Celebridad

Yo, mi colección de fracasos sentimentales y mi autoestima: “Las apps están repletas de mujeres que parecen salidas de ‘La isla de las tentaciones'”


Hay quien colecciona sellos; yo, decepciones amorosas. ¿Seré la responsable de que a mis parejas (o casi parejas) les importe siempre tan poco como a mí la álgebra o es mejor culpar al maldito Mercurio retrógrado? Por cierto, ¿estará el tal Mercurio soltero? Es para una amiga…

Tengo que confesar que, tras mi último tropiezo sentimental (¡mi especialidad!), me he preguntado algo por lo que mi psicóloga me haría abandonar la sala: ¿y si el problema soy yo?

Infieles, gente con infantilismo emocional, personas que no saben lo que quieren (pero que tienen bien clarito que a quien no quieren es a mí)… Tengo una variopinta y nutrida colección de ‘casis’ que han logrado que piense que, realmente, no soy suficiente.

Incluso he estado tentada de probar a manifestar a mi pareja ideal, porque el otro día hablé con una experta en la materia (sí: hay expertas en ESO) y me aseguró que, si escribo en un papel, a poder ser sentada en el suelo, cómo es la persona de mis sueños, terminará por aparecer. Con la mala suerte que tengo, a mí solo se me aparecería la virgen del espejo, y aunque voy a decir una cosa por la que me van a quitar el carnet de bisexual, tengo una duda existencial. ¿Cómo voy a manifestar a mi pareja ideal si ni siquiera sé si es hombre o mujer? Así una no puede ponerse con su lista de deseos… El caso es que llega un momento en el que no puedo evitar preguntarme (¿Soy Carrie Bradshaw?) si escojo mal a mis parejas o si mis intentos amorosos fracasan por mi culpa.

Duelos XS y un Tinder rompe egos

Cada tropiezo emocional trae consigo de regalo un duelo, pero cuando los tropiezos se suceden y las microrrelaciones son cada vez más fugaces, terminas por hacerte experta en los microduelos. Al final, todo se resume en una lloradita y adelante. El problema es que, cuando llega el momento en el que dominas el duelo y logras pasar sus fases en cuestión de segundos, te preguntas si no te estás robotizando y si tu corazón, más que latir, suspira.

Tras cualquier ruptura, la autoestima es la primera víctima, y por eso hay que tener cuidado con caer en la trampa de saltar a las datings apps enseguida, pues este tipo de aplicaciones, aunque son maravillosas para (estoy buscando un eufemismo) saciar ciertas necesidades, pueden ser las enemigas de la autoestima y hacen que muchas personas borren sus perfiles por miedo al rechazo o por desconfianza.

Poco a poco, sin prisa

De hecho, según un informe desarrollado por la plataforma de citas Badoo, al 23% de los solteros les cuesta exponerse en las apps, y el 71% ha borrado alguna por falta de confianza. Por si fuera poco, para sacar realmente provecho de estas fórmulas para encontrar pareja es esencial tener algo de lo que carezco: paciencia.

“Para encontrar pareja en una dating app, lo recomendable es invertir unos 30 minutos al día durante una semana, y puedes tardar hasta seis meses en encontrar a alguien”, asegura la psicóloga Lara Ferreiro. Pero si soy incapaz de meter algo en el microondas dos minutos y sin sacarlo antes de que se cumplan los 120 segundos… ¿Cómo voy a esperar tanto para encontrar a alguien?

A vueltas con la imagen

Las aplicaciones pueden ser dañinas para el amor propio. Tengamos en cuenta que, aunque somos conscientes de que nadie es tan guapo como en su foto de Tinder (ni tan horrible como en la foto del pasaporte), estas apps están repletas de mujeres que parecen salidas de ‘La isla de las tentaciones’. “¿Cómo me van a elegir a mí teniendo semejantes candidatas?”, me pregunto cada vez que abro una app.

Es aún peor cuando hago match, porque entonces me entra la inseguridad de si esa persona va a salir corriendo cuando me vea fuera de la pantalla. Estoy tentada de subir únicamente esas fotos que te haces sin querer cuando el móvil te la juega y la cámara frontal te pilla por sorpresa, sin filtros y con más papada que dignidad. De esta forma, si hago match con alguien, cuando aparezca en la cita, le pareceré preciosa; ¿no?

Comparaciones odiosas

Soy consciente de que quizá quien deja de hablarte lo hace porque le has aburrido, porque la conversación no iba a ningún sitio (¿dónde irán a parar todas esas charlas de ascensor?) o en mi cabeza, porque ha sufrido un accidente mortal por el que jamás ha vuelto a dar señales.

Sin embargo, en realidad tiendo a pensar que ha encontrado a alguien mejor. A una más guapa, mucho más divertida y notablemente más inteligente. A alguien que sí merece respuesta, con quien irse de viaje y con quien hacer planes a largo plazo sin que la pareja se plantee huir del país.

Contigo no, pero sí con otra persona

Uno de los problemas habituales en las brechas amorosas es dar con quien no tiene disponibilidad emocional, pero por alguna razón, en lugar de comprender instantáneamente que la otra persona no quiere tener una relación ni contigo, ni con nadie, se instala en tu cabeza la creencia de que el problema eres tú.

Lo preocupante es que no es extraño que quien no está disponible emocionalmente, en un giro inesperado, de repente lo esté y se empareje con alguien al poco tiempo, un puñetazo directo al estómago que mina definitivamente tu autoestima. Esto es lo que pasa, por cierto, en la película ‘500 days of Summer’, que viene a retratar lo que hoy llamamos situationships (las maldigo con toda mi energía) y que cuenta la historia de una-casi-pareja en la que él quiere tener una relación mientras que ella prefiere navegar en ese limbo sentimental sin etiquetas. Sin embargo, cuando se separan y se vuelven a encontrar tiempo después, ella está casada. “Sencillamente, desperté un día y lo supe”, le dice Summer. “¿Qué supiste?” “Aquello de lo que nunca estuve segura contigo”, le suelta. Auch.

Virtudes y defectos

Cuando pasan estas cosas, puede entrar en marcha otro mecanismo de tortura: la comparación. Yo me comparo siempre con las nuevas parejas de mis ‘exes’ (que son radicalmente opuestas a mí, por lo que al parecer salen tan horrorizadas de la experiencia que buscan a mi antítesis) y termino por hacer un tartar de lo que me queda de corazón, que posiblemente ahora sea como esos tarritos de remolacha rallada.

En este doloroso ejercicio de comparación de tintes masoquistas, logro que mi autoestima quepa en un dedal y tiendo a magnificar mis defectos (que también colecciono), asegurándome así de que cuando vuelva a conocer a alguien, lo haga con una nueva capa de inseguridades. En este preciso instante, calculo tener unas 175 capas de miedos y complejos, y de ellos, al menos 30 son nuevos. Al menos voy siempre de estreno, ¿no?

Hay que saber hablar

Como la autoestima es mi talón de Aquiles, mi pobre psicóloga, a la que le estoy pagando el piso, me mandó una lectura con la que descubrí que, por si fuera poco, mi falta de amor propio es la responsable de que sea bastante torpe a la hora de expresar mis sentimientos. “Igual de importante que es saber defenderse, demandar y reclamar, así también es de vital importancia el expresar sentimientos. Este tema cuesta a muchas más personas de las que se cree y aquél que lo haga estará demostrando que posee realmente una sana autoestima”, escribe Olga Castanyer Mayer-Spiess en ‘La asertividad, expresión de una sana autoestima’. Pero ¿cómo voy a expresar sentimientos si estoy a un rechazo de convertirme en un llanto con patas?

En definitiva, si finalmente me animo a manifestar algo, no voy a pedir que aparezca alguien, sino tener confianza en mí misma, amor propio y un poquito de seguridad. Y voy a pedirle a quien no quiere nada serio y comienza a actuar como si lo hiciera, que se apunte a la escuela de cine, porque tiene talento. Si quisiera estar con alguien al que le importo un bledo, estaría con mi gestor.





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Antea Morbioli

Hola soy Antea Morbioli Periodista con 2 años de experiencia en diferentes medios. Ha cubierto noticias de entretenimiento, películas, programas de televisión, celebridades, deportes, así como todo tipo de eventos culturales para MarcaHora.xyz desde 2023.

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