Los Knicks son los reyes de Nueva York – AS

Las cosas van y vienen en los Knicks. Sumaron mucho desde el fichaje de OG Anunoby, pero se han desinflado ligeramente hasta meterse en el absoluto atasco que representa la marejada de la Conferencia Este. La victoria ante los Nets en el duelo neoyorquino (105-93) fue la 42ª de la temporada, lo que les deja en el quinto puesto, empatados con los Magic, a una victoria de los Cavaliers y a tres de los Bucks. Las cuatro victorias que tienen sobre el play in parecen suficientes como para no tener que jugar esa especie de previa que la NBA se inventó con la pandemia del coronavirus y que llegó para quedarse. Pero la intención es, y tiene que ser, conseguir ventaja de campo en primera ronda y poder avanzar en playoffs. Algo que parecía tangible y nítido, pero que se ha ido diluyendo en las últimas semanas: justo antes del All Star, del 8 al 14 de febrero, sufrieron cuatro derrotas consecutivas, dos ante rivales directos (Orlando e Indiana). Y, tras ello, se han instalado en la regularidad, intentando reaccionar ahora, ya veremos si tarde: cinco victorias en los seis últimos encuentros.

Es lo que tiene tener a un entrenador como Tom Thibodeau, único en su especie. Su modus operandi siempre ha sido el mismo, pero su carácter cortoplacista acaba quemando las plantillas y desmadejando los proyectos. En referencia, claro, al poco descanso que da a sus jugadores, en los que se junta dicha desgracia con la exigencia física que promueve el sistema ofensivo del mandamás. Los movimientos han sido buenos, pero Anunoby está quemado, Julius Randle lesionado, Mitchell Robinson lleva fuera casi toda la temporada y Jalen Brunson ya ha dicho públicamente que juega con dolor, a ver si así su técnico se entera. Pero nada: hoy, Donte DiVincenzo y Josh Hart se fueron por encima de los 40 minutos. Y Miles McBride llegó a los 48, el partido completo. Algo demasiado gordo a apenas tres semanas para el inicio de la fase final y la construcción de lo que tiene que ser un equipo que pueda competir a partir de abril, cuando las plantillas de Thibodeau suelen llegar exhaustas. No es la primera vez que pasa. Y puede volver a pasar, claro.

De momento, la victoria les ayuda a seguir buscando esa ventaja de campo que necesitan. El Madison fue el hogar del derbi de la Gran Manzana y los Knicks respondieron con una segunda mitad que secó a sus rivales: 49-36 de parcial y sólo 16 tantos anotados en el periodo final. McBride se aprovechó de su tiempo en pista para llegar a las 26 puntos, con 6 de 12 en triples. Brunson, que esta vez jugó sólo 32 minutos, logró 17, con 4 rebotes y 8 asistencias. Isaiah Hartenstein logró un 17+9 bajo los aros, donde Josh Hart mostró su actividad habitual para un 6+13+5. Y DiVincenzo se fue a 31 tantos, pero falló 9 de sus 13 intentos de tres. En el banquillo, poca cosa. Si Thibodeau lo mueve poco en general, con lesionados menos todavía. Y tiene unos cuantos: Jacob Toppin, Julius Randle, Mitchell Robinson, OG Anunoby… Pues eso. A jugar los titulares y el resto a aparecer fugazmente. Una gestión de los descansos que siempre ha sido motivo de señalamiento para el veterano entrenador, que a sus 66 años no se va a poner a probar cosas nuevas.

En los Nets, poca cosa: llevan mucho tiempo sin aspiraciones (26-45, undécimos pero a cinco victorias del play in), despidieron a Jacque Vaughn, ascendieron a Kevin Ollie al puesto de primer entrenador y están pensando en el futuro mientras se lamentan del pasado, con ese proyecto que tan mal salió por el empoderamiento de tres estrellas que saben mucho de eso: Kevin Durant, James Harden y Kyrie Irving. Ante los Knicks, 19 puntos de Cam Thomas, 18 de Mikal Bridges y 13 de Cameron Johnson. Y sin gasolina en la segunda parte, cediendo al poderío físico rival y sin ganas de ganar. La sensación es que tanto la entidad, como el banquillo como los jugadores quieren que todo se acabe lo antes posible. No así en los Knicks, que buscan pisar las finales de Conferencia por primera vez desde el 2000. Una espera demasiado larga que en un Este tan abierto pueden finiquitar. Dependiendo de las fuerzas que les queden, claro. Es lo que tiene el método Thibodeau. Que vale para lo que vale. Entre otras cosas, para una que emerge sobre las demás: cansarse un montón. Otra vez.

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