Judas Priest convierte Madrid en el Olimpo del ‘heavy metal’ – El Periódico de España
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Los aledaños del Palacio de Vistalegre de Madrid parecían la tarde de este lunes haberse convertido en un viaje al pasado, en un retorno a los 80, años de exaltación y gloria del heavy metal, un tiempo en el que en este tipo de congregaciones abundaban las cabelleras largas, los pantalones ceñidos y las ‘chupas’ vaqueras repletas de parches. Pero ahora, por esas bromas del destino, un vuelo rasante sobre las cabezas muchos de los fanáticos metaleros denotaba el predominio de las calvas y la abundancia de las canas en el caso de los que aún gozan de melena en sus testas, constatación de que el heavy y los heavys han cumplido ya unos cuantos años.
Había una nutrida presencia femenina, pero el público masculino resultaba mayoritario. El concierto de este lunes certificaba, sí, que en buena medida esas cabelleras de antaño han desaparecido, pero no así el espíritu rebelde ni las camisetas negras ni las tachuelas. Miles de fans acudían más que a un concierto a una consagración, a un ejercicio de devoción de una cultura o creencia que se desvanece. En cierta medida, no se trataba de espectadores, sino de feligreses. El género del rock más pesado no encuentra un relevo generacional, pero aún queda un buen puñado de grupos liderados sobre los escenarios por setentañeros infatigables e indomables. Y no hay nostalgia en estas ceremonias tribales, sino resistencia y pasión, devoción y coherencia, sentimiento y fidelidad.
El interior de Palacio Vistalegre se convertía así en un lugar de culto dispuesto a reproducir una vez más una ceremonia de admiración al rock pesado. Miles de fieles volvieron a realizar al unísono el gesto de los puños en alto, las manos hicieron el gesto de los cuernos y los gritos incesantes que secundaban las letras de las canciones poarecían desembocar al final de la noche, ya con unas cuerdas vocales con muchas travesías, en un “Larga vida al rock and roll”.
La banda británica Uriah Heep, este lunes en Madrid. / EPE
A las 19 horas, con un recinto aún a medio llenar, irrumpió en el escenario la banda británica Uriah Heep, superviviente década tras década a los devaneos, cambios de rumbo y dictaduras de las modas. Desde los años 70 llevan en esto del rock, y eso les ha hecho transitar por diferentes sendas, desde lo progresivo al hard rock, y eso se notó este lunes en Madrid. Su arranque fue contundente con Save Me Tonight. La explosión de decibelios fue bien acogida por la parroquia. El vocalista Bernie Shaw presentó al guitarrista Mick Box, único miembro de la formación original y líder de la banda, como representante del “heavy metal old school”. Box dejó entonces constancia de su virtuosismo exprimiendo el mástil con poderosos riffs que encendieron al público. Cerraron su actuación con su clásico Easy Livin’ tras completar un viaje fulgurante con un rock poderoso.
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Saxon durante su actuación este lunes en Madrid. / EPE
A las 20:05, aún con muchos asientos de la grada sin ocupar, fue el turno de Saxon, otra formación del Reino Unido, en activo desde 1976. Su arranque trajo consigo un estruendoso ejercicio coral de guitarras. Metal en toda su esencia. Un sonido más áspero y crudo, y con el liderazgo sobre el escenario de su cantante, Biff Byford. Mientras Byford manejaba el tempo y las pulsaciones de los congregados, las guitarras aguijoneaban los oídos de la audiencia con riffs frenéticos. Tocaron algunos de sus clásicos, como Wheels of Steel, Heavy Metal Thunder o Crusader, elevando la temperatura en la pista de Vistalegre. Saxon tuvo sus años de gloria a principios de los 80. Nadie puede discutirles que mantienen la contundencia y la capacidad para hacer ese heavy metal de ADN británico que cambió el panorama del rock en las islas allá por mediados de los 70. Cerraron su actuación con Princess of The Night, otro de sus himnos, y el público de Vistalegre los despidió coreando el nombre del grupo tras 55 minutos sin tregua.
Y todo quedó listo para el plato fuerte de la noche. A las 21: 30, sonaba el War Pigs de Black Sabbath, cantado al unísono por miles de gargantas. En la noche del viejo heavy metal no podía faltar un tributo a uno de los grupos que se consideran padres del género. A continuación se apagaron las luces y comenzó a sonar el himno Invincible Shields, una pieza instrumental del último disco de Judas Priest, que desembarcaron en el escenario llevando a 8.000 fieles al éxtasis con el tema Panic Attack.
Rob Halford lucía una levita plateada, casi a juego con su densa barba blanca que es epílogo de una cabeza pelada. El líder de Judas Priest es un personaje carismático en la escena del metal pesado desde hace décadas. Su voz forma parte de la historia del género. Se le conoce como The Metal God (El dios del Metal), y ayer, a sus casi 73 años de edad, volvió a dejar constancia de por qué se ha ganado ese apelativo. Más que un apelativo es, en realidad, un segundo nombre, porque Halford la noche de este lunes en Madrid elevó el heavy metal a lo trascendental, casi a lo sobrehumano. Las gargantas afiladas de los concurrentes trataban de emular los agudos del sacerdote que llenaba el escenario con sus movimientos circulares. La exhibición vocal de Halford fue una apabullante muestra de dominio, reinado y devoción metalera.
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El cantante de Judas Priest, Rob Halford, anoche en Madrid. / EPE
La audiencia rugió con You’ve Got Another Comin’ y después Halford se desprendió de la levita y mostró su característico atuendo de cuero negro repleto de tachuelas para saludar con un “Hola, Madrid, the Priest is back”.
Judas acometió su clásico Breaking the Law cautivando a la concurrencia, que coreaba el estribillo con Halford como maestro de ceremonias. Llegaron después otros temas como Love Bites o Sinner en los que los agudos de Halford sonaban cenitales, estratosféricos. El vocalista de Judas Priest, con casi 73 castañas, frecuentaba cada vez con más asiduidad las notas altas en una actuación antológica, difícil de prever o imaginar incluso entre sus más fieles seguidores. No es común que alguien pueda, a esa edad, realizar una exhibición semejante.
Habría que destacar también la actuación del guitarrista Richie Faulkner, comunicativo con el público, animándolo con gestos, riffs y solos, todo valía en la noche de ese heavy metal de la vieja escuela, como ya se había anunciado previamente en el escenario.
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Judas Priest en directo, este lunes en Madrid. / Paco Sánchez
Tras sonar Turbo Lover, otro de los imprescindibles de su discografía, que mantuvo la euforia colectiva en la pista y las gradas, Halford se tomó un breve descanso. Se acomodó sobre un altavoz en uno de los extremos del escenario y repasó el “largo y hermoso viaje de 50 años” de la banda, repasando los títulos de sus discos que eran jaleados por el auditorio. El sacerdote de la noche lanzó en español un “Muchas, muchas gracias” y continuó la descarga con Invincible Shields -de su último trabajo discográfico- , Victim of Changes, The Green Manalishi -una versión de un tema de Fleetwood Mac-, para cerrar con el colosal Painkiller, que arrancaba con una apabullante introducción de batería.
No se hicieron mucho de rogar con los bises. Volvieron a prender la mecha con Electric Eye, y tras ella Halford apareció sobre el escenario sobre su característica moto para interpretar Hell Bent for Leather. El broche final a la noche lo puso Living After Midnight, otro clásico de una banda que mantuvo una noche más viva la esencia del heavy metal. Si alguien pensaba que iba a asistir a una noche donde reinara la nostalgia como símbolo y derrota a la vez de un tiempo que fue y ya no es pudo constatar que no fue así. Si alguien acudía a Vistalegre creyendo que la voz de Halford no estaría a la altura, debería abandonar esa descreencia o agnosticismo, porque los dioses del metal siguen más vivos que nunca. Judas Priest convirtió Madrid este lunes en el Olimpo del heavy metal. Y si no, que baje Zeus y lo vea.