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‘Triki’ Beltrán: “¿Armstrong? Por favor, no machaquemos siempre al mismo; era el mejor de todos con diferencia” – Relevo



La mayoría de lectores le recordará escoltando a Lance Armstrong junto a ‘Chechu’ Rubiera, Roberto Heras y Jose Azevedo en sus últimos Tours de Francia victoriosos. Los más avezados, vestido con el maillot oro de la Vuelta a España. Los más veteranos, tirando del pelotón para Abraham Olano con los colores de Clas-Mapei y Banesto. En el mundo del ciclismo, en cambio, Manolo ‘Triki’ Beltrán (1971, Jaén) no es un simple recuerdo, aunque sea protagonista de tantos: más bien, un clásico. Alguien que siempre ha estado y siempre está; alabado estandarte en una época pasada y humilde continuador en la presente.

Hoy día, Beltrán disfruta de una vida cómoda en lo material, instalado en una tranquila casa a las afueras de Jaén y ganándose el pan trabajando como entrenador de ciclistas populares. “Soy un autónomo más”, resume sonriendo. Lo compagina con participaciones ocasionales en pruebas semiprofesionales de MTB como la Titan Desert donde demuestra que ha mimado su cuerpo y sigue siendo competitivo. Recibe a Relevo una tarde de diciembre, rodeado de recuerdos y referencias de vidas pasadas. Por ejemplo: viste una sudadera del monstruo de las galletas de Barrio Sésamo, a quien debe ese sobrenombre de ‘Triki’ que, en el ciclismo, le pertenece y caracteriza.

Estas fotos del Banesto, las de US Postal, el peluche del león del Tour de Francia y demás… ¿qué te inspiran?

Me hacen recordar todo lo que disfruté. También en la buhardilla tengo un macuto grande con todos los maillots que gané: la Vuelta a Lérida amateur, la de Tenerife juvenil, la Montaña de Castilla y León, la Volta a Catalunya que fue mi mayor victoria en profesionales… Y, cuando lo abro, me cuesta que la saliva pase por la garganta. Hay veces que los busco porque me hacen sentirme bien, y cuando ya empiezo a torturarme un poco y a sentirme nostálgico, pues… sin más, cremallera y se cierra el macuto. Hay que vivir el día a día porque la vida continúa. Sólo tenemos el presente y debemos disfrutarlo.

¿Qué tipo de ciclista eras?

Yo era el típico ciclista con sus limitaciones en lo físico, que también tenía sus dificultades en casa porque había mucho trabajo y debía ayudar en el campo y en el puesto que tenía mi familia en la plaza a la vez que estudiaba y pedaleaba. Venía de la aceituna y me iba debajo de las farolas en el Gran Eje, a dar vueltas, para andar en bicicleta. Quise ser corredor sin saber lo que iba a hacer. Si alguien me llega a decir que iba a ser capaz de correr 9 Tours, 25 vueltas grandes… le hubiera dicho que estaba “chalao”. Y lo conseguí. También es verdad que no he ganado nada de relevancia. No he sido un campeón. Pero me quedo con lo que me ha dado mi carrera deportiva, que ha sido mucho. No sólo a nivel económico, que gracias a Dios me ha ido muy bien y he tenido suerte, sino por la gente que yo conocido en todos mis años como corredor, desde que era juvenil hasta hoy. He sido un ciclista más, pero con la suerte de estar rodeado por gente maravillosa.

¿En qué momento encontraste tu sitio en el pelotón y te diste cuenta de que tenías que ser gregario?

En 1995, cuando pasé a profesionales y Abraham Olano hace segundo en aquella Vuelta a España que gana Jalabert. Venía con la escuela de Emilio Estévez y Ávila Rojas, una familia, y estaba acostumbrado a dejarme la piel por mi compañero. Aquella Vuelta con Abraham fue una gran satisfacción, y al año siguiente trabajé para él en el Giro, que lo perdimos en última instancia en el Mortirolo. Siempre le he bromeado: “La cantidad de pasta que perdimos en el Mortirolo, ¿eh, Abraham?” En 1997, Mapei prescindió de la parte española del proyecto y, cuando Abraham firmó por Banesto, se quitó dinero de su sueldo para que yo siguiera a su lado. Con esa actitud de Abraham hacia mi persona, yo me debía a él. Le ayudé para que fuera 4º en el Tour de Francia de aquel año, y para que ganara la Vuelta a España en el 98. Él para mí es compañero, amigo y de la familia. Y, trabajando para él, demostré a los demás equipos todo lo que era capaz de hacer por un líder. Y me buscaron para apoyar a Zülle, Ullrich, Lance, Freire…

¿Cómo es Óscar Freire?

Un tío muy especial, un portento, tocado con la varita… Tiene habilidad y destreza para todo: manejar un ordenador, dominar un videojuego, meterse en un sprint a 60 por hora… Un don que combinaba con dejarse los dorsales en la habitación cinco días seguidos hasta que la organización de la carrera se quedaba sin dorsales de repuesto y había que dibujarle unos nuevos con rotulador. Un día se dejaba las zapatillas; al otro día, el casco. Pero es que esas dos etapas luego las ganaba. Y fuera de la carretera era igual de figura. Llegaba yo a la concentración con la Play Station y un videojuego nuevo que había estado machacando todas las Navidades; se lo enseñaba y él no lo conocía… pero a la segunda partida ya me ganaba. Se me rompía el ordenador y él me lo arreglaba. Es un tío muy inteligente, con un don y mucha habilidad

No coincidiste mucho con Jan Ullrich, pero seguro que tienes alguna película con él.

Jan era tan buena persona que no me sorprende todo lo que le ha pasado. No me sorprende que le haya roto el corazón una chica caribeña, o que le busquen las vueltas los vecinos y acabe en comisaría. Creo que no ha sabido plantarse en momentos determinados y decir: ‘no, tú no eres mi amigo’. Convivimos en 2003, dentro del proyecto Coast. Empezamos a preparar el Tour juntos y, las vueltas que da la vida, acabé corriéndolo con su eterno rival, Lance Armstrong…

¿Cómo pasó eso?

En Coast había problemas de impagos. A principios de marzo, durante la Vuelta a Murcia, la UCI le dio un ultimátum al equipo: o pagáis a los ciclistas ya, o ésta es la última carrera que hacéis. En una etapa, dentro del pelotón, coincido con Marcelino García [entonces ciclista del CSC] y nos ponemos a hablar con Lance Armstrong justo delante. Y me dice: “Habla con el americano, que un tío como tú…” Y yo ni caso. Tras la etapa, estoy en la habitación con Aitor Garmendia y, cuando sale de la ducha, le digo: “Me ha dicho Marcelino que hable con Lance, que le puedo cuadrar para US Postal”. Y me responde que sí, que era buena. Así que me acerqué a hablar con él en una etapa; al fin y al acabo le conocía de aficionados, cuando era triatleta y ganó carreras como Vuelta a Vizcaya o Vega Baja. Se interesó y me dijo que lo trataría con Johan Bruyneel, el director del equipo. Eso fue en el mes de marzo y, en abril, Bruyneel me llamó mientras yo estaba en la cocina pelando habas para comérmelas con pan, aceite y bacalao junto a mi mujer. Y así empezó una andadura de cuatro años en US Postal.

Cuando acabe esta entrevista irás al centro de Jaén para recibir una clase de inglés. Si no sabes inglés, ¿cómo te comunicabas con Armstrong?

Cuando estuve en Mapei, me manejé bien con el italiano. Con Coast no me integré en el alemán, porque era un equipo complicado. Y cuando llego a US Postal, me dije: “Yo, que soy un fenómeno, en dos días tengo a los americanos hablando en andaluz”. Pero esa fantasía me duró hasta que llegó el Tour. Yo me manejaba en la convivencia apoyándome en Roberto Heras, en Chechu, hasta que llegó la etapa de Bayona y Tyler Hamilton arranca desde lejos con el teatro de que tenía una clavícula rota. Cuando nos quisimos dar cuenta, se nos metía en el podio. Íbamos persiguiendo en el llano a 50 por hora, en fila de a uno, y cuando hablaba cualquiera más o menos lo entendías; pero, cuando hablaba Lance, con ese tejano ‘rajao’, yo no me enteraba de nada. Y encima aquel día estaba nervioso. Me acerqué a preguntarle si necesitaba algo, y le dije: “I need something” [‘Necesito algo’]. Se vuelve y me responde: “What?” [‘¿Qué?’]. Le repetí el “I need something” y él me dijo: “Tú háblame en español, Triki. ¿Necesitas algo? Yo no necesito nada. Ponte a tirar”. En París, junto al detalle que nos entregaba en todos los compañeros en la cena final, me dio una tarjeta vacilándome que ponía: “Triki, I need something”. Y yo, cuando volví de Francia, fui directo a apuntarme en una academia Wall Street.

Hablas de Lance Armstrong con mucho cariño. ¿Entiendes que para el público sea una figura controvertida, o incluso un mal recuerdo?

Yo no lo veo así. Los que estábamos allí sabemos que, en esos siete años, el Tour de Francia lo ganó el mejor. Las reglas eran las mismas para todos. Respeto todas las opiniones, y ésta es la mía: él era el mejor de todos con diferencia. Un tío hábil, con un potencial físico demostrado desde muy joven, con calidad y una mentalidad de auténtico líder.

Para algunos, su defenestración fue una forma de escenificar que las reglas y el sistema habían cambiado.

Siempre habrá intereses de por medio. Ellos tienen que demostrar que están ahí y mantener la estructura del circo del ciclismo. Pero que el circo del ciclismo le quite a una carrera su ganador de siete años deja mucho que desear, desde mi punto de vista. Yo he corrido esos siete Tours y me quedo con lo que yo he vivido. Pero, por favor, no machaquemos siempre al mismo. Con todos mis respetos: siempre va a tener más mérito el que llega a los Campos Elíseos y consigue ganar un Tour después de 21 días de carrera que quien está en un despacho y lo único que hace es leerse un informe y firmar. Para mí, no tiene ni punto de comparación.

¿Cómo te trató el ciclismo cuando diste positivo por EPO en el Tour de Francia 2008?

No era necesario que me trataran como un delincuente. No hacía falta mandar a 60 gendarmes al hotel para decirme que había dado positivo. Mi opinión personal es que se montó un show, un circo, que luego no les ha funcionado. Ellos creían que la fórmula era ir al hotel a arrestar al ciclista, montar el circo, registrarle, llevarle a Comisaría a declarar, esperar a que el juez dijera… pero, ¿qué le iba a decir el juez a un pobrecito que venía de correr una etapa del Tour? Y luego es todo mucho más complejo de lo que parece, porque hay una disciplina en el equipo, unos médicos en el equipo, unos laboratorios que analizan las pruebas, unos intereses… Hablamos mucho del dopaje, pero… ¿y el antidopaje? El antidopaje está bien visto y el dopaje no, vale, pero el antidopaje es un buen negocio también. Ellos necesitan que haya dopaje. Y se dan casos como el que desgraciadamente a mí me ocurrió.

¿Te arrepientes de haberte dopado?

Yo siento mucho todo lo que ocurrió. Fue un Tour donde dimos positivo siete u ocho corredores y, aunque todo tiene un por qué, lo cierto es que lo siento y pido disculpas. Aquel fue el último día en la carrera profesional de ‘Triki’ Beltrán, y es una pena que fuera así después de 14 años y de la carrera profesional tan chula que he tenido. Me siento orgulloso de haber sido capaz de ser un niño con ilusión y llegar a verme en los escenarios en que me vi. No me gustó que terminara de aquella manera, pero lo más que puedo decir es pedir disculpas, decir que lo siento, y de nuevo pedir disculpas a quien se haya podido ofender.

¿Te hubiera gustado vivir un ciclismo sin dopaje?

Es una buena pregunta. Cuando eres un niño nadie te cuenta lo que va a pasar en el futuro, y tú no te imaginas cómo funciona la elite: ni del fútbol de Primera División, ni de las carreras de galgos. Cuando te metes en ese mundo, es cuando empiezas a tener conocimiento. Lo podemos resumir en una palabra: intereses. Como en la política. Cuando eres un niño escuchas decir que hay intereses, y te preguntas cuáles serán esos intereses. Una vez llegas, ya ves lo que son. Claro que a mí me habría gustado vivir un ciclismo sin dopaje. Sin ninguna duda. Pero, cuando te haces grande, llegas y ves la realidad.

Fran Reyes

Fran
quiso
ser
stripper
y
acabó
de
periodista,
consagrándose
al
ciclismo
para
que
su
vida
fuera
sobre
ruedas.
Canterano
de
Ciclismo
a
Fondo.



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Rohit Palit

Periodista deportivo y graduado en Ciencias de la Comunicación de Madrid. Cinco años de experiencia cubriendo fútbol tanto a nivel internacional como local. Más de tres años escribiendo sobre la NFL. Escritor en marcahora.xyz desde 2023.

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