2019, el duodécimo Roland Garros de Nadal: La última cita con Federer en París – ABC.es
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Casi nadie se pregunta ya a estas alturas si Rafael Nadal sería capaz de superarse a sí mismo una vez más. El idilio está más que cumplido, pero el balear no tiene ninguna intención de acabarlo pronto. Le queda mucho a este Nadal que vuelve de otra lesión que lo mantuvo en casa todo el final de curso 2018 a partir del US Open, y que despierta en 2019 con uno de esos levantamientos tras el bajón tan característicos y poderosos. Solo Novak Djokovic pudo frenarlo para sumar el título en el Abierto de Australia tras un torneo impoluto en el que no se dejó ningún set en el camino.
No le va bien en Acapulco, derrota en segunda ronda ante Nick Kyrgios (3-6, 7-6 (2) y 7-6 (6), y otra lesión lo deja fuera de juego antes de enfrentarse a Roger Federer en las semifinales de Indian Wells. Su paraíso monegasco no le va todo lo bien que quería, cuartos ante Fabio Fognini y en la pista que lleva su nombre en el Conde de Godó choca con un gran Dominic Thiem, que tiene todavía guardado un trocito de la historia de este Nadal de 2019. En Madrid, Stefanos Tsitsipas lo apea en semifinales, pero se resarce en Roma, campeón para llegar con todo listo a París.
Fue una edición plácida, con dos alemanes para empezar, Yannik Hanfmann y Yannik Maden, que no inquietaron (6-2, 6-1 y 6-3, y 6-1, 6-2 y 6-4); pero con David Goffin, las dudas. En el primer test de categoría, superó la primera parte con buena nota ante un belga alicaído y que solo sumó diez puntos en el primer set. Pero quizá por la facilidad en la que estaba construyendo la victoria, Nadal se relajó y en el tercer parcial entraron las dudas y un Goffin renacido, que lo empujó lejos de la pista y desde esa distancia, el drive quedó lejos de tener la eficacia y efectividad del inicio. Sol, sombra, dudas, ceja levantada y ese set perdido antes de cuartos, algo que solo había pasado en tres ocasiones (2006, 2011 y 2013). Pero se recompuso y para cerrar el debate, comenzó el cuarto set con un 4-1. Fin de las dudas.
El arreón de confianza lo llevó a superar a Juan Ignacio Landero (6-2, 6-3 y 6-3) y a Kei Nishikori (6-1, 6-1 y 6-3). Y entonces, Roger Federer.
Ninguno de los dos, claro, sabía que ese partido de semifinales sería el último que disputaran en esa pista, que ya había disfrutado de cinco antecedentes. Y el penúltimo duelo que protagonizarían en sus carreras, después de toda la vida construyendo una de esas rivalidades que nunca se olvidan. A veces, el tenis tiene estos detalles que, aunque pura casualidad, no dejan de ser bonitos signos de admiración. Porque aquel último partido entre el español y el suizo en la Philippe Chatrier lo ganó Nadal; y el último que disfrutaron, un mes después en Wimbledon, se lo llevó Federer. Justicia y aplauso para esta pareja de ases.
Aquel 7 de junio de 2019 se recuerda porque cada duelo entre Nadal y Federer era especial. Más en ese caso porque el suizo había vuelto a la tierra batida después de cuatro años ausente, un acto de despedida. Siempre iba a pasar algo, y lo que pasó, además, es que fue uno de los partidos más ventosos que recuerda esa pista. Los dos tuvieron dos rivales, el de enfrente y ese aire a veces huracanado porque venía de sopetón, que más de una vez los obligaba a parar entre saques porque la tierra batida llegaba a los ojos.
Federer lo intentó, ese último esfuerzo por ver si los hados estaban de su parte. De hecho, aunque el resultado puede parecer abultado (6-3, 6-4 y 6-2), los dos primeros sets duraron casi una hora cada uno. Pero Nadal estuvo más fuerte, más entonado y con una mejor sintonía con el viento. Abrazo final de ambos, reconocimiento de todos en aquella Chatrier que todavía no sabía que había presenciado el último duelo de los duelos.
Y de un viejo conocido al que se fue entrenando desde que era un niño, hasta un Dominic Thiem que se presentó ante él siendo un niño. El tiempo.
Pero ni siquiera este Thiem mucho más crecido, entero, asumido ya el favoritismo en torneos de tierra batida, salvo que jugara también Nadal, supo detener el camino de aquella profecía de Nicolás Almagro: ganará Roland Garros cuarenta años seguidos. No tantos, pero sí aquella edición, pues no le bastó al austriaco con estudiar las debilidades del rival en el primer set para agrandarlas en el segundo.
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Nadal, en esta pista, es el Nadal que había ganado en 2005, 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2017 y 2018. Y cuando apareció, se acabó el partido (6-3, 5-7, 6-1 y 6-1). El mordisco, el duodécimo, lo volvió a dar Rafael Nadal.