Dejar descansar el género o abandonar la categorÃa mujer
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âSi todo lo que tenemos que hacer para mantener la tranquilidad de nuestra propia agenda es renunciar a un término, queridas amigas, dejemos que el género duerma en paz un ratoâ, dijo Amelia Valcárcel en una reciente intervención pública. Esta es la propuesta más reciente del feminismo ilustrado âcon importantes posiciones institucionales en nuestro paÃsâ, que hoy es transexcluyente. También dijo que las personas intersex âno existenâ, que simplemente son âuna anomalÃaâ, y que en todas las culturas se han dado únicamente âvarones y mujeresâ. Todo lo demás deben ser también âanomalÃasâ, cosas que se salen del orden natural. ¿Quién iba a decirnos que de una parte del feminismo del S.XXI saldrÃa una defensa del biologicismo tan del XIX? Pero no olvidemos el trasfondo. Dejar de hablar de género porque resulta âconfusoâ está orientado a frenar el avance de los derechos de las personas trans, a negar la posibilidad de la autodeterminación de género âque decidan que no son lo que un médico puso en un certificadoâ e incluso a que las concibamos como âanomalÃasâ. Pero el supremacismo del feminismo ilustrado no se termina en las personas trans, va más allá.
Ya sabemos: el sexo es lo biológico, aunque incluso eso es inestable también, construido en parte culturalmente, ya que la propia definición médica ha ido cambiando a lo largo de la historia, unas veces basándose en las hormonas, otras en la apariencia de los genitales, etc. Precisamente esas definiciones se han jugado en la categorización de las personas intersexuales âcuerpos que no coinciden con lo estrictamente masculino o femeninoâ, que sufren los intentos de hacerles encajar en estas categorÃas biológicas excluyentes mediante cirugÃas y otras formas de violencia. El género, en cambio, se consideró útil para hablar de las construcciones de comportamientos, roles, expectativas y posibilidades vitales edificadas sobre esas âverdades incontestablesâ de la biologÃa. Parece que a las feministas ilustradas ahora les molesta nuestra victoria: que el feminismo haya desestabilizado tanto el orden de género/sexual (elijan) como para que se normalice cada vez más que haya gente que decida con cuál de esas ficciones normativas se sienten más cómodas. Al contrario de lo que afirma Valcárcel, está ampliamente documentado que las personas que no encajan con el sexo/género asignado han existido siempre, aunque eso ha tenido consecuencias distintas en las diferentes culturas âen muchas de ellas ha sido aceptado de una manera u otraâ. En la nuestra implica un alto grado de violencia estructural e interpersonal, por lo que urge tratar de mitigarla con leyes que no patologicen, y contribuyan al cambio cultural que ya estamos presenciando. Es cierto que hay una parte del activismo trans que tiene visiones esencialistas e incluso también biologicistas del sexo/género âcomo sucede con un segmento del feminismoâ, pero en cualquier caso, eso no justifica la oposición a los derechos que reclaman.
Aunque por motivos diferentes, el concepto de género molesta tanto al feminismo ilustrado como a los fundamentalismos cristianos y las extremas derechas, que desde hace tiempo llevan una cruzada contra lo que llaman âideologÃa de géneroâ. Esto es, contra la posibilidad de que los roles sean construidos y performados, lo que para ellos supone un atentado contra el âorden divinoâ o ânaturalâ âen la versión laicaâ. Mediante este concepto se oponen a derechos de las mujeres âsobre todo los sexuales y reproductivos, la educación sexual, etc.â pero también a los de las personas LGTBIQ e incluso a la mera posibilidad de su existencia.
Esta verdad es incómoda para los feminismos transexcluyentes, ya que mediante su oposición al concepto de género las extremas derechas hacen causa común contra los derechos de las mujeres y las disidencias sexuales: ambos desestabilizan el orden social. Su visión es estructural, más afinada que la de esos feminismos, ya que no ven órdenes distintos, no ven batallas diferentes. Entienden, mejor que algunas feministas, que es parte de la misma guerra. En este contexto y más que nunca, como explica la investigadora Sonia Correa, âla categorÃa mujer ya no sirve para la lucha feministaâ. No se puede pensar en la perspectiva feminista como una perspectiva adherida al cuerpo y a la experiencia de las mujeres o a una esencia femenina, ya que se dejan demasiadas cosas fuera. âNecesitamos mantener una distancia crÃtica con respecto a las formas de vÃnculo polÃtico con la categorÃa mujer que no reconocen su inestabilidad y contingenciaâ, dice Correa. ¿Qué es una mujer? Hace más de un siglo que el feminismo se lo pregunta.
Toda esta estratificación está destinada a dividir a las poblaciones y a justificar su desigual acceso a recursos, a ânaturalizar la desigualdadâ
En algo tienen razón las extremas derechas cuando se obsesionan con las cuestiones de género: es cierto que estas son centrales para sujetar la estructura social y legitimar los regÃmenes de desigualdad. La construcción de lo masculino y lo femenino, pero también la heterosexualidad obligatoria, la imposición de un modelo de familia ây su entrecruzamiento con los sistemas raciales y colonialesâ vertebran el orden reproductivo/sexual o de género. AsÃ, las luchas feministas autónomas, pero también las rebeliones de las personas trans y de las disidencias sexuales âlas de todos aquellas y aquellos que no se conforman con los lugares asignados en la reproducciónâ, desestabilizan la estructura social y las legitimidades que lo articulan. Somos una amenaza porque evidenciamos la contingencia de estas desigualdades, que no forman parte del âcurso naturalâ de las cosas, ni del âorden divinoâ âo civilizatorio, en su versión laicaâ, sino que podrÃan no darse. PodrÃa no darse el actual régimen sexual o de género, pero también el racial âÃntimamente relacionadoâ y las desigualdades económicas y de posibilidades de vida que estos órdenes atraviesan. Toda esta estratificación está destinada a dividir a las poblaciones y a justificar su desigual acceso a recursos, a ânaturalizar la desigualdadâ y, si son contingentes, significa que pueden ser cambiados.
Por eso trans, feministas de base y migrantes âo el Otro musulmánâ estamos bajo el mismo foco de las extremas derechas: el orden de género implica definir quién tiene derecho a reproducirse y quién no, qué mujeres están siendo empujadas a reproducir a la nación blanca asumiendo roles tradicionales y quiénes se ven como un peligro por sus âaltas tasas de natalidadâ âen concreto en Europa, las mujeres musulmanasâ. AsÃ, la violencia que se desencadena para sujetar esos cuerpos a un orden de género que se tambalea afecta a las mujeres, pero también a estos otros: personas trans âespecialmenteâ, disidentes del sistema sexo/género y otros sujetos señalados como peligrosos. Estas violencias no se pueden separar.Â
Por tanto, desde una perspectiva de las visiones más emancipadoras, no podemos pensar un feminismo como exclusivo de las mujeres, de sus cuerpos o de sus experiencias. Nuestro desafÃo se alinea con las personas trans, con los maricas, las travestis, las butch y las lesbianas, las invertidas, las no binarias, pero también con los hombres que no encajan en sus papeles asignados en ese orden de supremacÃa o los que quieren desencajarse y marchar junto a nosotras, derribando a nuestro paso esos órdenes âsexistas y racistasâ, o al menos, sacudiéndolos un poco, ampliando lo imaginable, lo pensable y lo vivible. Desplazamos los lÃmites que otras se dedican a vigilar. Pero si nuestra rebelión altera el proyecto polÃtico y de sociedad de las extremas derechas que quieren impedir los cambios, ¿qué hay en ese viejo orden para que las feministas ilustradas se agarren a algunos de sus pilares como cuando se oponen a la posibilidad de transitar de sexo/género?
¿Alguien escuchó a Valcárcel pedir derechos para las trabajadoras domésticas o las migrantes?
Dos formas polÃticas irreconciliables se oponen aquÃ: uno busca desestabilizar un orden injusto, si se desmorona, el feminismo autónomo está del lado de las que no tienen tanto que perder. Mientras que ellas âlas del feminismo ilustrado, las que están en los consejos de gobiernoâ piden cuotas de poder para representarnos en la cúspide de ese orden, para hablar por todas aquellas cuyas vidas y problemas no tienen nada que ver con los suyos. Es más, para hablar también por las que necesitan subordinadas, porque eso les permite seguir llevando su nivel de vida, ya sean las que les limpian la casa y les cuidan a los niños, o aquellas a las que se explota en los campos de Huelva. ¿Alguien escuchó a Valcárcel pedir derechos para las trabajadoras domésticas o las migrantes?
Este feminismo ilustrado ha tomado posiciones en las instituciones desde la Transición básicamente con una agenda de paridad liberal âque ha sido compatible con la implementación de polÃticas neoliberalesâ. Además de con las cuotas en lugares de poder, está obsesionado con el sexo, la pornografÃa, la prostitución. Esto es útil porque cuando se pone en el centro de la opresión de género la sexualidad y no la división sexual del trabajo o la explotación económica, el resultado es que nos afecta a todas por igual y que por tanto formamos parte de la misma âclaseâ: la de las mujeres. Para este feminismo ilustrado sà existe la âmujer universalâ, una ficción necesaria para que ellas puedan erigirse en representantes de sus intereses, y decidir qué polÃticas públicas o qué relación con el Estado necesitamos. Esto le sirve para pedir su cuota entre los beneficiarios de este reparto injusto, mientras dan una vÃa de legitimidad âfeministaâ a gobiernos, instituciones y al propio Estado que también sostiene nuestra opresión. Recordemos que también es una máquina de dominación que muchas veces amplÃa las subordinaciones y estratificaciones sociales, y que se encarga de asegurar los poderes dominantes de raza, clase y género, como explica Wendy Brown. DecÃan que venÃan a abolir el género, y se han conformado con la palabra, que es menos peligroso, porque realmente, abolir el género implica pensar otras vÃas para las polÃticas feministas que no pasen únicamente por la protección estatal.
Por qué no nos representan
Amigas, las feministas ilustradas han dicho que abandonemos el género, y ya sabemos que ellas tienen la ârazónâ de su parte. No voy a ser yo la que defienda un concepto, me preocupan más las prácticas polÃticas, porque entiendo que es de ellas de donde nace el pensamiento feminista más potente y transformador y de donde surgen los cambios. Pero, ¿qué propuestas pueden salir de este feminismo ilustrado aparte de las cuotas, la representación, de convertir el feminismo en ideologÃa de gobierno? ¿Puede ser que sirva para oprimir a otras mujeres o pueblos?
Amelia Valcárcel ây otras de esta corrienteâ son capaces de enunciar que âvivimos en una civilización feministaâ, que la âcivilización occidental es la primera en la historia que tiene ese rasgo presenteâ. Es decir, nuestras sociedades son superiores a las demás. A esto Sarah Farris le ha llamado femonacionalismo, un concepto que le sirve para explicar cómo está relacionado con las estrategias discursivas de las extremas derechas europeas que convergen con estas feministas en su supremacismo occidental. También ha explicado cómo esta idea de âliberar a las musulmanasâ âque implica su inclusión en el mercado laboralâ es funcional para poder aumentar el ejército de trabajo disponible en el sector de cuidados, algo que, indudablemente, les beneficia.Â
Para este feminismo, la diversidad cultural se reconoce de una manera muy limitada: solo hay una naturaleza humana digna, una sola vida buena
Como explican Ãngeles RamÃrez y Laura Mijares, para este feminismo la diversidad cultural se reconoce de una manera muy limitada: solo hay una naturaleza humana digna, una sola vida buena, una sola manera de organizarla, y quien no se adapte a esto ha de ser civilizado. Justificaciones clásicas de la empresa colonial. No hay que recorrer mucha distancia desde aquà para legitimar invasiones âcomo la de Afganistánâ en nombre del feminismo, en una vuelta de tuerca del racismo imperialista. Pero además, para estas feministas que se consideran en la cuna de la civilización, solo hay un feminismo bueno âel que ellas representanâ y esa superioridad les permite negar a otros sujetos, ya sean trans, trabajadoras sexuales o mujeres musulmanas que quieren liberarse en sus propios términos. Por supuesto, para las ilustradas el feminismo musulmán no existe, o no puede existir, y el velo tiene que se prohibido, incluso en las escuelas. Todas ellas coinciden sorprendentemente en esos puntos. Además, tratan de criminalizar el trabajo sexual âincluso a veces la pornografÃaâ y no reconocen a las trabajadoras sexuales como interlocutoras válidas, niegan que puedan ser feministas, como niegan agencia a las mujeres con velo. Todas tienen que ser salvadas por ellas, es decir, por el Estado âdel que en realidad forman parteâ.Â
Este feminismo ilustrado del sujeto único, que entiende la polÃtica solo en términos liberales, niega la diversidad y por tanto, las propias claves polÃticas del ciclo de movilización feminista de los últimos años donde se ha producido una ampliación de los sujetos de lucha, sus demandas y sus debates. Un ciclo de movilización donde el sujeto âmujerâ se queda corto. Como explica Raquel Gutiérrez âpara América latina aunque en buena parte es aplicable al sur de Europaâ, esta emergencia ha desbordado la agenda clásica de paridad liberal y ha dado lugar a movilizaciones de carácter radicalmente autónomo con fuertes componentes de feminismos comunitarios, decoloniales y populares. Por tanto, esta lucha por definir el sujeto del feminismo, y vigilar las fronteras de âla mujerâ se entiende mejor si se introduce esta variable que confronta al feminismo liberal/ilustrado a los feminismos populares y de transformación que atacan al sistema. Ese mismo sistema donde las feministas ilustradas ocupan un lugar privilegiado que muchas veces han conquistado usando la propia legitimidad del movimiento.