A partir del próximo jueves, Boston y Dallas se jugarán el anillo de la NBA. La franquicia del trébol por un lado y la de Luka Doncic por el otro se enfrentan por el honor de llevarse el título de campeón. Dos equipos construidos de manera muy diferente, con perfiles distintos y estrellas por igual, pero con un sello en común. Porque para llegar a este punto, ambos tuvieron que hacer un traspaso clave con los Brooklyns Nets para mejorar su plantilla. Los Nets de Jordi Fernández son, sin quererlo, protagonistas de estas finales de la NBA. O como mínimo facilitadores.
En el caso de Boston hay que retroceder algo más de una década en el tiempo. Tras la derrota de 2013 ante los New York Knicks en primera ronda, los Celtics entran en un proceso de cambio. Danny Ainge, presidente de operaciones, aprieta el botón de reconstrucción y salen de la franquicia tres nombres clave. Uno de ellos, Doc Rivers, que abre la puerta a Brad Stevens. Los otros dos, Kevin Garnett y Paul Pierce, el corazón y alma del último equipo campeón en Boston. Ambos salían en búsqueda de una oportunidad más de conseguir el anillo, esta vez en Brooklyn. A cambio, la franquicia de Nueva York enviaba cuatro primeras rondas rumbo a los Celtics, además de jugadores de fondo de armario.
Pero esas cuatro rondas, 2014, 2016, 2017 y 2018 fueron claves para entender lo que son los Celtics a día de hoy. Especialmente las dos de mitad, porque tras elegir a James Young en 2014, Boston tuvo dos picks #3 consecutivos, ambos cortesía de Brooklyn. Sus nombres: Jaylen Brown y Jayson Tatum, las dos estrellas de la plantilla actual. Tatum fue, técnicamente, tras traspasar el pick de Brooklyn a cambio de un pick de Philadelphia, pero el plan de Ainge era el jugador de Duke. La ronda de 2018, para mayor ironía del destino, la usó Boston para traspasar por Kyrie Irving, estrella de los Mavericks a día de hoy, y que vivía a la sombra de LeBron James en Cleveland.
Lo de Irving no salió bien, y acabó en Brooklyn, pero los Jays son la cara de Boston desde 2020. Al contrario, entre Pierce y Garnett jugaron 171 partidos antes de irse rumbo a Washington y Minnesota respectivamente. Y cuando los Nets decidieron poner fin al proyecto y reiniciar, llegaron dos estrellas en la agencia libre: Kevin Durant y Kyrie Irving. El equipo de las tres cabezas, con el aterrizaje de Harden un año más tarde, que solo pudo ganar una serie de playoff en tres temporadas y media y se derrumbó a la que sus estrellas empezaron a pedir salir poco a poco. Una de ellas, Irving, quiso poner rumbo a los Lakers, pero Brooklyn tenía otros planes: lo mandó a Dallas.
Los Mavericks consiguieron a Irving a cambio de Spencer Dinwiddie, Dorian Finney-Smith, una primera ronda de 2029 y dos segundas rondas a futuro. Dallas pescaba en río revuelto soñando con repetir la hazaña de febrero de 2008. Por aquel entonces, Mark Cuban decidía apostar por otro base All Star venido a menos: Jason Kidd. Tres temporadas más tarde, en 2011 y ante LeBron James, Kidd era el base titular que llevaba junto a una superestrella europea a los Mavericks al único anillo de su historia. Ahora entrenador de Dallas, tras pasar por el banquillo de los Nets, Kidd buscará que sea Kyrie quien pueda guiar, junto a otra estrella venida de Europa, a los Mavericks al segundo anillo. La historia se repite al completo.
Boston o Dallas, Jayson Tatum y Jaylen Brown o Kyrie Irving y Jason Kidd, conseguirán en las próximas semanas el anillo. Y en el recuerdo estarán los Nets, y como varios traspasos de la franquicia han ayudado a que el panorama en la NBA sea el actual. Sin ellos, las finales serían otras, y estarán presentes, aunque les toque verlas por televisión.
