es smart casual (elegante pero deportivo). Y un detalle importante: no se pueden lucir, por respeto, distintivos tales como bufandas o banderas. No se canta ni el himno. Como mucho se tararea por lo bajini.

Sobre este tema, la periodista Marta del Riego y su hermano, el columnista Ángel del Riego, publicaron La Biblia Blanca (Roca Libros), libro en el que dan buena cuenta de las formas de vestir y actuar en un territorio de ese poder y distinción. Entre sus mejores reflexiones recogidas por la revista Vanity Fair, están éstas: “(…) El azul marino es el color; el poder se mimetiza en él. Caballeros: chaqueta de ese color, camisa blanca y corbata discreta. Damas: blusa blanca (curioso, ¿no?) y tacón; las más modernas (que escasean), americana y pitillos. Y cuando arrecia el frío, pieles. Ir al palco es como ir al parlamento y el dress code es el mismo: sabes que vas a estar sentado en una grada con poderosos y que las cámaras te están enfocando siempre. Los únicos colores llamativos son los de los niños, nietos de algún directivo o invitado estrella. (…) Más interesante que quién va, que salen siempre en la tele, es quién no va, pudiendo ir, porque tiene que disimular su madridismo a sus votantes”.

Distintas formas de acceder

El proceso para que un invitado pueda acudir al Bernabéu también tiene sus curiosidades. Normalmente son tentados por el Real Madrid, pero también algunos pueden solicitarlo. Cuando es el club quien da el primer paso, actúa de dos maneras. En la primera, envía una tarjeta física a través de un mensajero, cuando se dirige a las autoridades más relevantes, y solicita confirmación (llamada) hasta 48 horas antes de la cita como límite. En algunos casos, tiene tacto hasta con el uso del parking, para el que simplemente hay que aportar la matrícula. La delicadeza se repite partido a partido. Todo este ritual lo tiene, por ejemplo, con Javier Tebas, que tras empezar aceptando de vez en cuando al llegar a LaLiga (2013), ahora declina amablemente su asistencia cada semana. Alejandro Blanco (COE) va siempre que puede.

David Aganzo (AFE), exjugador blanco, se deja ver muy de vez en cuando. A otros sindicatos ni los invitan ni estos lo solicitan. A la Federación, a la que se suele invitar a actos importantes (inauguración de Valdebebas, por ejemplo) sólo se le ofrece ir en partidos especiales, cuando tiene que estar representada sí o sí la institución, y la RFEF no suele aceptar para que no haya discriminación con otros estadios. Ella es la que solicita ir a un campo cuando lo desea. La última vez, Pedro Rocha fue al Metropolitano en Champions porque también acudía Ceferin (UEFA). Y en el caso del primer edil de Madrid, es el propio equipo de José Luis Martínez Almeida el que avisa cuando quiere hacer acto de presencia y, como si fuera un evento más, siempre envía a sus guardaespaldas por delante para inspeccionar la zona antes de que él llegue. La otra fórmula que el Madrid lleva a cabo con los demás invitados, con menos rango, es enviar un correo electrónico que ha venido a sustituir la correspondencia postal. Sucede así como los directores de medios y periodistas más influyentes, la mayoría afines al Madrid, desde Antonio Ferreras a Eduardo Inda.

También hay otro tipo de invitados, los de la segunda vía: esos que piden por escrito estar sin haber sido llamados. Unos, son los representantes de los clubes adversarios. La semana misma del encuentro, tras o cuatro días antes para no agobiar con un calendario tan apretado, sus departamentos de protocolo y comunicación envían un email al Madrid con las peticiones de asientos que necesitan, y esperan su aprobación. Puesto que, como hay duelo de ida y vuelta y reina el ‘hoy por ti y mañana por mí’, siempre hay camaradería. Suele haber sitio para todas las peticiones, pero en caso de que no haya espacio, por la alta demanda, el Madrid siempre ofrece buenas entradas para ubicar a los que se quedan fuera. El rival en cuestión, según relatan los clubes de Primera e históricos que ahora pelean en Segunda, aprovechan para incluir en la lista al dueño de su entidad, al presidente, a los consejeros o directivos por orden de importancia, al director deportivo, patrocinadores, así como a diversos compromisos que quieren complacer (empresarios, deportistas, cómicos o escritores de la tierra que residen en Madrid). “La sintonía es perfecta”, resaltan. Y, además, cuentan con un importante intercambiamos de entradas, ésta en tribuna, para toda la expedición, tocando a dos por cabeza: “Ellos suelen entregar unas 200, bastantes más que cuando vas a Getafe, el Metropolitano o Vallecas”. Eso sí, a cambio piden una camiseta del equipo en cuestión para el maniquí del antepalco.

Y luego, dentro de este grupo de solicitantes que no había sido invitado con antelación, están los adinerados y los fanáticos, que se ofrecen a pagar por estar en un lugar tan privilegiado. Petit Nicolás o Petit Kennedy, como prefieran, arroja luz: “Es curioso lo que sucede con la política de austeridad que implantó el Madrid hace tiempo. Y va más allá de haber cambiado el champagne por cava para parecer menos pijetes. Hay butacas en ese sector que se venden por más de 100.000 euros sin incluir el IVA. Y en estos casos, el control para esas peticiones es exhaustivo: se investigan los nombres, de arriba abajo, por el equipo de seguridad. No quieren que se cuele nadie con problemas de imagen y corrupción”. Por eso, por poner un ejemplo entre muchos, Cristina Cifuentes fue borrada del mapa de repente, pese a su madridismo, en cuanto dimitió de mala manera y se quedó sin cargo. Preocupa mucho la imagen, pero también la rentabilidad. Florentino, cuando regresó a la entidad en su segunda etapa en 2009, quiso reducir los asientos para hacer más zonas vip y boxes, aumentar los ingresos y disminuir las críticas. El Madrid, hace una década ingresaba unos 10 millones anuales por esos asientos, y su idea siempre ha sido duplicar sus beneficios con esa estrategia de austeridad y potenciación.

“Han cambiado el champagne por cava para parecer menos ‘pijetes’. Hay butacas en ese sector que se venden por más de 100.000 euros más IVA. Y en estos casos, el control para esas peticiones es exhaustivo”

Francisco Nicolás Gómez

Una vez en el estadio, la colocación de los invitados en el recinto (sitting) sigue las estrictas y casi científicas normas que dicta el protocolo, con la obligatoriedad de que la decisión final en cada caso la toma Florentino Pérez. Eso sí, el presidente adversario siempre codo a codo, una tradición española e inglesa. Al empresario le encanta ese ejercicio de supervisar y no se deja nada al azar. Es como un juego. Uno de esos momentos en los que se pone las gafas en la frente, como cuando ojea el móvil con verdadero interés, y se remanga con el objetivo de que se cumpla el orden en la distribución por rangos y que, a su vez, el tiro de cámara de la tele no saque a nadie que no quiere en su mismo plano y pueda tener cerca a su gente de confianza: su hija Cuchy detrás; sus amigos y amigas en diagonal para cazar rápido una mano si hay que celebrar contenidamente. El problema es que, por mucho que se esmere para dotar al espacio con aires de modernidad, siempre hay mayoría de hombres y canas. Entre otras cosas porque entre los 17 miembros de su junta directiva, la media de edad es de 70 años y únicamente permanece entre ellos una dama, Catalina Miñarro.

El resto del staff del Madrid (José Ángel Sánchez, Butragueño, Galeano y compañía) se sitúa bien arriba, en la última fila, pegado a la cristalera que, al menos antes de la remodelación, se oscurecía con el partido en juego. Incluso el presidente aprovecha el momento de colocar todas las piezas del puzle para hacer team building y sienta muchas veces juntos a Santiago Solari y a otro de los pilares de la cantera, Manu Fernández, pese a que se llevan regular. “Sorprende que allí es conveniente no celebrar los goles, aunque a veces es imposible contenerse, sobre todo con las grandes remontadas. Lo que más se palpa es el enorme respeto que hay”, recuerda una antigua azafata que exige el anonimato como si hablara de Zarzuela. Aun así, la pasión siempre se cuela por las rendijas. El presidente del Elche, Joaquín Buitrago, fue tajante en la SER la pasada temporada: “Florentino lo comenta todo durante el partido [en voz baja, eso sí] y hasta critica a sus propios jugadores”. Por eso más de uno, para lo bueno (guiños de Vinicius) y lo malo (aquella dedicatoria de Etoo con el Mallorca), mira siempre de reojo hacia el palco desde el verde. Allí se juega todo.

Alfredo Matilla

Alfredo
Matilla
es
Jefe
de
Información
en
Relevo.
Natural
de
Alcázar
de
San
Juan
(Ciudad
Real)
y
mediocentro
como
forma
de
vida.
Licenciado
por
la
Complutense,
también
es
Máster
en





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Rohit Palit

Periodista deportivo y graduado en Ciencias de la Comunicación de Madrid. Cinco años de experiencia cubriendo fútbol tanto a nivel internacional como local. Más de tres años escribiendo sobre la NFL. Escritor en marcahora.xyz desde 2023.

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