Música

Iron and Wine: “Light verse” (2024) – UN DISCO AL DIA – UN DISCO AL DIA


 

Las esperas demasiado prolongadas entre álbumes suelen ser terreno abonado para la suspicacia y el escepticismo: afloran las sospechas de bloqueo creativo y el resultado final, por excelso que parezca (hola, Peter Gabriel), nunca es lo bastante memorable como para comprender el lapso de tiempo transcurrido. Algo así puede suceder en el caso de este Light verse, que ha tardado en materializarse casi siete años desde el último elepé propiamente dicho de nuestro siempre barbudo y bienquerido Sam Bean (Beast epic 2017), por mucho que desde entonces hayan mediado álbumes en coalición, entregas en directo, epés o reediciones que nos amenizaron en buena medida el barbecho. Pero también ocurre en este caso que Iron and Wine ha entregado a buen seguro el álbum más liviano, afable y bonito, en sentido amplio, de toda su colección, un disco tan entrañable y hermoso que invita a perdonar cualquier enojo propio de la impaciencia.

 

Samuel Ervin Beam cumplirá este mismo verano los emblemáticos (o fatídicos, según el humor de cada cual) 50 años y no puede sustraerse ni a la melancolía ni a las pinceladas de carácter más grave o filosófico, pero Light verse transmite en su conjunto una adorable sensación de sosiego y de brisa. La voz frágil, aguda y cercana sigue antojándose tan inconfundible como de costumbre, pero I&W elude esta vez la tentación del lo-fi y entrega una colección maravillosamente bien armada y arropada, con profusión de cuerdas y ese pálpito permanente de que podríamos encontrarnos apurando los últimos rayos del día a finales de la primavera de 1972 (o similar) en alguna ladera de Laurel Canyon. Y a quién puede importarle algo así.

 

Taken by surprise refrenda la certeza de que la sombra de Nick Drake sigue envolviendo un porcentaje enorme de la mejor música acústica que se rubrica en cualquier rincón del planeta de un cuarto de siglo a esta parte. Es una sensación que reaparece aquí y allá, sobre todo en el capítulo final de la singladura, ese Angels go home con unos arreglos de cuerda más enfáticos y orondos de los que llegó a imaginar el memorable Robert Kirby en los tiempos de Five leaves left.

 

Anyone’s game acaba adquiriendo una grandeza de pop orondo con un tramo final en el que las armonías vocales parecen contaminadas por el espíritu de los Fleetwood Mac triunfales de hace cuarenta y pico años. Y esa sensación de complicidad con sonidos más francos y tarareables se hace todavía más clamorosa en el caso de Sweet talk, acaso la canción más luminosa y risueña que haya escrito nunca el bueno de Beam, otra vez con la sospecha de que a Lindsey Buckingham podría habérsele ocurrido algo parecido un día que hubiese amanecido con la garganta dulcificada. Añadamos Yellow jacket, tan amorosa como si hubiese nacido tras una extensa videoconferencia con Don McLean. Nada que objetar, sino todo lo contrario: una invitación al disfrute más dulce.



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Marc Valldeperez

Soy el administrador de marcahora.xyz y también un redactor deportivo. Apasionado por el deporte y su historia. Fanático de todas las disciplinas, especialmente el fútbol, el boxeo y las MMA. Encargado de escribir previas de muchos deportes, como boxeo, fútbol, NBA, deportes de motor y otros.

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