Desde que en octubre del 2005 pisé por primera vez las aulas de la Facultad de Comunicación de la USC me insistieron en la distinción entre información y entretenimiento. Casi dos décadas después, han cambiado las tornas: hoy soy yo el profesor de ese mismo departamento que insiste al alumnado sobre la difuminación de géneros y la tendencia a la hibridación.
Esta confluencia, conocida como infotainment o infoentretenimiento, se deja sentir también en la política, como reflejan a la perfección las elecciones autonómicas del 18F. La victoria fue para el PP de Alfonso Rueda, pero, sobre todo, ganó el politainment, tendencia protagonista en las campañas de todas las formaciones.
Las lógicas del entretenimiento movieron las estrategias comunicativas de cada candidato, con el objetivo de humanizarlo, modernizarlo y acercarlo al votante. Sea en el formato que fuera: desde dando el salto a los videopodcasts, con Ana Pontón como entrevistadora en su «Código Ana» (que por cierto estrenó alguien tan del entorno del espectáculo como la cantante Pili Pampín), hasta incorporando a las listas electorales a personas célebres de la pequeña pantalla, como Raúl Santamaría, concursante televisivo de «Reacción en Cadena» que dará el salto al Parlamento en las filas del PP en un ejemplo de lo que se conoce como celebrificación o vedetización de la política.
En este auge del entretenimiento, las redes sociales han resultado claves: la mejor muestra la encontramos en todos los recursos que movilizaron en Tik-Tok, la plataforma más orientada al aspecto lúdico, donde los representantes de las principales formaciones se colaron entre retos virales. En ella, como en el resto de redes, los equipos recurrieron a memes y contenidos de marcado carácter humorístico, como la parodia de Sumar del reggaetonero Chimbala al son de Rueda, Rueda, Rueda, no mereces mi perdón.
En definitiva, estos comicios han acentuado un giro que parece irreversible.
La «americanización», esa transformación de las campañas tradicionales en un espectáculo en el que la forma cuenta tanto o más que el fondo, parece imparable.
