Recolectores de almas – Faro de Vigo
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Todo el universo se ha escrito al dictado de las matemáticas, que son la gramática divina. También cualquier peripecia humana se puede descomponer en números. Rubén Peña, David Gil, Samuel Fariña y Fernando Lema han regresado exhaustos a Vigo, de donde habían partido cuatro días antes. Durante esas jornadas han transitado en bicicleta de montaña por pistas forestales y carreteras gallegas. Han subido rampas abruptas y descendido zanjas. Han visitado Santiago, A Coruña, Lugo y Ourense. En total, 667 kms, , más alguno perdido en el descuido del GPS. Casi 11.000 metros de desnivel positivo. Es otra la cifra que los conforta: 115 donaciones de médula ósea.
A todos les concierne íntimamente esta pelea contra la leucemia. Peña. exjugador del Octavio, técnico de Deportes en el Concello de Vigo, se ha involucrado por su mujer, “estable”, y su madre, “peleando como una leona”. La padeció el hijo de Lema, ya recuperado. Por su hermano, que falleció, fundó David Gil la Asociación Frangil, con la que colabora Fariña. Los cuatro promueven una campaña a favor de la donación de médula (#hazlofácil en redes sociales). En 2023 se registraron 674 altas de donantes en Galicia, que no cubren las necesidades. Les surgió la idea de esa ruta como reclamo.
“La experiencia ha sido brutal en todos los sentidos. Ha cumplido con todas las expectativas que teníamos y lo más importante, lo hemos pasado bestialmente bien a pesar de la dureza”, resume Peña, que en 2019, mediante micromecenazgos, ya había recaudado 8.000 euros para investigación médica recorriendo los 185 kms del ultratrail menorquino Camí de Cavalls.
“Muertos de frío”
Los cuatro aventureros culminaron su primera singladura terrestre en Fisterra tras pasar por Santiago. “Se hizo eterna”, reconoce Peña. Habían salido a las siete de la mañana. Llegaron al albergue “muertos de frío” pasada la medianoche.
No hubo demasiado tiempo para reposar. Apenas cuatro horas de sueño. Aún no había amanecido y ya habían retomado sus monturas. Foto en el faro del cabo y cabalgada hacia otro, la Torre de Hércules. Y desde allí, a Guitiriz; 200 kms, en total, con viento noroeste de cara. “Sin saber bien cómo, nos encontramos bastante recuperados a pesar del poco descanso. Aunque el culo nos martirizaba en cada pedalada”, bromea Peña. “La etapa fue preciosa y mucho más rápida que el día anterior. La acabamos en algo menos de 14 horas”.
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Un alto en el camino. / Cedida
De Guitiriz salieron hacia Ribadavia, pasando por Lugo. Once horas de etapa, con deleite de paisajes y anticipación sobre lo calendado. La mujer de Peña, Joana, y la pareja de Lema, Yone, se les habían unido como vehículo de apoyo. “Y menos mal… Tuvimos un problema con una de las bicis y hubo que usar la de repuesto que llevábamos en la furgoneta”.
Esta vuelta a Galicia se completó con parada en el embalse de Eiras. Vigo asomó en el horizonte “con la emoción ya instalada en el grupo”, revela Peña. “Aunque íbamos cansados, nos permitió disfrutar a saco. Ha sido una experiencia vital extraordinaria que nos ha atravesado y que nos anima a nuevas cosas en el futuro, eso seguro”. Resolviendo la ecuación de las llagas y las rozaduras, del sudor y las lágrimas, aspiraban a recolectar 70 donantes de médula. “Cuenta lo más importante: los 115 registros”. Esa aritmética de vida y esperanza.