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Lee aquí el primer capítulo de ‘Los nueve reinos’, lo último de Santiago Díaz – Deia


Reino de Valencia. Agosto de 1519

De entre todos los esclavos que recorrían la Sala de Contratación de la Lonja de la Seda de Valencia, la que más destacaba era la que apodaban la Rubia. La mayoría eran negros, sarracenos y algún que otro indio llegado del Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón hacía algo más de veinticinco años, pero muy pocos tenían el pelo y los ojos claros como ella. Tampoco acostumbraban a vestir sayas francesas ni a calzar chapines, y mucho menos a tener un trato tan familiar con sus amos; viéndola recorrer los puestos con su señora y con las hijas de esta, cualquiera diría que se trataba de un miembro más de la familia.

FICHA

  • Título: ‘Los nueve reinos’
  • Autor: Santiago Díaz
  • Género: Thriller
  • Editorial: Alfaguara
  • Páginas: 576

Cuando el terrateniente don Joaquín Lavilla la compró a finales del siglo anterior, le dijeron que la niña, que por aquel entonces tenía unos pocos meses, procedía de un país nórdico y que a sus padres los habían ajusticiado por ejercer la piratería.

Aunque él iba buscando una muchacha mayor que pudiese empezar a trabajar enseguida, el ajustado precio que le pidieron por la cría y el aspecto tan saludable que tenía lo ayudaron a decidirse de inmediato. La bautizó como Elena y la puso al servicio de su esposa, a la que ya llevaba atendiendo los últimos veinte años.

—¿Qué te parecen estas telas, Elena? —Doña Rosa se detuvo frente a un puesto sepultado por rollos de todo tipo de paños de diferentes colores y bordados.

Portada de ‘Los nueve reinos’. Elkar


En cualquier otro momento, aquel mercado estaría lleno de clientes, pero los nobles llevaban semanas abandonando precipitadamente la ciudad debido a un brote de peste, lo que agravó la crisis del comercio, azotado por la piratería berberisca, la presión fiscal y el abandono al que los sometía Carlos I, nombrado rey tres años antes por la incapacitación de su madre, Juana I de Castilla, la hija de los Reyes Católicos conocida como Juana la Loca. Elena observó el género con detenimiento mientras el comerciante la atravesaba con la mirada, esperando algo de solidaridad por parte de alguien tan explotado por los poderosos como él. Pero la muchacha le debía obediencia a su ama y negó con la cabeza.

—No os dejéis engañar por las apariencias, ama. La seda está bien tintada, pero es de baja calidad.

—Qué sabrás tú, rabiza… —El hombre le arrebató la tela con desdén para mostrársela a la señora—. Esta seda ha sido elaborada en uno de los mejores tornos de Valencia, pero una esclava como la vuestra, aunque se dé aires de princesa, no sabría distinguirla del esparto.

—Mi señora no pagará lo que pedís por algo que en la plaza se vende a la mitad de precio —respondió la joven sin acobardarse—.

Hacedle una oferta acorde con lo que ofrecéis.

—No hay oferta que valga.

—Marchémonos pues, Elena —intervino doña Rosa—. Si algo sobra en este mercado es género.

El artesano vio que se le iba a escapar una venta más que necesaria para mantener a flote un negocio que empezaba a ser ruinoso, así que maldijo su suerte por lo bajo y detuvo a las dos

mujeres.

—Está bien… Si os lleváis más de diez varas, os la dejo a mitad de precio.

—Eso se ajusta más a su valor, señora.

—Que vean la tela Sabina y Guiomar. Estoy harta de mandar hacerles vestidos para que después no quieran ponérselos.

—Buscó a sus hijas con la mirada—. ¿Dónde se han metido? Ve a buscarlas.

Mientras doña Rosa curioseaba las diferentes telas, Elena fue a buscar a sus jóvenes amas. Las encontró, como ya sospechaba, examinando los ornamentos de las paredes, donde había figuras de brujas, centauros, toda clase de animales, escenas cotidianas y, lo que más llamaba la atención de dos muchachas de trece y catorce años, hombres desnudos y parejas fornicando.

—Vuestra madre os reclama, niñas —dijo Elena al dar con ellas, y, fijándose en la pared, preguntó—: ¿Nunca os cansáis de mirar esas obscenidades?

—Tendremos que aprender para cuando nos casemos —respondió la mayor para regocijo de su hermana.

—¿Qué prisa tenéis vosotras por casaros?

—Es lo natural, Elena. La rara eres tú.

Las dos hermanas corrieron a reunirse con su madre. Elena se quedó parada, pensando en las palabras de la muchacha; era cierto que llevaba años en edad casadera, pero rezaba cada noche

para que no acordasen su matrimonio con el hijo de cualquier socio del señor o, peor aún, con algún viejo viudo de los que solían mirarla con lascivia en cada recepción que daban sus amos. El problema era que se había convertido en una de las mujeres más bellas de Valencia, pretendida por muchos hombres.

Por demasiados. Hasta entonces, los Lavilla habían rechazado las propuestas que les llegaban, pero ella sabía que eso no iba a aplazarse durante mucho más tiempo, puesto que, según se hacía mayor, su valor iba menguando.

Aquella mañana, cuando regresaron del mercado con una carreta cargada de telas que arrastraban dos esclavos africanos con la ayuda de un viejo mulo, se encontraron al señor y a su hijo mayor, Daniel, de dieciocho años, organizando la mudanza de la finca familiar, un terreno a orillas del río Turia rodeado de frutales.

—¿Qué sucede, Joaquín? —se alarmó su mujer al verlo.

—Nos marchamos a la hacienda de mi hermano.

—¿Y eso por qué?

—Porque las cosas en la ciudad se van a poner muy feas, Rosa. Ni quiero que enfermemos de peste ni que nos lleven por delante los comerciantes con sus protestas.

—El mercado está muy tranquilo.

—Si está tranquilo, no venden. Y, si no venden, la desesperación

originará revueltas.

—Pero…

—No discutas, por favor. —Don Joaquín la cortó con determinación—.

Seguramente solo sea cuestión de unos meses, pero tenemos que marcharnos hoy mismo, y quiero llegar antes de que anochezca. Solo faltaba que nos coja la noche de camino y nos asalten unos facinerosos.

—Dios no lo quiera —dijo la señora santiguándose.

—Ordena empacar todo lo que necesitéis tú y las niñas.

—¿Nos llevamos al servicio?

—Solo a Elena y a los dos negros. Mi hermano ya dispone allí de todo lo que necesitamos. Dejaré media docena de hombres al cuidado de la casa y los cultivos.

Se pusieron en marcha a primera hora de aquella calurosa tarde de agosto, con varios baúles donde llevaban la ropa que iban a necesitar. Atrás quedaban, sobre la carreta, los rollos de tela que habían comprado en el mercado tras tanto regatear.

Mientras se alejaba del único hogar que había conocido desde que la vendieron a los Lavilla, Elena no se percató de que un esclavo observaba la escena con desasosiego. Su nombre cristiano era Melchor.

El esclavo atravesó la ciudad con paso rápido y aguardó en la entrada principal de la catedral de Santa María, junto a un batallón de pobres que esperaban la salida de misa para mendigar unas monedas con las que echarse algo a la boca. Al cabo de un rato, salió un matrimonio seguido por otros dos esclavos.

Uno de ellos, al verlo, le dijo algo al oído a su compañero y se reunió con Melchor en el lateral del templo.

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás vigilándola?

—Se la han llevado.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó asustado.

—Los amos se han marchado huyendo de la peste y la han llevado con ellos.

Los dos hombres se miraron con preocupación. Eran de facciones muy parecidas, aunque con diferentes tonos de piel; Melchor tenía un color oscuro, y el otro esclavo, al que llamaban Nicolás, era blanco y con el pelo castaño. Ambos procedían del mismo lugar, de las islas Canarias, conquistadas hacía unos años por la Corona de Castilla. Aunque a todos los habitantes de Tenerife se los denominaba guanches, había tales diferencias entre ellos que algunos bien podían pasar por africanos, mientras que otros parecían escandinavos. 

SOBRE EL AUTOR

Santiago Díaz Cortés (Madrid, 1971) es guionista de cine y de televisión con 25 años de carrera y cerca de 600 guiones escritos. En 2018 publicó su primera novela, Talión, que ganó en 2019 el Premio Morella Negra y el Premio Benjamín de Tudela. En 2021 vio la luz El buen padre, novela con la que dio inicio a la serie protagonizada por la inspectora Indira Ramos y que ha sido traducida a varios idiomas. A esta le han seguido Las otras niñas (2022) e Indira (2023), ganadora del Premio Alicante Noir 2023. Asimismo, Díaz ha cultivado con éxito la literatura juvenil y obtenido en 2021 el Premio Jaén de Narrativa Juvenil por Taurus: Salvar la tierra. Los nueve reinos es su última novela y la primera de corte histórico.



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Marc Valldeperez

Soy el administrador de marcahora.xyz y también un redactor deportivo. Apasionado por el deporte y su historia. Fanático de todas las disciplinas, especialmente el fútbol, el boxeo y las MMA. Encargado de escribir previas de muchos deportes, como boxeo, fútbol, NBA, deportes de motor y otros.

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