Kaunas.-El Real Madrid vuelve a ser campeón de Europa. Lo es por undécima vez en su historia, aumentando su palmarés y su distancia como el equipo más laureado del Viejo Continente. Y lo ha logrado en la temporada más difícil de todas para el equipo blanco. Un curso plagado de problemas, sospechas y críticas que ha terminado de la mejor manera posible cuando nadie pensaba que esto pudiera suceder.
Sobre todo tras lo ocurrido el pasado 27 de abril. Ese día el tiempo se paró en el WiZink Center. El final del segundo partido de la eliminatoria ante el Partizan terminó como una batalla campal que obligó a suspender el partido a falta de 1:30 y que terminó con 10 expulsados. Una tangana sin sentido por la que Yabusele se llevó cinco partidos de sanción y Gaby Deck, dos. Una pelea que, sin embargo, lo cambio todo.
“Ese segundo partido fue un mal enfoque mío por la ansiedad por volver al 1-1. Irnos 0-2 seguíamos a 5 partidos de la final. Y volvimos con un 2-2. Nos gusta el escenario del más difícil todavía y aquí igual. Sabíamos que el juego interior y las ausencias. Me alegra ser parte de esto”, aseguraba Chus Mateo al referirse a un incidente que lejos de hundir al equipo le sirvió para espolearlo.
Ese día el equipo blanco quedó herido y las opciones de la remontada rozaban la palabra milagro. Pero 24 horas después el vestuario se conjuró para sacar adelante la situación. Acostumbrados a caminar sin red, los blancos cerraron filas en torno a Chus Mateo y usaron lo sucedido como gasolina para alimentar su tanque de orgullo. Pero no sólo eso.
Con la sanción a Yabusele y posteriormente las lesiones de Poirier y Deck las rotaciones del equipo quedaban más claras dentro del vestuario. Cada uno sabía qué hacer, en qué momento hacerlo y cuánto tiempo, más o menos, tenía para hacerlo. Jugadores como Ndiaye, Rudy o Abalde entendieron que tenía que ayudar en la defensa del ‘4’, Tavares comprendió que iba a tener que jugar muchos minutos y el resto de miembros del equipo tuvo claro el papel que muchas veces, durante el resto de la temporada no habían descifrado.
Ha sido el caso de, por ejemplo, Mario Hezonja. El croata ha pasado de desaparecer en ciertos partidos y de perder protagonismo en ciertas fases del juego a ser el segundo jugador con más minutos en esta Final Four, sólo por detrás de Tavares. Ha sido protagonista en defensa y en ataque y se ha adaptado al puesto de ‘4’ ante las bajas. Unas ausencias que en su caso le han beneficiado a la hora de entender su sitio en el equipo.
Un conjunto mermado que ha sabido sacar partido de esa pelea y de sus consecuencias. Lo ha hecho acortando más todavía la rotación de los jugadores, pero aumentando su implicación en un equipo que nunca ha dejado de creer en sus posibilidades, como recalcó el técnico madrileño en sala de prensa: “Ha sido una temporada muy dura pero con final feliz. Estoy orgulloso del espíritu de este equipo. Nunca se rinden. Y cuando pasa algo malo al equipo como lesiones o derrotas, luchamos más. Nos mantenemos juntos“. Una unidad que se reforzó tras el peor momento de la temporada.
