Si hay algo que no se le puede reprochar a Anitta es su falta de honestidad. Sin importar si sus respuestas son profundas o sólo se tratan de chispazos de espontaneidad, sus palabras están provistas de una franqueza inusual para alguien con su fama. “Yo soy muy así de ser quien soy, verdadera, cueste lo que cueste”, asegura. Todo ese ímpetu está presente en Funk Generation, el sexto álbum de su ascendente carrera que publicó hace unas semanas con el propósito de llevar sus raíces y su cultura al escenario global. En este material, la cantante brasileña rinde tributo al funk carioca, un género que surgió durante la década de los 80 en las favelas de Río de Janeiro, auténticos laboratorios sonoros donde se experimentaba con las influencias del Miami Bass y otros ritmos electrónicos, al tiempo que se fraguaban letras inquietas y provocadoras que hablaban sin tapujos sobre sexo, temas sociales, políticos y el día a día en las calles.
“El funk brasileño es algo bastante distinto a todo lo que la gente escucha normalmente”, menciona con una sonrisa que refleja tanto la confianza como la incertidumbre de su apuesta creativa. “Cuando le di forma, siempre tuve claro que iba a ser un álbum muy bueno, con el potencial de romper con todas las expectativas, o muy malo. No había punto medio”, confiesa entre risas. Y aunque suena justo decir que solo el tiempo tiene la capacidad de validar el éxito y la repercusión de la obra de un artista, las millones de reproducciones en YouTube y Spotify sugieren que las cosas van por buen camino.
A pesar de la duda, la decisión de llevar estos sonidos a los primeros planos de la industria musical contemporánea parece una elección natural para ella. “Soy una persona a la que le encanta arriesgar, me gusta hacer cosas diferentes, nuevas, sentir que salgo de mi zona de confort”, afirma con la convicción de quienes disfrutan desafiar los convencionalismos. Para ella, el arte no se trata únicamente de números y éxito comercial, sino de la oportunidad de romper moldes y buscar ofrecer experiencias inéditas.
En apenas 35 minutos y 15 frenéticos tracks, Funk Generation es una vigorizante carta de amor al género que le abrió las puertas del mundo y que se ha convertido en el latido de su ciudad natal. “Las letras de funk brasileño son demasiado sexuales y explícitas porque el objetivo no es cantarlo, sino bailarlo”, explica. “Aquí las palabras funcionan más como otro instrumento, y que surja toda esta explosión de movimiento y sensualidad. No sirve de nada el querer analizarlas”, advierte Anitta, quien prefiere ver la música más como una experiencia física y emocional, que como algo que deba ser diseccionado críticamente.
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