Música

AC/DC, crónica de su concierto en Sevilla (2024) – MondoSonoro


Ni Primavera Sound ni Taylor Swift. Despegamos hacia Sevilla para vivir lo que muchos vaticinan que podría ser “the last dance” de una de las bandas más míticas de la historia del rock, AC/DC. El aeropuerto César Manrique de Lanzarote se tiñe del negro de las camisetas de la banda australiana, con familias al completo y grupos de amigos ataviados con un outfit que rezuma azufre del bueno, aperitivo de la fiel legión que acompañará a Angus y compañía en su segunda fecha sevillana, superando de nuevo las 60.000 incondicionales almas. Y si nosotros volamos desde la isla de fuego en busca de fuego eterno, la capital hispalense nos recibe con un termómetro para la ocasión y sus 35 infernales grados (parecen 40) al caer la tarde. Las temperaturas aumentan conforme nos acercamos al estadio, con miles y miles de personas de todas las edades, un hormiguero humano que desprende y contagia la emoción de las grandes e irrepetibles citas.

Nadie olvidará este día, y menos aún la que fuera Jenny Humphrey en la famosa serie “Gossip Girl”, la actriz y cantante Taylor Momsen, líder de The Pretty Reckless, banda neoyorkina que acompaña a AC/DC en esta gira mundial “Power Up” y que vuelve a abrir hoy con solvencia y vibrante energía. De la declaración de intenciones inicial en “Death by Rock and Roll”, a la deliciosa y pegadiza “Take Me Down” final que nos deja con ganas de más, pasando por el ya clásico infalible de la banda “Make Me Wanna Die” o la explosiva versión del “Loud Love” de Soundgarden… Pero el momento en el que Momsen conseguiría la inmortalidad del rock and roll, llegó con “Witches Burn”: un murciélago se posa en el muslo de Taylor Momsen y la muerde repetidas veces mientras sigue ardiendo y embrujándonos. Hay testimonios gráficos de lo ocurrido. Momsen terminó sin problemas un heroico show y luego fue trasladada al hospital, donde le curaron (vacuna de la rabia incluida) los tres vampíricos mordiscos. Telonera de lujo de AC/DC y coronada como Batgirl en Sevilla.

Se acerca el momento de la verdad y, cuando sobrepasamos sólo cinco minutos de la hora acordada, sale la formación a escena: Matt Laug y Chris Chaney como potente base rítmica de la locomotora, y Stevie Young a las seis cuerdas (sobrino de Angus y de nuestro añorado Malcolm), tridente que se coloca y mantiene durante todo el show en el centro trasero del escenario. Y las dos piedras angulares de la banda, el recuperado Brian Johnson (76 años) y ese diablo con guitarra en mano, Angus Young (69). Salen a por todas y el estadio se cae en una “If You Want Blood (You’ve Got It)” que sabe a gloria, con Bon Scott sobrevolando y sonriendo por el cielo sevillano. “Queremos sangre” de rock ‘n’ roll y eso nos dan, para terminar por noquearnos en el segundo parpadeo, pasando del último trabajo de Bon Scott, un “Highway to hell” (79) del que sonarán tres temas, al “Back In Black” (80), con una titular que cae como un meteorito en llamas sobre el estadio, primer trabajo con Brian Jhonson y segunda obra maestra consecutiva de la banda, del que rescatarán hasta cinco canciones esta noche. ¿Cómo tiene la voz Brian? Quitando algún pequeño olvido de letras y cogiendo aliento en las espaciadas transiciones entre temas, nos acuchilla en cada embestida como en sus mejores momentos. ¿Y Angus? Como siempre, diablo de Tasmania incombustible, corretea, “paso del pato”, se revuelca por el suelo, exprime su guitarra hasta el infinito y se vacía en el escenario en cada una de las 21 canciones, como si fuera la última noche en la Tierra.

La oscuridad de la noche cae con “Demon fire”, donde los miles y miles de cuernos luminosos rojos entre el público, brillan y parpadean en su máximo esplendor. Del último trabajo de la banda, “Power Up” (20), también sonará poco después, encajando a la perfección en el repertorio, una brillante “Shot In The Dark”. Pero antes, un póker ganador que nos eleva al cielo y nos sumerge en el infierno al mismo tiempo: una “Shot Down In Flames” en la que Brian quema las naves, el delirio colectivo con “Thunderstruck” y dos más del “disco negro”, una “Have a Drink on Me” con alma blusera, y la llamada a la misa de azufre con la gran campana que asoma del cielo en la imprescindible “Hells Bells”.

Las sonrisas de felicidad y ojos vidriosos siembran las caras de un público totalmente entregado de principio a fin, vibrando y cantando cada clásico, como si fuera su primera y última vez. A clásico suena la afiladísima “Stiff Upper Lip”, con Brian cortando la noche con agudos marca de la casa, para seguir con dos disparos a quemarropa que, por sí solos, ya valen el precio de las entradas: descomunal “Shoot to Thrill”, primer gran zarpazo con el que Axl Rose cerró más de una boca en este mismo estadio, y que también tuvimos la suerte de vivir, allá por 2016, cuando sustituyó a un Brian Johnson hoy en plena forma, dejándolo claro en la esplendorosa interpretación de una “Sin City” que le sigue, saboreando cada fraseo y con remate de Angus a las seis cuerdas de su inmortal SG.

Sobrepasamos el ecuador y ya hace mucho que Angus perdió la gorra y la chaqueta de colegial, sudando cada nota mientras una locomotora se acerca con “Rock ‘n’ Roll Train”, única pieza del Black Ice (08) de la noche, con Johnson coronándose una vez más, y toda la banda cogiendo impulso para un fin de fiesta rebosante de clásicos. De una “Dirty Deeds Done Dirt Cheap” en la que parece que se va a abrir la tierra que pisamos y escupir lava ardiente en cualquier momento, a una “Riff Raff” con Angus a pecho descubierto y Brian a tumba abierta (resistiendo como un titán a duras penas en la parte final del show), pasando antes por ese electrizante himno juguetón, “High Voltage”, que resuena más stoniana y poderosa que nunca. El Real Madrid está a punto de ganar una Champions más en Wembley, pero el verdadero partido se juega en este campo y la victoria colectiva está asegurada: tiemblan de emoción los cimientos del Estadio Olímpico con la irresistible “You Shook Me All Night Long”, coreada hasta el infinito y más allá por el público, y ardemos para siempre en una “Highway to Hell” con atajo directo al corazón.

Esta vez sin muñeca hinchable gigante para la ocasión, pero igual de sensual y adictiva, traca final con los neones ardiente de “Whole Lotta Rosie” y su compañera de surcos, una “Let There Be Rock” en la que, mientras Brian se toma un merecidísimo respiro tras cumplir con creces su parte, Angus se gana una vida extra con un solo de más de diez minutos, subido a una plataforma central que se eleva en el aire y correteando y saltando a lo largo de todo el kilométrico escenario, haciendo diabluras mil y regalándonos riffs que jamás dejarán de resonar del todo en este estadio olímpico.

Se retiran del escenario y reaparecen con dos bombas sónicas imparables como despedida, “T.N.T.” y los cañonazos y fuegos artificiales de una “For Those About to Rock (We Salute You)” como cierre perfecto de una noche histórica e inolvidable. Y después de lo vivido, ¿era esto el “último baile” de AC/DC? Me resisto a creerlo… Dejémoslo en penúltimo. Eternos.



Source link

Marc Valldeperez

Soy el administrador de marcahora.xyz y también un redactor deportivo. Apasionado por el deporte y su historia. Fanático de todas las disciplinas, especialmente el fútbol, el boxeo y las MMA. Encargado de escribir previas de muchos deportes, como boxeo, fútbol, NBA, deportes de motor y otros.

Related Articles

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Back to top button