Werner Herzog, Agnès Varda y Clint Eastwood, cine más allá de la verdad
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âImprime la leyendaâ, nos decÃa el heredero de Dalton Peabody en el Shinbone Star de El hombre que mató a Liberty Valance (1962). La obra maestra de John Ford se edificaba sobre este romántico principio en el que lo mÃtico vence a la prosaica y desnutrida realidad.
Algo parecido le ocurre a Werner Herzog (Múnich, 1942) a la hora de plantear sus memorias Cada uno por su lado y Dios contra todos, que Blackie Books publica después de Conquista de lo inútil y El crepúsculo del mundo.
Era de esperar que el director de Aguirre, la cólera de Dios (1972) nos mostrara a tumba abierta (casi de forma literal) las anécdotas que han marcado su vida como realizador, actor, productor e incluso como director de ópera.
Nada comparable, o quizá sÃ, con lo vivido durante el rodaje en la selva de Fitzcarraldo (1982), que, pese a haberlo detallado ya en su diario Conquista de lo inútil (hechos recogidos también por Les Blank en el antológico El peso de los sueños), vuelve en sus memorias a los convulsos ataques de violencia de Klaus Kinski, a la âpérdidaâ de los negativos del filme y a la insensata iniciativa de subir un barco por una montaña en plena selva.
Herzog se desliza por la leyenda porque él es leyenda desde que decidió convertirse en director. âFue una vida, unas imágenes, una música y unas ásperas existenciasâ, reconoce.
También se puede y se debe imprimir la leyenda al hablar de la directora belga Agnès Varda (Ixelles, 1928-ParÃs, 2019). La legendaria directora de pelÃculas como Cleo de 5 a 7 (1962), La felicidad (1965), Las criaturas (1966) y Jane B. por Agnès Varda (1988) es retratada por Juan Laborda Barceló en Mujeres que conducen (SÃlex) guiado, casi de forma exclusiva, por las âcuchilladas emocionalesâ que asestó a la historia del cine de autor y a la fundacional Nouvelle Vague.
Para Laborda, la voluntad de la directora fue reinventar la realidad pero lo importante es âlo que nos ha dejado cautivo en sus fotogramasâ como âun feminismo equilibrador de los desajustes estructurales, sin aspavientos, pero con una contundencia granÃticaâ. La obra de Varda, insinúa el autor, nace de la navaja que corta la mirada en El perro andaluz manipulada por Buñuel y DalÃ. âLa perspectiva oculta o desembarazar la retina de condicionamientos no es pocoâ. Todo reivindicación y combate.
Finalmente, un guiño a la âúltima leyenda de Hollywoodâ, Clint Eastwood (San Francisco, 1930), que en el trabajo de Ian Nathan, editado por Cúpula con aspiración a convertirse en objeto de regalo, aparece como un ilustre superviviente.
A este inteligente e intuitivo actor, director y productor le debemos tÃtulos como EscalofrÃo en la noche (1971), El fuera de la ley (1976), El jinete pálido (1985), El sargento de hierro (1986), Sin perdón (1992), Deuda de sangre (2002), Million Dollar Baby (2004) y Gran Torino (2008), entre otros tÃtulos que fusionan esta SantÃsima Trinidad que veneramos y que se llama Clint Eastwood.