Boxeo

Golpe a golpe, historias de boxeo en Azul – DIARIO EL TIEMPO DE AZUL


Por Juan José Zurro – Especial para EL TIEMPO

El boxeo femenino en Azul también fue progresando, tal como pasó con la rama femenil a nivel nacional en este ámbito. Acompañando el empuje de Marcela “la Tigresa” Acuña a finales de los ’90 y luego Alejandra Oliveras, Érica Farías, Yéssica Bopp y Carolina Duer, las mujeres en esta ciudad se animaron a la actividad del box. Tanto Juan Sosa como Ricardo Lima, pasando por Octavio Andrada y José López, supieron formarlas, y algunas se subieron al ring durante varios años.

En el único festival de boxeo femenino en marzo de 2020, en el Club Cesuar, se presentó la azuleña Martina López. Nacida el 6 de mayo de 2003, con origen en el barrio de Catamarca, siempre soñó con sentir lo que es la adrenalina arriba del ring. Arrancó a una temprana edad en el Club River Azuleño, bajo las órdenes de José López, durante dos meses. Tuvo que dejar de entrenar por falta de tiempo. Su objetivo en aquel entonces era la escuela. Pasó un largo tiempo y volvió a entrenar, esta vez en el Club San Lorenzo, donde estaba Rubén Andrada y donde conoció a Aarón Vera, su compañero.

Tomó con más determinación esta etapa. Su amigo Aarón corregía los defectos y la acompañaba en su camino en el boxeo. Salían a correr por el parque, por el balneario y luego por la pista. Trabajo de manoplas y abdominales. Finalmente, llegó el debut en Cesuar, aquella noche de marzo de 2020, donde pudo concretar su sueño. Con un marco de público espectacular, con su familia cerca del ring, observando su debut, Martina López cumplió su sueño de boxear, acompañada por Aarón Vera, quien también se presentó en la misma velada.

El semillero de Oliveto

Del grupo de boxeadores que formó Pablo Oliveto, surgen las historias de Jesús Cosentino, Martín “Chilo” Martínez y Brian Flamengo. Historias que se cruzan por los lugares en común, como son los gimnasios de boxeo, los colegios o la calle misma.

Cosentino nació el 2 de febrero de 1992 en Azul. Es originario del barrio La Tosquera y fue alumno de primaria (doble escolaridad) de la escuela 13 de la calle Maipú, donde iban los pibes del barrio, pero también los de El Sol y Villa Giammatolo.

Jesús practicó rugby durante su adolescencia hasta los 18 años, cuando se fracturó una pierna. Aquella lesión derivó en un pico de obesidad. Eso, a su vez, desembocó en una frustración personal: no se encontraba a sí mismo, sufría dolor espiritual.

Criado en una familia de boxeadores, su papá fue cinturón negro en karate, y su tío, el hermano de su mamá, “el Sordo” (“el Cabezón”) Vázquez fue un boxeador muy conocido en la ciudad. Siempre que había una reunión se contaban muchas anécdotas sobre deportes de contacto.

Trabajando como seguridad en un bar azuleño, tuvo un enfrentamiento en la calle a golpes de puño con varias personas, en el que nota habilidad y potencia al usar las manos. Un par de días más tarde, caminando por la calle San Martín, pasa por el Club Alumni y ve un cartel de la escuela de boxeo. Esto fue a fines de 2011, y esa escuela la manejaba Pablo Oliveto. Entró aquella tarde en su búsqueda y lo encontró en la cancha de paleta, donde había armado su gimnasio. Le preguntó si podía empezar boxeo, y obviamente Oliveto le dijo que sí. Con 130 kilos, Jesús empezó su historia en este deporte.

Empezó a entrenar, a aprender, a moverse, a correr, y llegaron los guanteos. Lo hizo con Jona Amundarain, con Matías Todaro y con Alejandro Ugarte. Al año de entrenar todos los días con Oliveto, aún profesional en aquel entonces, Jesús pesaba ya 100 kilos, con un estado físico bueno y muy afilado con los guanteos.

En diciembre de 2013 le llegó una invitación de Gustavo Benito para debutar como amateur en el Club El Fortín, de Olavarría. Su rival sería Damián Martínez, “el Carnicero”. Con la licencia y los estudios pertinentes, la pelea se pactó para el 13 de diciembre.

Su combate fue uno de los últimos; en ese momento estaban promocionando en Olavarría a Roberto “Fabuloso” Mato, compañero de equipo de Damián Martínez. El club estaba lleno de gente y hacía mucho calor. Jesús cumplió su sueño de ser boxeador. Perdió por puntos, pero bajó del ring contento y pleno por haber cumplido una buena actuación.

Al año siguiente Pablo Oliveto se mudó al Club Boca. A este lugar, más amplio e iluminado, lo siguieron Jesús y muchos de sus alumnos de Alumni. Ya con 96 kilos y un par de peleas encima, Cosentino estaba muy focalizado en el deporte.

A fines de 2014 salió la revancha con Damián Martínez, de nuevo en El Fortín, otra vez lleno de gente y con mucho calor. Un voleado al final del último round sobre la cabeza de Martínez hizo trastabillar al rival. Lo salvó la campana. Aquella noche los jueces vieron el empate, y Jesús, de nuevo, bajó contento del ring, sabiendo firmemente que había cumplido otra buena actuación.

Su camino en el boxeo es de superación física, mental y espiritual. Física por dar vuelta un pico de obesidad, mental porque se adaptó a un deporte duro donde aprendió conceptos y movimientos para la competencia, y espiritual porque significó un cambio radical en su vida. Un cambio de bienestar, de tranquilidad, de contención, de racionalidad en sí mismo. Y un cambio social, ya que los días de gimnasio le valieron de nuevos amigos y un montón de anécdotas.

Hoy sueña con un boxeo azuleño enfocado en lo social. Saber enseñar el deporte a muchos pibes que concurren a un club es uno de sus sueños. Seguramente lo hará, porque forma parte de la nueva camada de boxeadores, entrenadores y mánagers que elevan este noble deporte en la ciudad.

El “Chilo” Martínez

Otro de aquellos boxeadores es Martín “Chilo” Martínez, nacido el 7 de abril de 1991. A los 4 años se fue a vivir a Rauch. Allí conoció el boxeo gracias a la insistencia de su amigo Simón Moris. Así fue que entró al gimnasio de Orlando Toculet, Para Todos y Todas. Le gustó mucho el entrenamiento, en aquellas horas supo compartir gimnasio con Mauricio Dos Santos, Carlos Negrete y Santiago Ferrari.

Después de estar entrenando durante un año y medio, “Chilo” se vino a vivir a Azul. Primero averiguó en River para seguir entrenando y estuvo solo un día. Luego fue al gimnasio de Pablo Oliveto y ahí tuvo su comienzo y primer recorrido en el boxeo amateur.

“Chilo” Martínez, de Rauch a Azul, siempre con los guantes en el bolso.

De compañeros tuvo a Jesús Cosentino, Brian Flamengo, Aarón Vera y Mariano Lozano. La preparación física estaba a cargo de Matías Mata. Entre guanteos, Oliveto le preguntó si quería boxear, y “Chilo” dijo que sí. Así debutó como boxeador amateur en una velada donde se lució como la mejor pelea de la noche y en donde descubrió todo su potencial arriba del ring.

Dentro de la categoría 66 kilos, sus dos primeras peleas arrancaron con triunfos. La tercera la perdió contra Menci, al cual le pidió una revancha que nunca logró concretarse. En su cuarta pelea enfrentó a un rival de 40 combates, y en la siguiente pelea la ganó, muy cómodo en su nuevo peso (75 kilos), con mucha ventaja y gran despliegue.

Volvió al boxeo después de un gran parate, en la primera mitad de 2022. Se presentó en el River Plate Azuleño, donde ganó, y en Azul Athletic, donde perdió. Sigue vigente el zurdo “Chilo”, demostrando un buen boxeo, agresivo y de mucha entrega.

Brian Flamengo, el todoterreno

De la generación de Martínez también se destaca Brian Nahuel Flamengo. Nacido el 24 de noviembre de 1993 y criado en el barrio de San Francisco. Hijo del notable boxeador azuleño Darío Flamengo, Brian empezó con el jiu-jitsu. Su búsqueda de la mejora en el uso de las manos hizo que buscara entrenamiento de boxeo. Así fue que dio en el club River Plate de Azul, donde daba clases José López. Allí se enganchó con el boxeo y llegó a hacer unas cuatro peleas como amateur. En la esquina estuvo en alguna de esas peleas su papá, quien siempre lo acompañó, como en el día de su debut. O luego en el gimnasio de Vélez, donde estaba con Hugo Lucero, con Sosa, con el “Pulga” Álvarez. Allí compartieron cuatro peleas en total.

También entrenó con Pablo Oliveto durante cuatro peleas, y de ese periodo recuerda la que fue su mejor actuación. En Lamadrid, en un evento al aire libre, brilló aquella noche venciendo a su rival en el segundo round, luego de que lo mandara a la lona tres veces. Una combi llena de familiares y amigos lo siguió a aquel evento.

Su récord es de 12 peleas; 10 ganadas y 2 perdidas. La anteúltima fue una derrota ante un boxeador que ofrecía más show que boxeo. Brian se prendió en esa y perdió. Y la última pelea fue una derrota ante Federico Coro, profesional ahora. Una pelea ante un gran rival, que poseía un título provincial y que fue muy cerrada, pero de las mejores peleas de Flamengo.

Su actualidad es el kick boxing, con gimnasio propio en la calle España, donde tiene alumnos y compañeros de este ámbito y entrena entre ellos, con ganas de practicar en Buenos Aires y también con ganas de renovar la licencia de boxeador amateur para una revancha personal.

Brian Flamengo, con tatuaje, mira con cara desafiante a su rival; mientras en el medio se encuentra Sosa como juez de dicha velada.





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Marc Valldeperez

Soy el administrador de marcahora.xyz y también un redactor deportivo. Apasionado por el deporte y su historia. Fanático de todas las disciplinas, especialmente el fútbol, el boxeo y las MMA. Encargado de escribir previas de muchos deportes, como boxeo, fútbol, NBA, deportes de motor y otros.

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